Revista Cultura y Ocio
El artículo 16 de la Constitución Española dice que «Ninguna confesión tendrá carácter estatal»; pero la única mención de la Iglesia Católica que existe en el texto constituyente está en ese mismo artículo para salvaguardar los acuerdos franquistas con la Santa Sede: «Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones». Casi nadie habla hoy de esto en la campaña electoral. No lo encuentro destacado en los programas de los partidos políticos. Supongo que porque la coherencia no es prioridad. Tampoco lo es la reforma de la Constitución ni del Senado, entre otras minucias. El único candidato para las próximas elecciones que ha publicado una postura clara en estos términos de la aconfesionalidad del Estado no es político profesional. Es Fernando Savater, que el pasado día 24 de noviembre publicaba en El País un artículo titulado «Aulas y púlpitos» en el que decía que «Hay que suprimir cuanto antes los acuerdos de España con la Santa Sede». El PSOE lleva denunciar dichos acuerdos en su programa y Podemos dice anular lo que nadie menciona en campaña. Insisto, nadie, por el momento, en público, ha hablado tan claro sobre que el Estado Vaticano es «la única teocracia vigente en suelo europeo, antidemocrática puesto que no respeta en sus elecciones a cargos públicos, derechos humanos fundamentales como la igualdad de los sexos o la libertad de conciencia, que se ha negado a firmar algunos de los tratados más importantes sobre estas cuestiones suscritos por las democracias de todo el mundo. ¿Por qué tiene España que mantener acuerdos privilegiados con semejante entidad, que representa lo contrario de lo que deseamos para las instituciones de nuestro país y de Europa?» Parece que decir esto no interesa en campaña. Además, afecta a la mejora de nuestra Constitución.