Revista Cultura y Ocio

Consecratio, el culto imperial en la antigua Roma

Por Melisenda1997

En los reinos helenísticos el soberano se consideraba como una reencarnación de las divinidades y estaba acostumbrado a recibir honores durante su vida terrenal. Los fundadores de las ciudades eran venerados una vez fallecidos, y después de Alejandro Magno también los nuevos jefes del mundo helenístico empezaron a recibir honores divinos.


A través de su política religiosa, Alejandro ponía de relieve el carácter universal de su monarquía y su deificación, por encima de su carácter espiritual, debe ser entendida como un elemento más dentro de la política de unificación de su imperio, que estaba compuesto por pueblos de culturas y religiones muy distintas. El general macedonio era muy consciente de la importancia que una legitimación divina podía suponer para la conquista, control e integración de territorios tan heterogéneos como los que conformaban su imperio. Se presentó como heredero de personajes míticos, por ejemplo, de Dioniso en la India; y rindió culto a dioses egipcios y asiáticos. Este respeto que el macedonio mostró hacia otras creencias fue uno de los motivos que propiciaron que fuera aceptado con tanta facilidad en los nuevos territorios anexionados a su imperio.
"En general, con los bárbaros se mostraba arrogante y como quien estaba muy persuadido de su generación y origen divino, pero con los griegos se iba con más tiento en divinizarse... Alejandro, dentro de sí mismo, no fue seducido ni se engrió con la idea de su origen divino, sino que solamente quiso subyugar con la opinión de él a los demás." (Plutarco, Alejandro, XXVIII)

Después de su muerte, Alejandro, consiguió ascender definitivamente a la categoría de dios, difundiéndose su culto por todo el imperio. Los reyes helenísticos y los emperadores romanos deseaban imitar el gobierno que el rey macedonio había puesto en práctica a lo largo de su campaña. Alejandro era la muestra de que este tipo de políticas eran posibles, por lo que los gobernantes posteriores no dudarán en establecer el culto a sus personas y proclamarse a sí mismos dioses en vida como forma de legitimar su autoridad y sus decisiones
"Según una historia bien difundida que se había enterado de que los árabes veneraban a solamente dos dioses, Urano y Dioniso; al primero porque era visible y contenía dentro de sí mismo a las luminarias celestiales, sobre todo al sol, de donde emana el mayor y más apreciado beneficio para todas las cosas humanas, y al segundo debido a la fama que adquirió debido a su expedición a la India. Por lo tanto, no se creía indigno de que los árabes le consideraran un tercer dios, ya que él había realizado proezas en ningún modo inferiores a las de Dioniso. Si lograba conquistar a los árabes, tenía la intención de concederles el privilegio de continuarse gobernando a sí mismos de acuerdo con sus propias costumbres, como ya lo había hecho con los indios." (Arriano, Anábasis de Alejandro Magno, VII, 20)
Cuando Octavio llegó al poder como prínceps, los griegos empezaron a adorarlo, por un lado, para demostrarle su lealtad y, por otro, para emprender una comunicación directa con el soberano que les permitía desarrollar un creciente sentido de pertenencia al imperio.

Augusto, después de la victoria de Actium y de convertirse en dueño absoluto del poder, asumió la idea de transformar la vieja República en una institución monárquica, pero tomó conciencia de que el control de la vida política, de los ejércitos y de la plebe no era suficiente para garantizar el establecimiento de un nuevo sistema de gobierno y, sobre todo, su permanencia, sino que era necesario contar también con la ayuda de ciertos elementos religiosos, que le sirviesen para reforzar su prestigio de cara a sus conciudadanos.
El 16 de enero del 27 a.C. le fue concedido al emperador por el Senado el cognomen Augustus, título que le acercaba, a los ojos de los hombres, aún más al rango divino, y Augusto, consciente de ello, lo convirtió en su nombre personal, y lo utilizó en todo tipo de documentos, inscripciones, monedas, nombres de ciudades, etc. Todos los emperadores que le siguieron, sabedores también de la veneración religiosa que merecía la persona que lo llevara, lo asumieron como propio por lo que llegó a ser sinónimo de emperador.

