La imposibilidad de la reseña deriva de la imposibilidad de la obra.
Nota: leer la obra de Javier Avilés es como pasear por un campo de minas con la intención de volar por los aires. No es inteligente pero a algunos nos gusta.
En la literatura española hay escritores buenos, malos y regulares. Lo que no suele haber son escritores únicos. Y tampoco libros que son concebidos cómo únicos. Javier Avilés y Constatación brutal del presente son la excepción. Estoy convencido que el autor es de esa clase de narradores que sabe que lo suyo no es contar historias sino destruirlas, consciente de que el tiempo de la novela ha finalizado y que sólo nos queda la hecatombe literaria [y quizá por eso humana].
Porque Constatación brutal del presente es una novela experimental que juega con el lector de principio al final y que le sumerge en un mundo de ciencia ficción, sabotaje, pérdida de identidad, bloqueo de la percepción y caos narrativo como pocas veces se ha visto en este país [si fuera norteamericano estaría ocupando una cátedra en alguna de sus prestigiosas universidades].
Y lo hace de una manera bestial [que no siempre acertada] mezclando historias y narradores, valiéndose del cine como referencia, hurgando en la barbarie individual y colectiva, conocedor de que el lector que acabe su obra no será el mismo[probablemente ya no será], como tampoco lo será la literatura tras la bomba digital que nos viene encima y que finalizará con los lectores tradicionales y con la industria editorial.
[Aquí termino. El resto no tiene importancia. Ni la trama, ni los personajes, ni el estilo, ni el lenguaje. Todo eso es accesorio en esta novela apocalíptica].
Constatación brutal del presente
Javier Avilés
Editorial Libros del Silencio
Págs. 168