Revista Cultura y Ocio
En la conquista del reino visigodo no sólo hubo batallas, los pactos también fueron importantes
Normalmente, al recordar la caída del reino visigodo, nos viene a la memoria una gran batalla en la que se decidió el destino de la monarquía y de los habitantes de la vieja Piel de Toro:Guadalete. Sin embargo, los pactos entre conquistadores y la oligarquía también jugaron un papel importante. Veamos una breve síntesis de los principales hechos de armas y de los acuerdos que en aquellos tiempos acaecieron.
Al pensar en la espada, nuevamente nos encontramos con contradicciones en las fuentes y problemas para averiguar qué es lo que realmente ocurrió. Siguiendo la Crónica de 754[1], una compilación de textos árabes conocida como el Ajbar Machmua[2] y los trabajos de algunos historiadores[3] [4], se exponen a continuación una relación, más o menos plausible, de losprincipales acontecimientos acaecidos durante la conquista:
Al menos desde el año 711 Táriq ibn Ziyad y “otros” enviados por Muza someten al saqueo zonas del sur peninsular. Este contingente estaría formado en su mayor parte por tropas norteafricanas escasamente islamizadas y un reducido grupo de oficiales árabes.
El rey Rodrigo reúne un gran ejército y se va a las “montañas Transductinas” (en las proximidades de la actual Algeciras) para enfrentarse a las huestes sarracenas.
Durante la conocida como batalla de Guadalete se produce la deserción de una parte del ejército godo que “dolosamente” y por “ambición del reino” había acudido junto al rey Rodrigo. Las tropas de Táriq salen victoriosas del lance y posiblemente el rey fallece (aunque este extremo resulta algo confuso y crónicas medievales posteriores, quizá con poco fundamento, lo hacen morir en la conocida como batalla de Segoyuela o Sigonera[5]).
Según una compilación de crónicas escrita en el siglo XI y conocida como Ajbar Machmua[6], tras el enfrentamiento de Guadalete, se produjo un nuevo choque en las proximidades de Écija que termina por desbaratar la resistencia del ejército visigodo. Desde ahí, Táriq avanza con celeridad hacia Toledo no sin antes dividir una parte de sus hombres para atacar Córdoba, Elvira y Málaga. Toledo, abandonada a su suerte por la nobleza que ha huido hacia el norte, cae sin apenas resistencia.
En la ciudad regia Táriq se hace con un gran botín, pero sabedor que una parte del tesoro real visigodo ha sido puesto a salvo, sale en persecución de los huidos tomando la fortaleza de Peña Amaya (Burgos) en la que se habían refugiado. Desde allí, saquea el noroeste peninsular llegando probablemente hasta Astorga.
En el año 712[7] Muza cruza el estrecho con un nuevo ejército esta vez de origen mayoritariamente árabe. Según las crónicas, el general entendió rápidamente que la victoria de Táriq ponía al alcance de su mano una gran conquista y no estaba dispuesto a compartir la gloria con su subordinado. Para diferenciarse del bereber, la ruta de penetración del general en la Península fue distinta y se encaminó primero hacia Carmona y Sevilla para más tarde sitiar Mérida.
Después de estos hechos de armas, el encuentro entre los caudillos se produce en las proximidades de Talavera. Durante el mismo, Muza reprende agriamente al comandante bereber humillándolo públicamente por haber desobedecido sus órdenes.
Una vez en Toledo, Muza “valiéndose de Oppas, hijo del rey Egica[8]” ejecuta a los nobles que aún quedaban en la ciudad. Desde la antigua capital del reino visigodo, el general “devasta no solo la España ulterior sino también la citerior hasta más allá de Zaragoza[9]”
Tras las campañas, Muza y Táriq son llamados por el Califa Al-Walid para rendir cuentas en las corte de Damasco. En la capital del Imperio Omeya, Muza cae en desgracia acusado de haber ocultado una parte del botín conseguido durante la conquista.
