Cuando despedía estas paredes, me entristecía sólo pensar que mi hogar no iba a ser más mi hogar. Me apego a los lugares, los hago míos, me atrapo y me uno, a veces obsesivamente. Quizá. Pero necesito sentir que mi espacio es plenamente mío. Me aterraba no sentir que mi próxima casa pudiera ser mi casa. Tardé unas semanas en creer que podía lograr volver a hacer mío un lugar y antes del traslado, visualicé perfectamente como sería ese nuevo lugar. Cuando lo vi por primera vez, supe ver vida en él. La mía entre esas paredes y esos suelos de mosaico, clásicos de Barcelona que tanto amo. Lo vi y dije 'mío' en silencio, mentalmente mientras me despedía de la chica de la inmobiliaria. Muchas cajas, muchos viajes y al final, esto.
Fotos: Anna Alfaro