Se inició a partir de entonces una forma de devoción hacia Octaviano Augusto, estando él con vida, cuando en distintas ciudades de la parte oriental del imperio se empezaron a decretar honores a su persona: en particular, en el año 29 a. C., algunas delegaciones de griegos de las provincias de Asia y Bitinia pidieron a Augusto permiso para instituir un culto provincial a su persona.
"Octavio mientras tanto, además de organizar muchas cuestiones, ordenó que fuera erigido un templo en honor de Roma y de su padre César, al que denominó Héroe Julio, tanto en Éfeso como en Nicea, las dos ciudades más ilustres de Asia y Bitinia y ordenó a los ciudadanos romanos que habitaban allí a rendirle los honores debidos. Por otra parte, permitió a los extranjeros, llamados griegos, la erección de un templo en su honor: los asiáticos en Pérgamo y los bitinios en Nicomedia. Estos hechos, que comenzaron en este momento, se repitieron con otros emperadores, no sólo entre los griegos sino entre todas las poblaciones sometidas a Roma. [Sin embargo], ninguno de los emperadores que recibieron estos honores se atrevió a hacer una cosa parecida en Roma o en cualquier otra ciudad de Italia; a aquellos que habían gobernado bien se les tributo después de muertos honores divinos y fueron adorados en un templo como héroes." (Dion Casio, Historia de Roma, LI, 20, 6-8).


Rendir culto al emperador era para estos pueblos una forma de expresar la lealtad y agradecer los beneficios recibidos al soberano, quien justificaba así sus poderes extraordinarios y aprovechaba la tradición cultural propia de estos pueblos para poder consolidar la nueva forma de gobierno que quería establecer.
Cada una de las diferentes comunidades que conformaban el imperio romano podía venerar al emperador con las tradiciones que considerara más convenientes, por el hecho de que no existía una normativa de cómo realizar esta veneración por parte del poder central de Roma, para no contradecir el mos maiorum, es decir, las costumbres de los antepasados, cuya recuperación en la vida cotidiana había sido un elemento fundamental en la política de restauración de Augusto.
"Ya que la Providencia, que gobierna todas las cosas de nuestra vida de forma divina, ha otorgado con tremenda generosidad el más alto don al traer a Augusto, que llenó de virtud para hacer el bien a la raza humana, como nuestro salvador y el de nuestros descendientes, el hombre que acaba con la guerra y hace la paz; y ya que gracias a su aparición el emperador ha sobrepasado con crecer las esperanzas de cualquier tiempo anterior, no sólo porque se ha encumbrado por encima de todos los benefactores que vivieron antes que él, sino que ha privado a los futuros benefactores de hacer más de lo que él ha hecho; y ya que por último el cumpleaños del Dios significa para el mundo el comienzo del mensaje de paz [evangelio] del que él es autor [...] por lo tanto, la propuesta del procónsul, de que Augusto sea honrado de la manera antes acordada, se acepta." (Decreto de la liga de Asia para celebrar el cumpleaños de Augusto)


El mismo Augusto accedió a la difusión del culto y lo utilizó como instrumento político a su favor preparando el terreno para su consagración eterna, pues, a pesar de que mientras estuvo con vida, jamás fue calificado abiertamente como dios, todos sabían que después de su muerte sería objeto de un culto público como Divus Iulius.

En época de los Flavios, el emperador Domiciano se declaró representante de Júpiter en la tierra y por tanto superior al resto de los mortales. El emperador ejerce su autoridad porque el dios ha delegado su poder en él. Como gobernante intentará tener bajo su control la administración del Imperio en todas sus facetas, incluso en la religiosa, por lo que frente a la aparente libertad disfrutada en época Julio-Claudia respecto al desarrollo de sacerdocios y santuarios de culto imperial a escala local o provincial, Domiciano intentará centralizar los mismos bajo el control de la administración imperial con la redacción de leyes concretas para establecer los límites y regulaciones del culto.
"Con la misma arrogancia, al dictar una circular en nombre de sus procuradores, la comenzó con estas palabras: `Nuestro señor y dios ordena que se haga lo siguiente´. De ahí que quedara establecido a partir de entonces que nadie lo llamara de otra manera ni por escrito ni en sus conversaciones. No permitió que se le erigieran estatuas en el Capitolio, a no ser de oro o de plata y de un peso determinado." (Suetonio, Domiciano, 13, 2)

Consecratio, el culto imperial en la antigua Roma


La posición de la emperatriz Sabina en la corte llegó a ser muy relevante ya que su filiación dentro de la gens Ulpia a través de su madre, su abuela y su tío abuelo Trajano otorgaba al Imperium de su esposo una legitimidad dinástica que él no tenía por linaje, a pesar de haber sido adoptado por Trajano.
Sabina, una vez muerta, recibió la consagración del Senado en el año 138 d.C. y, de forma inmediata, Adriano hizo acuñar monedas con la leyenda Diva Augusta Sabina. Fue la primera Augusta representada como diva y conducida al cielo por un águila.