Estos hechos de armas no deben hacernos pensar que el sometimiento de las ciudades y los territorios se produjo únicamente por la fuerza de la espada. El rápido desmoronamiento del poder centralizado que representaba la monarquía visigoda llevó a muchos señores y obispos a negociar con los conquistadores. A cambio del sometimiento al nuevo orden, los firmantes de tales pactos lograban conservar su vida, su hacienda y su fe. Por el contrario, los invasores podían establecer rápidamente un sistema de recaudación impositiva que les beneficiaba. Téngase en cuenta que los efectivos árabes y bereberes eran escasos, llegar a acuerdos les permitía pacificar territorios y concentrar sus esfuerzos en las zonas de mayor resistencia. Veamos algunos ejemplos:
El primero de estos pactos pudo producirse antes de la conquista. Según un cronista andalusí Ibn al-Qutiya que vivió en el siglo X, antes de la batalla de Guadalete, los hijos de Witiza se mostraron dispuestos a llegar a un acuerdo con Táriq a cambio de conservar, nada más y nada menos, que tres mil aldeas legadas por su padre. Táriq les remitió al Califa que les reconoció tales derechos. Ibn al-Qutiya, que literalmente quiere decir “hijo de la goda”, reclamaba ser descendiente de Witiza a través de un linaje iniciado por el matrimonio de una de las nietas del rey godo de nombre Sara con un oficial árabe. Estos matrimonios entre cristianas de origen noble y la élite árabe fueron una fórmula para sellar los acuerdos y asegurar que los bienes se preservaban para las generaciones futuras[10].
Otro documento que ha llegado hasta nuestros días recoge el sometimiento de una serie de ciudades en la región de Murcia. Allí, en el año 713, un noble godo llamado Teodomiro aceptó las clausulas impuestas por los conquistadores (cese de hostilidades, pago de un tributo per cápita y sumisión) obteniendo a cambio el respeto de su condición, fe, vida y hacienda, junto con el control de varias ciudades. Esta región fue conocida con posterioridad como el “reino de Tudmir” y durante un cierto tiempo gozó de relativa autonomía.
En el valle del Ebro se produjo otro pacto de gran trascendencia. Aquí también será un conde godo de nombre Casio el que se avino a los términos de un acuerdo refrendado más tarde por el Califa. Casio vio reconocidos sus derechos sobre amplios latifundios y se convirtió al Islam haciéndose vasallo de los Omeyas. Este linaje muladí (conocido desde entonces como los Banu Qasi) perdurará alcanzando un gran poder a mediados de la siguiente centuria.
Sirvan estas tres muestras para ilustrar cómo, en la instauración del nuevo orden que sucedió al reino visigodo, el deseo de las élites dominantes visigodas de preservar su estatus, y el afán de los conquistadores de instaurar un sistema que les permitiera generar ingresos de forma sistemática, favorecieron el establecimiento de pactos y acuerdos desde el primer momento de la invasión.
[1] Crónica Mozárabe 54-58. José Eduardo López Pereira: Crónica mozárabe de 754, Edición crítica y traducción. Zaragoza, 1980
[2] Emilio Lafuente: Colección de obras arábigas de historia y geografía. Madrid, 1867
[3] Roger Collins: La conquista árabe 710-797. Editorial Crítica 1991, pp. 34-36
[4] Pedro Chalmeta Gendrón: Invasión e islamización: la sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus. Universidad de Jaén, 2003
[5] Apoyándose en estas crónicas, el historiador Eduardo Saavedra en su obra Estudio sobre la invasión de los árabes en España (Madrid, 1892) afirma que el rey Rodrigo no habría muerto en la batalla de Guadalete sino en un enfrentamiento posterior que el académico sitúa en tierras de Salamanca. Esta versión de los hechos fue contestada por historiadores como Juan Menéndez Pidal (véase: Leyendas del Último Rey Godo. Madrid, 1906) y Claudio Sánchez Albornoz (véase:Dónde y cuándo murió don Rodrigo, último rey de los godos. Cuadernos de Historia de España. Número 3. Buenos Aires, 1945)
[6] Pascual Gayangos y Arce: The history of the Mohammedan dynasties in Spain. Londres 1840
[7] Roger Collins siguiendo la Crónica Mozárabe de 754 propone que la llegada de Muza pudo producirse incluso en el 711. Véase: La conquista árabe 710-797. Editorial Crítica 1991, pp. 34-36
[8] Crónica Mozárabe, op. cit., 54
[9] Íbid., 54
[10] Eduardo Manzano Moreno: Emires, conquistadores y califas. Los omeyas y la formación de al-Ándalus. Ed. Crítica, Barcelona 2006, pp. 45-47.
http://www.elpuentedeltiempo.com/es/c/conquista_musulmana
Normalmente, al recordar la caída del reino visigodo, nos viene a la memoria una gran batalla en la que se decidió el destino de la monarquía y de los habitantes de la vieja Piel de Toro:Guadalete. Sin embargo, los pactos entre conquistadores y la oligarquía también jugaron un papel importante. Veamos una breve síntesis de los principales hechos de armas y de los acuerdos que en aquellos tiempos acaecieron.
