Ir y volver de mi trabajo implica viajar en subte.
También, implica atravesar la ciudad viendo los puestos de vendedores ambulantes; que aprovechando en caudal de gente, ofrecen sus mercancías. Hasta ahí, no vemos problema alguno. Cada quien tiene derecho a vender lo que le plazca.
El problema —mi problema, para ser exactos—; es cuando viendo lo que se vende, me imagino diálogos.
Por ejemplo, aquí, el de gris decía: —Estér, ¿por qué me ignorás?—