Revista Filosofía

Constancia y disciplina

Por Hetairo


César Ricardo Luque Santana
Conversando en el Café Diligencias con mi amigo el oftalmólogo y periodista Arturo Camarena y otros contertulios, éste comentaba que es más difícil saber escribir que saber leer, pero que en ambos casos se necesita constancia, aseveración con la estuve de acuerdo con él, pero en vez de la palabra “constancia” utilicé la palabra “disciplina”, a lo que él me señaló que era más apropiado hablar de “constancia” que de “disciplina”, porque según su interpretación, ésta última implicaba castigos corporales. La disciplina es vista por él como un sometimiento forzado que quebranta la voluntad del individuo. Yo no estuve de acuerdo con su apreciación porque me parece reduccionista la valoración que hace de esa palabra, y como contraejemplo, le mencioné que existía la autodisciplina, donde uno mismo sin mediación de nadie y por ende sin recibir castigos o amenazas, podría autorregularse en su comportamiento o actividades para poder sobresalir. En otras palabras, sostuve que la disciplina no implica necesariamente una violentación de la persona, o si se prefiere, que no tiene necesariamente connotaciones negativas, ni siquiera cuando supone sujetarse a algunas reglas.
Ahora bien, como también le había dicho que todavía no tenía tema para esta semana, lo cual era relativamente cierto respecto de la revista en la que ambos colaboramos, “El Vocero del Norte” de nuestro amigo mutuo el Maestro Juan José Ley Mitre, me dijo que escribiera sobre el significado de esas palabras, cosa que acepté y que aquí presento sosteniendo mi postura original de que dichas palabras significan cosas diferentes, y particularmente, de que la noción negativa que él tiene de la palabra “disciplina” es errónea. Para esto debo decir que la palabra “disciplina” la mencioné en dicha plática a propósito de una cita de Nietzsche que leí en el interesante libro de “El filósofo y el lobo” de Mark Rowlands, en un pasaje donde está defendiendo el adiestramiento que le dio a su lobo negando que con ello estuviera quebrantando el espíritu de éste, sino que al contrario, lo estaba preparando para sobrevivir en un contexto no natural, y ahí es donde él mete la referencia a Nietzsche donde éste decía que es “una dura verdad que los que no son capaces de disciplinarse (educarse) a sí mismos, habrán de ser disciplinados (educados) por otros”, lo cual yo interpreto de que si nosotros como pueblo no hacemos ciencia y tecnología, dependeremos de los que si lo hacen; que si nosotros en nuestra institución no construimos nuestros propios modelo académico, nos impondrán uno ajeno; que si en lo personal no nos atrevemos a pensar por nuestra cuenta, otros lo harán por nosotros; que si delegamos todo el poder a los políticos, harán con nosotros lo que les dé la gana; en fin, que todos los vacíos tienden siempre a ser llenados por alguien. Ese era el sentido del término “disciplina” al que yo aludía, donde si uno no desarrolla un espíritu independiente vive esclavo de los demás, pero esto implica forjarse hábitos y actitudes de orden, consistencia, intencionalidad, voluntad, autoexigencia de rigor, etc., pues nada se da gratuitamente o sin esfuerzo.
Pero, ¿qué significan constancia y disciplina? Antes de responder a esta pregunta desde mi perspectiva, sabemos que las palabras denotan y connotan, es decir, tienen una morfología y determinados significados literales, pero en contextos distintos, una misma palabra puede significar cosas diferentes. Dicho lo anterior, expongo lo que entiendo por ambas palabras y qué relación tienen.
Disciplina es una palabra que procede del latín y significa originalmente “instrucción dada a un discípulo”, siendo su raíz discere que quiere decir “aprender”. Se le define por tanto como la capacidad de saber canalizar los esfuerzos propios para conseguir un fin, lo que implica que el individuo debe regular u ordenar su conducta para lograr con eficiencia y eficacia lo que se propone, sea un estudiante, un intelectual, un deportista, un artista, un militar, etc. Ciertamente la palabra disciplina tiene connotaciones negativas porque se le asocia a prácticas autoritarias como en ámbito militar, en las el ejercicio verticalista del poder de las sociedades totalitarias o con los viejos métodos escolares que se basaban en el precepto de “la letra con sangre entra”.