Al pensar en la espada, nuevamente nos encontramos con contradicciones en las fuentes y problemas para averiguar qué es lo que realmente ocurrió. Siguiendo la Crónica de 754[1], una compilación de textos árabes conocida como el Ajbar Machmua[2] y los trabajos de algunos historiadores[3] [4], se exponen a continuación una relación, más o menos plausible, de losprincipales acontecimientos acaecidos durante la conquista:
Al menos desde el año 711 Táriq ibn Ziyad y “otros” enviados por Muza someten al saqueo zonas del sur peninsular. Este contingente estaría formado en su mayor parte por tropas norteafricanas escasamente islamizadas y un reducido grupo de oficiales árabes.
El rey Rodrigo reúne un gran ejército y se va a las “montañas Transductinas” (en las proximidades de la actual Algeciras) para enfrentarse a las huestes sarracenas.
Durante la conocida como batalla de Guadalete se produce la deserción de una parte del ejército godo que “dolosamente” y por “ambición del reino” había acudido junto al rey Rodrigo. Las tropas de Táriq salen victoriosas del lance y posiblemente el rey fallece (aunque este extremo resulta algo confuso y crónicas medievales posteriores, quizá con poco fundamento, lo hacen morir en la conocida como batalla de Segoyuela o Sigonera[5]).
Según una compilación de crónicas escrita en el siglo XI y conocida como Ajbar Machmua[6], tras el enfrentamiento de Guadalete, se produjo un nuevo choque en las proximidades de Écija que termina por desbaratar la resistencia del ejército visigodo. Desde ahí, Táriq avanza con celeridad hacia Toledo no sin antes dividir una parte de sus hombres para atacar Córdoba, Elvira y Málaga. Toledo, abandonada a su suerte por la nobleza que ha huido hacia el norte, cae sin apenas resistencia.
En la ciudad regia Táriq se hace con un gran botín, pero sabedor que una parte del tesoro real visigodo ha sido puesto a salvo, sale en persecución de los huidos tomando la fortaleza de Peña Amaya (Burgos) en la que se habían refugiado. Desde allí, saquea el noroeste peninsular llegando probablemente hasta Astorga.
En el año 712[7] Muza cruza el estrecho con un nuevo ejército esta vez de origen mayoritariamente árabe. Según las crónicas, el general entendió rápidamente que la victoria de Táriq ponía al alcance de su mano una gran conquista y no estaba dispuesto a compartir la gloria con su subordinado. Para diferenciarse del bereber, la ruta de penetración del general en la Península fue distinta y se encaminó primero hacia Carmona y Sevilla para más tarde sitiar Mérida.
Después de estos hechos de armas, el encuentro entre los caudillos se produce en las proximidades de Talavera. Durante el mismo, Muza reprende agriamente al comandante bereber humillándolo públicamente por haber desobedecido sus órdenes.
Una vez en Toledo, Muza “valiéndose de Oppas, hijo del rey Egica[8]” ejecuta a los nobles que aún quedaban en la ciudad. Desde la antigua capital del reino visigodo, el general “devasta no solo la España ulterior sino también la citerior hasta más allá de Zaragoza[9]”
Tras las campañas, Muza y Táriq son llamados por el Califa Al-Walid para rendir cuentas en las corte de Damasco. En la capital del Imperio Omeya, Muza cae en desgracia acusado de haber ocultado una parte del botín conseguido durante la conquista.
