Desde que tengo memoria he escuchado que estamos en crisis, que “la cosa está difícil” y que la inflación nos mata poco a poco. Es como una pista de audio infinita que me acompaña desde la infancia y que no por ello debo asimilarla como parte de mi sistema de creencias.
Como muchos otros temas: política, religión, sexualidad; trato de ver este fenómeno como algo impersonal, digno de estudio. Me subo a un dron imaginario y lo observo desde otra perspectiva.
Frente a este escenario apocalíptico me hago una pregunta ¿cómo es que en países ricos hay gente tan pobre y viceversa? Y no con esto quiero decir que Venezuela sea actualmente un bosque de lavanda o la casa de los ositos cariñosos; hablo de la actitud frente a las vicisitudes.
Tomando en cuenta nuestro entorno y necesidades concretas, debemos echar mano de la creatividad y la proactividad. Ver más allá del autocompadecimiento y entender que
la inacción es inversamente proporcional a las posibilidades de éxito.
Si te quedas o te vas, debes navegar en un océano de variables que escapan a tu control; debes asumir el costo (esfuerzo) que conlleva alcanzar las metas propuestas.
El tema es que no puedes sentarte a esperar un momento que no existe, una suerte de revelación providencial que te tome de la mano y haga todo por ti.
Las personas exitosas saben que su bienestar está vinculado a las acciones que tomen; a la forma de administrar esas variables autónomas y mover las velas para aprovechar el viento y llegar a puerto seguro.
La historia está llena de ideas que no llegaron a concretarse y también de líderes que salieron a buscar su “momento” para lograr sus objetivos.
Entonces ¿qué haces allí parado lamentando tu suerte? Sal a comerte el mundo y a generar situaciones que impulsen tu futuro.
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¡Éxitos!
Photo: Pixabay
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