Quedó pues sometida la España a las armas sarracenas. Rápida, breve, veloz fue la conquista. Lo que costó a los poderosos romanos siglos enteros de porfiada lucha, lo hicieron los árabes en menos de dos años. Diestros, políticos, activos, valerosos y entendidos capitanes eran los jefes de la conquista. El estupor se había apoderado de los españoles después del desastre de Guadalete, y no les dieron tiempo para recobrarse. El principio religioso, único que hubiera podido realentar los abatidos ánimos, tuvieron los conquistadores la política de aparentar por lo menos que le respetaban, dejando a los vencidos el libre ejercicio de su culto. Sin perjuicio de juzgar más adelante la conducta de estos primeros invasores, obsérvese que no fue ni tan ruda, ni tan cruel, ni tan bárbara como nos la pintaron nuestros antigups cronistas, impresionados por las calamidades inherentes a tan brusca invasión, y como guiados por ellos la han representado después otros historiadores. A ser auténticas, como no se duda ya, las capitulaciones de Córdoba, de Toledo, de Mérida, de Orihuela, y aun la de Zaragoza, se revela allí más la política de un proselitismo religioso que el afán de exterminio, y algunas de sus condiciones fueron más humanitarias de lo que podía esperarse de un pueblo invasor que ocupaba por conquista un país donde hallaba diferente religión y distintos hábitos y costumbres: creemos que en este punto no puede compararse la conducta de los árabes a la de los romanos y godos; si bien se comprende también que a nadie tanto como a los conquistadores convenía.
Después de leer las cronicas cristianas y árabes, nos quedamos sin saber con certeza qué fue del conde Julián, del obispo Oppas y de los demás parientes de Witiza, o causadores o cómplices de la pérdida de España. Los unos suponen al conde Julián alentando a Tarik en el consejo de oficiales a que se apresurara a apoderarse de Toledo, los otros le hacen servir de guía a Muza desde su desembarco y en casi toda la expedición: otros, y son los más, guardan profundo silencio. El Pacense dice que Muza condenó a muerte a varios nobles de Toledo por causa de Oppas que se había fugado de la ciudad: per Oppam... a Toleto fugam arripientem: lo cual probaría que los árabes no habían correspondido muy bien con los mismos que les invitaron o auxiliaron en la empresa de la conquista.
De todos modos la suerte de la familia de Witiza ha quedado envuelta en bastante misterio.
historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.