Estos hechos de armas no deben hacernos pensar que el sometimiento de las ciudades y los territorios se produjo únicamente por la fuerza de la espada. El rápido desmoronamiento del poder centralizado que representaba la monarquía visigoda llevó a muchos señores y obispos a negociar con los conquistadores. A cambio del sometimiento al nuevo orden, los firmantes de tales pactos lograban conservar su vida, su hacienda y su fe. Por el contrario, los invasores podían establecer rápidamente un sistema de recaudación impositiva que les beneficiaba. Téngase en cuenta que los efectivos árabes y bereberes eran escasos, llegar a acuerdos les permitía pacificar territorios y concentrar sus esfuerzos en las zonas de mayor resistencia. Veamos algunos ejemplos:
El primero de estos pactos pudo producirse antes de la conquista. Según un cronista andalusí Ibn al-Qutiya que vivió en el siglo X, antes de la batalla de Guadalete, los hijos de Witiza se mostraron dispuestos a llegar a un acuerdo con Táriq a cambio de conservar, nada más y nada menos, que tres mil aldeas legadas por su padre. Táriq les remitió al Califa que les reconoció tales derechos. Ibn al-Qutiya, que literalmente quiere decir “hijo de la goda”, reclamaba ser descendiente de Witiza a través de un linaje iniciado por el matrimonio de una de las nietas del rey godo de nombre Sara con un oficial árabe. Estos matrimonios entre cristianas de origen noble y la élite árabe fueron una fórmula para sellar los acuerdos y asegurar que los bienes se preservaban para las generaciones futuras[10].
Otro documento que ha llegado hasta nuestros días recoge el sometimiento de una serie de ciudades en la región de Murcia. Allí, en el año 713, un noble godo llamado Teodomiro aceptó las clausulas impuestas por los conquistadores (cese de hostilidades, pago de un tributo per cápita y sumisión) obteniendo a cambio el respeto de su condición, fe, vida y hacienda, junto con el control de varias ciudades. Esta región fue conocida con posterioridad como el “reino de Tudmir” y durante un cierto tiempo gozó de relativa autonomía.
En el valle del Ebro se produjo otro pacto de gran trascendencia. Aquí también será un conde godo de nombre Casio el que se avino a los términos de un acuerdo refrendado más tarde por el Califa. Casio vio reconocidos sus derechos sobre amplios latifundios y se convirtió al Islam haciéndose vasallo de los Omeyas. Este linaje muladí (conocido desde entonces como los Banu Qasi) perdurará alcanzando un gran poder a mediados de la siguiente centuria.
Sirvan estas tres muestras para ilustrar cómo, en la instauración del nuevo orden que sucedió al reino visigodo, el deseo de las élites dominantes visigodas de preservar su estatus, y el afán de los conquistadores de instaurar un sistema que les permitiera generar ingresos de forma sistemática, favorecieron el establecimiento de pactos y acuerdos desde el primer momento de la invasión.
[1] Crónica Mozárabe 54-58. José Eduardo López Pereira: Crónica mozárabe de 754, Edición crítica y traducción. Zaragoza, 1980
[2] Emilio Lafuente: Colección de obras arábigas de historia y geografía. Madrid, 1867
[3] Roger Collins: La conquista árabe 710-797. Editorial Crítica 1991, pp. 34-36
[4] Pedro Chalmeta Gendrón: Invasión e islamización: la sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus. Universidad de Jaén, 2003
[5] Apoyándose en estas crónicas, el historiador Eduardo Saavedra en su obra Estudio sobre la invasión de los árabes en España (Madrid, 1892) afirma que el rey Rodrigo no habría muerto en la batalla de Guadalete sino en un enfrentamiento posterior que el académico sitúa en tierras de Salamanca. Esta versión de los hechos fue contestada por historiadores como Juan Menéndez Pidal (véase: Leyendas del Último Rey Godo. Madrid, 1906) y Claudio Sánchez Albornoz (véase:Dónde y cuándo murió don Rodrigo, último rey de los godos. Cuadernos de Historia de España. Número 3. Buenos Aires, 1945)
[6] Pascual Gayangos y Arce: The history of the Mohammedan dynasties in Spain. Londres 1840
[7] Roger Collins siguiendo la Crónica Mozárabe de 754 propone que la llegada de Muza pudo producirse incluso en el 711. Véase: La conquista árabe 710-797. Editorial Crítica 1991, pp. 34-36
[8] Crónica Mozárabe, op. cit., 54
[9] Íbid., 54
[10] Eduardo Manzano Moreno: Emires, conquistadores y califas. Los omeyas y la formación de al-Ándalus. Ed. Crítica, Barcelona 2006, pp. 45-47.
http://www.elpuentedeltiempo.com/es/c/conquista_musulmana
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