La esposa de Antonino Pío, Faustina la mayor, murió en el 141 y fue inmediatamente consagrada y se le asignó un sacerdocio para la celebración de su culto, así como un templo y un altar. Su marido estableció en su honor una fundación alimenticia para chicas pobres. Se acuñó gran número de monedas con el nombre de Diva Faustina, que circularon a lo largo de todo el reinado de Antonino Pío e incluso posteriormente, en las que la emperatriz está representada como diosa y como personificación de virtudes.


Cuando Faustina la menor murió en el año 175 d.C. su esposo marco Aurelio pidió al Senado que decretase honores divinos. Fue divinizada por medio de la apoteosis, cuya representación iconográfica fue utilizada además como propaganda imperial a favor de la armonía de la familia imperial, y le dedicó en Ostia el templo de Venus y en Roma un altar donde los recién casados ofrecerían sacrificios la noche de bodas, quedando así el matrimonio bajo la tutela de la diva Augusta. En Ostia un decreto de los decuriones obligaba a los jóvenes recién casados a realizar actos de culto a los representantes de la concordia, Antonino y Diva Faustina.
"Se decretó por el Senado que se erigieran estatuas de plata de Marco y Faustina en el templo de Venus y Roma, y que se erigiera un altar donde todas las doncellas casaderas de la Ciudad y sus prometidos ofrecieran un sacrificio; además, que se llevase siempre al teatro, en una silla, una estatua de oro de Faustina, en cada ocasión que el emperador asistiese como espectador, y que se situara en el lugar especial donde ella había estado situada, en vida, para ver los juegos, y que se sentasen a su alrededor las mujeres más influyentes." (Dión Casio, Historia romana, LXXII, 72. 31. 1)


Para los cristianos el emperador era el soberano de las comunidades cristianas y su autoridad procedía de Dios, por lo que adorar al emperador sería cometer impiedad contra Dios, así como contra los dioses del panteón grecorromano. Para Tertuliano ni los dioses ni el emperador podrían conseguir para las comunidades cristianas la salvación eterna y, por lo tanto, no habría motivo alguno por el que ambos tuvieran que ser adorados o venerados, sino que debían ser los emperadores los que tendrían que adorar a aquel del que reciben la salvación. El emperador sería en definitiva un hombre y, al serle concedido el título de Dios, dejaría de ser emperador porque para serlo debe ser un hombre.
"No voy a llamar "dios" al emperador, porque no sé mentir, ni me atrevo a burlarme de él, y ni él mismo quiere que se le llame dios. Damos por supuesto que es un hombre; y al hombre le interesa someterse a Dios. Bastante tiene con que se le llame imperator: grande es este nombre que Dios da. Niega que sea emperador el que lo llama dios: porque, si no fuera hombre, no sería emperador. Incluso en el triunfo, cuando está en lo alto de su carro, se le recuerda que es un hombre, puesto que se le aconseja desde detrás: "¡Mira detrás de ti, acuérdate de que eres hombre!" (Tertuliano, Apologética, 33, 3)
Los emperadores siguieron recibiendo honores divinos hasta el final del período teodosiano. De hecho, se puede afirmar que la condición divina del emperador era uno de los fundamentos del principado y lo siguió siendo con la cristianización del Imperio. Las leyes sancionaban el carácter institucional del culto imperial para conformar un ideario político en una época de profundos cambios administrativos, sociales y religiosos.

Desde Constantino hasta Valentiniano III, excepto Juliano, todos los emperadores profesaron la nueva religión, pero continuaron recibiendo culto público por la mayor parte de los ciudadanos, independiente de su creencia, pues estos no tenían mayores problemas en rendirles honores divinos. Ello se debía a que durante el s. IV los emperadores cristianos hicieron muchos esfuerzos para aglutinar a toda la población en los rituales del culto, y para ello se apartaron de los símbolos que pudieran molestar a los cristianos. Tanto Constantino como su rival Licinio hicieron que las oraciones a favor del emperador recitadas por los soldados se realizaran en terreno abierto, no frente a las imágenes de los emperadores divinizados y el resto de dioses. Además, se eliminaron los sacrificios tradicionales, ofreciendo la posibilidad de integrarse en el culto a los soldados cristianos. Finalmente, los rituales paganos tradicionales se fueron diluyendo hasta integrarse en las festividades cristianas.
"Del Augusto Teodosio y el césar Valentiniano a Asclepiodotus, prefecto del Pretorio
En las siguientes ocasiones todos los entretenimientos de los teatros y circos se negarán a los habitantes de todas las ciudades, y las mentes de los cristianos y de los creyentes estarán ocupadas en el culto de Dios: a saber, en el día del Señor, que es el primero de la semana, en el natalicio y Epifanía de Cristo, y en el día de Pascua y el de Pentecostés,... y para que nadie piense que está obligado por el honor debido a nuestra persona,... o que a menos que intentase celebrar los juegos despreciando la prohibición religiosa, pudiera ofender nuestra serenidad al mostrar menor devoción hacia nosotros, que no dude nadie que nuestra clemencia se reverencia grandemente por la humanidad cuando se rinde culto al poder y bondad de Dios." (Código Teodosiano, XV, 5, 5)


