Así es como suelo empezar a describir la exploración física de mis pacientes. Aunque si yo fuera uno de ellos no sé si diría que ahora mismo estoy orientada en las 3 esferas. La verdad es que es difícil, porque yo, acostumbrada a llevar a la gente, y a saber a dónde voy, por primera vez en mi vida, tengo que dejarme llevar por otras personas que ven cosas que yo aún no he descubierto.
Esta mañana he tenido mi primera cirugía programada. Me había quedado a alguna, ya, pero en esta mi jefe me había puesto en el parte. Yo podía estar bastante tranquila, porque las cosas no dependen de mí, que aún no tengo prácticamente responsabilidad, pero iba en el metro notando como mi corazón latía muy fuerte, pensando en todo lo que podía pasar, en que ya no soy estudiante y que cada vez las cosas se ponen más serias. Me he acordado de eso de que somos la última barrera de la curación, de que si fallamos no hay generalmente otras opciones. Y he pensado en mis jefes. En todo el peso que son capaces de soportar. Yo aún les tengo a ellos por detrás, siempre tengo a alguien a quien llamar cuando no sé qué hacer, que de momento es prácticamente siempre. Me pregunto qué se siente cuando ya no tienes a nadie más allá de ti a quien recurrir. Cuando toda la responsabilidad la llevas cargada a la espalda. Y me ha dado miedo. No un miedo insuperable, de ese que te dan ganas de salir corriendo, sino un profundo respeto nacido de la admiración de ver a gente aparentemente normal haciendo cosas extraordinarias y generalmente poco valoradas.
Y he hecho lo que voy a estar haciendo durante mucho tiempo, dejarme llevar por todos los que saben más que yo, que son la gran mayoría. He intentado estorbar lo menos posible, y ayudar lo que podía, aunque de momento me produce respeto incluso pedirle a la instrumentista que me pase el material. Por suerte la mayoría de las veces ya te lo han puesto en la mano antes de que tengas que pedirlo. Y es que aquí todo el mundo va un paso por delante de lo que se está haciendo. De momento estoy como cuando cogí el coche por primera vez, creo que va a ser muy difícil manejar tantas cosas con tanta destreza a la vez y me consuela saber que otros han podido hacerlo antes que yo.
Y mientras pasan los días, voy conociendo a las personas que me rodean, en esto que como dicen algunos no es solamente un trabajo, sino una forma de vida. Y las hay para todos los gustos. Desde las que están estupendas aunque estén salientes de una mala guardia y son capaces de lanzarte una sonrisa que reconfortaría a cualquiera, hasta las que no te imaginas sonriendo ni aunque les tocase su número en la lotería de Navidad. Entre medio, hay una gran variedad de colores, y esto es un poco como la música, que siempre hay una canción adecuada para cada momento, pues en este caso siempre hay una persona adecuada para lo que se necesite hacer.
En fin, que ya les estoy cogiendo cariño, como si fueran de mi familia, será que paso demasiadas horas en el hospital o que el olor a sangre sudor y otros fluidos es capaz de unir a los seres humanos. O que me conmueve que mis mayores me protejan cuando vienen mal dadas y sentir que poco a poco voy formando parte de este equipo, por el que sería capaz de hacer cosas que seguramente aún ni siquiera imagino.
Espero que esta entrada no se vea muy afectada por la falta de sueño en la que me veo inmersa en estos últimos días y al menos haya salido algo mínimamente coherente. Intentaré contar más cosas, si mi agenda me lo permite. Que a pesar de pasarme el día haciendo cosas, siempre tengo muchas por hacer. Saludos a los de siempre y a los que acabáis de llegar.
A Mar decirle que para mí la cirugía fue una cuestión nada racional, lo hice por un impulso interno, como cuando te enamoras y no puedes hacer nada para evitarlo. Será que en el fondo soy una romántica, pero me parece necesario sentir algo así para poder tirar adelante cuando las cosas se ponen difíciles. Yo creo que más bien ha sido ella la que me ha elegido a mí, ahora tengo que demostrar si me lo merezco.