Disciplina es entonces sinónimo de orden, y aunque ser ordenado es difícil en todas las actividades -aunado de que a veces el orden es impuesto por la fuerza- hay la idea de que la disciplina es algo negativo porque coarta la libertad de las personas. Sin embargo, no necesariamente los medios para lograr ser ordenado son violentos o implican castigo, aunque hacerse ordenado resulta duro y sufrido, pues hay una tendencia “natural” al mínimo esfuerzo, a obtener las cosas sin sacrificios, pero el esfuerzo en sí mismo, aunque resulte doloroso o duro, puede ser placentero cuando se obtiene el fin propuesto. De hecho, solemos valorar más lo que nos cuesta más trabajo que aquello que nos es dado sin hacer esfuerzo alguno. Así por ejemplo, un atleta que se entrena duramente con una dieta rigurosa, con determinados ejercicios, con jornadas de ocho horas diarias, etc., seguramente estará en condiciones de tener éxito en su actividad gracias a que siguió una disciplina, y no tanto por la mera constancia que no indica más que frecuencia y regularidad, es decir, que no incluye estrategias, ni objetivos.
Si un deportista quiere ser atleta de alto rendimiento o un estudiante o un intelectual desean sacar el mayor provecho posible a su actividad, necesitan ser ordenados o disciplinados, esto es, seguir ciertas rutinas de trabajo, desarrollar determinados hábitos, trabajar invariablemente una determinada cantidad de horas al día, etc. Por ello se considera que en la ciencia y el arte no hay inspiración pura sino trabajo arduo y sistemático; que es un mito esperar pasivamente a que Las Musas se presenten para tener inspiración, porque nada cae del cielo como milagro si no hay una trabajo acumulado de por medio y ciertos fines u objetivos que le den rumbo al mismo. De nada sirve el talento sin el trabajo disciplinado, organizado, constante y metódico. Ahora bien, tal vez alguien sin talento tampoco pueda ser creativo por más disciplinado que sea, quizás se requiera un “don”, vocación o interés para ello, pero es de esperar que quien se mete a fondo en alguna actividad, es porque implícitamente tiene un gusto para ello, aunque nuevamente se podría decir que en este caso se trataría de una autodisciplina porque por ejemplo, un estudiante puede tener interés por su carrera, pero sus malos hábitos de estudio provocan que por sí mismo no haga las cosas a conciencia, sino que requiere de que externamente se le obligue a ello, lo que significa que tiene que sujetarse a ciertas normas y parámetros asumiendo las consecuencia si no cumple con ellas, pero esta “coerción” no significa que se tengan que usar métodos violentos, de manera que las exigencias de estudio en una escuela, por rigurosos que sean, no debe ser visto como un atropello o algo así, pues si en este caso se prefiere la permisibilidad en aras de una supuesta “libertad”, se estaría apostando por la mediocridad. Lo ideal sería desde luego que el estudiante tuviera iniciativa propia y estudiara por el mero placer de aprender, en el entendido de que lo demás se da por añadidura.
Ser constante por su parte es ser perseverante, pero constante es quien habitualmente lee y/o escribe, como el que acude diariamente al Café a distraerse con sus amigos. Ciertamente, no solemos ver la constancia o perseverancia en términos negativos, pues para ello usamos otras palabras, por ejemplo, para quien fuma mucho decimos que es un fumador empedernido o quien bebe mucho alcohol decimos que es un bebedor consuetudinario o quien se empecina por un procedimiento que no da buenos resultados decimos que es un necio, etc. Pero aún admitiendo el sentido positivo de la perseverancia, ésta no es suficiente por sí misma porque de poco sirve leer mucho si se hace sin ton ni son, sin propósitos preestablecidos, si no se es metódico, organizado, etc., porque el esfuerzo realizado termina fugándose por todos lados, ya que no se acumula en una única dirección para generar un producto específico, que es lo que sí se hace con la disciplina intelectual, artística, deportiva, etc., de manera que desde esta perspectiva, la constancia sería parte de la disciplina, mas no son contrarias ni equivalentes. Ser constante o perseverante es un hábito necesario para lograr una buena disciplina, pero ésta requiere otros hábitos y actitudes más como los ya aludidos, además de dominar algunas habilidades o técnicas específicas.
Concluyo diciendo que comparto con el Dr. Camarena su idea de que la constancia o perseverancia ayudan significativamente a mejorar la capacidad de escribir (y de leer), pues la práctica hace al maestro como dice el adagio popular, pero discrepo de su noción negativa de la disciplina por todo lo anteriormente expuesto.


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