La difusión del culto imperial por todo el Imperio ayudó a la cohesión social política de todos los territorios que lo conformaban. Para expresar la romanidad se producían manifestaciones religiosas cuyo parte central era un sacrificio en honor del emperador. Este sacrificio es el que los gobernadores provinciales exigen a los cristianos, como demuestra la carta de Plinio, siendo gobernador de Bitinia, que informa a Trajano sobre grupos de cristianos en su región y su actuación hacia ellos.
"Me fue presentado un panfleto anónimo conteniendo los nombres de muchas personas. Los que decían que no eran ni habían sido cristianos decidí que fuesen puestos en libertad, después que hubiese invocado a los dioses, indicándoles yo lo que habían de decir, y hubiesen hecho sacrificios con vino e incienso a una imagen tuya, que yo había hecho colocar con este propósito junto a las estatuas de los dioses, y además hubiesen blasfemado contra Cristo, ninguno de cuyos actos se dice que se puede obligar a realizar a los que son verdaderos cristianos." (Plinio, Epístolas, X, 96)
También, por ejemplo, en el ejército romano, se reservaba un lugar principal al emperador que era adorado en la capilla que presidía todos los campamentos legionarios junto con las águilas y otros símbolos militares. Los soldados romanos estaban obligados a prestar culto a las divinidades oficiales romanas. Como una forma de asegurarse la fidelidad de las tropas se cumplía con el ritual dedicado a los emperadores con un calendario lleno de festividades y sacrificios dedicados a ellos. En el Feriale Duranum, calendario de festividades de carácter militar o relativo a la colonia fundada en Dura Europus (Siria), se mencionan dos tipos de actos religiosos, la supplicatio, que consiste en la libación de vino y la combustión de incienso, y la immolatio, durante la que se sacrifica animales, generalmente, vacas, toros y bueyes.
El día antes de las nonas de abril (4 de abril), con motivo del natalicio del divino Antonino Magno, al divino Antonino, un buey.


La divinización de los emperadores no era bien vista por todos y encontraba detractores en diferentes ámbitos de la sociedad, como ya se ha visto con respecto a los cristianos. Pero también los senadores, opuestos al culto al emperador desde Augusto, que eran los encargados de aprobar la concesión de la consagración del difunto emperador, generalmente se siguieron oponiendo a ello, independientemente de las virtudes y defectos del gobernante en cuestión. Así sucedió en el caso de algunos emperadores como Adriano.
"Cuando el Senado objetó el conceder honores divinos a Adriano tras su muerte, basándose en ciertos asesinatos de hombres eminentes, Antonino les dirigió muchas palabras con llantos y lamentos, y dijo finalmente: "Pues bien, no os gobernaré, si a vuestros ojos se ha convertido en objeto de odio y enemigo público. Ya que, en tal caso, por supuesto que tendréis que anular todos sus actos, uno de los cuales fue mi adopción ". Al escuchar esto el Senado, tanto por respeto al hombre como por cierto temor de los soldados, concedieron los honores a Adriano." (Dión Casio, Historia romana, LXX, 1, 2-3)

Bibliografía


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https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=106449, PLOTINA, SABINA Y LAS DOS FAUSTINAS: LA FUNCIÓN DE LAS AUGUSTAS EN LA POLÍTICA IMPERIAL; María José HIDALGO DE LA VEGA
https://e-revistas.uc3m.es/index.php/ARYS/article/view/2918/1626; El culto a los emperadores en el ejército romano: el caso del Feriale Duranum; Fernando Lozano Gómez
https://e-revistas.uc3m.es/index.php/ARYS/article/view/5590; Humillados y ofendidos. Cris tianos, judíos y otros contestatarios al culto imperial; Fernando Lozano
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5013364, AUGUSTUS AND THE CULT OF THE EMPEROR; Duncan FISHWICK



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