Hay algunos recuerdos que son imborrables, sobre todo los de la niñez. Espero que no sea sólo mi caso, pero si no me equivoco, tengo imágenes claras desde que tenía unos dos años de edad.
Vivimos tiempos en que los cumpleaños infantiles se celebran por todo lo alto (un poco menos por la crisis en la que está inmersa España) y los padres se/nos sumergen en una espiral de competitividad festiva. Fulanito, que cumple 3 años, los festeja en la tienda “Pizza Birth-day” en la que luego de seleccionar entre uno o dos triángulos de los 32 sabores de pizza ofertados, puede montar en helicóptero mecánico, dar vueltas en el tiovivo con luces de neón o montar en un poni verdadero. Festejos en cines con palomitas, película, tarta y gafas de 3D incluidas… o hasta en una peluquería infantil en la que los asientos son coches con ranura para monedas y mientras te ponen la melena a punto, pasan por una pantalla tu serie favorita del Disney Channel y te obsequian con una piruleta de tantos colores que vaya uno a saber cómo diantres entraron allí todos juntos.
Mi post de hoy no busca criticar lo vigente y dar la matraca acerca de la remanida frase de que “todo lo pasado fue mejor” sino de construir recuerdos.
Hablando de recuerdos infantiles, os contaré de mis cumpleaños.
Tuve dos cumpleaños oficiales y festejados, uno a los 10 años y otro a los 15. Festejos como tales se consideran estos en los que elaboras una lista de invitados, tienes tarta (torta), regalos y unas mesas con comida dispuesta para la ocasión.
Esos dos cumpleaños fueron especiales sobre todo por las fotos que tengo cuidadosamente escondidas de la curiosidad insistente de mis hijos y lo poco agraciada que resulté en ellas.
El día de mi cumpleaños es en noviembre, el 19. En Argentina es primavera y en Mendoza es una jornada calurosa y seca. Contaba cada día, desde que era el 19 de octubre, para realizar la cuenta atrás hasta el día señalado.
Era la época de fin de clases y yo esperaba en ese día sólo una cosa: una torta enorme (tarta) rellena de dulce de leche casera. Además de recibir el canturreo del “Que los cumplas feliz…” de la familia, si la torta era lo suficientemente grande alcanzaría para comer una porción entre todos y el resto lo ponía en la nevera y me aseguraba desayunos y meriendas inolvidables con unos trozos de tamaño considerable. ¡Qué feliz era con mi torta!
Y, si tenía algún regalo, (no recuerdo que fueran algo predominante) era más feliz aún.
¿Eran mis padres conscientes del recuerdo que se urdía en mi mente? No lo creo. Imagino que entre sus múltiples obligaciones trataban de hacer mi tarta de cumpleaños como la había pedido, dándole relativa importancia, sin saber que se trataba de una tradición familiar incipiente.
Es bien conocido que las rutinas aportan seguridad y que algo que nos puede parecer insoportable cuando entramos a la vida adulta es especialmente importante cuando somos pequeños.
¿Qué son las tradiciones?
Las tradiciones familiares forjan la identidad de nuestra familia mediante normas, hábitos, rutinas y celebraciones que ayudarán a crear recuerdos infantiles, sentido de pertenencia y lazos perdurables.
Tradiciones más comunes
-Cumpleaños
-Bautizos
-Comuniones
-Bodas
-Funerales
-Vacaciones
-Nacimiento de un niño
-Graduaciones
Entorno inmediato
Una forma de introducir a los niños a las tradiciones familiares será explicar la razón del próximo evento festivo. Si se aproxima una comunión podemos mostrar fotografías de otras comuniones, incluso de la nuestra –si la tuvimos-, repasar la lista de invitados, la comida que se servirá y cómo ha ido cambiando esto en la familia a lo largo del tiempo.
También lo que se espera de ellos en cuanto a comportamiento, lo que deberían hacer y cuáles son las ventajas de estar todos juntos.
Crear tradiciones
Podemos crear nuestras propias tradiciones y darle relevancia a otras fechas que no sean las habituales. Es aconsejable elegir un día y marcarlo en el calendario o correremos el riesgo de que la tradición se diluya ante tantas ocupaciones y la crianza de niños pequeños.
Con mi hija mayor tenemos la de “Día de chicas” en la que vamos a la peluquería, al cine o nos hacemos un tratamiento de spa sólo para nosotras. El objetivo es pasar tiempo juntas y hacer alguna cosa divertida.
Otra que me encanta y que disfruto mucho es la “Mañana de Reyes”, en la que los niños abren los regalos y nosotros junto a ellos, y luego de esto bebemos chocolate caliente con nata y fideos de colores y Roscón de Reyes casero.
Los domingos solemos jugar a juegos de mesa y cualquier otro juego como “Lanzar el peluche” que ha sido todo un éxito desde que descubrimos que jugar lanzando un balón en el salón no es algo muy recomendable.
Otro de nuestros juegos estrella es “Mamá monstruo” y generalmente tiene lugar tras la comida. Es el momento en que mamá va contra todos los niños. Intento atraparlos mientras ellos corren y luego hay una captura con cosquillas, mientras gritan socorro y los demás hermanos hacen de salvadores del hermano rehén. Muchas veces los pesco a ellos jugando al mismo juego con los demás hermanos.
Otras cosas muy sencillas que estoy experimentando son:
· Comer con los niños cada día y que me cuenten su recreo… ¿con quién jugaron? ¿a qué?
· El cuento por las noches antes de dormir (esto en nuestra familia lo hace papá).
· Las canciones para dormir. En lugar de “nanas”, he introducido canciones infantiles del patio de mi colegio (“Arroz con leche”, “la blanca paloma”, “Farolera…”). Mi esposo que tiene alma de trovador, improvisa canciones que no soy capaz de reproducir.
· En la primavera, hacer el camino al colegio andando en lugar de usar el coche. Así tenemos oportunidad de hablar sin otras distracciones, hacer carreras y reírnos.
Las actividades sencillas son una buena oportunidad para enseñar, aprender y compartir.
¿Eres consciente de que en muchas ocasiones estás construyendo recuerdos para tus hijos? Recuerdos en los que se refugiarán o evocarán cuando los vientos de la vida soplen fuerte y corra peligro su identidad, valores y esencia.
¿Has caído en la cuenta que puedes dirigir algunos de esos recuerdos? ¿Qué puedes idear actividades que se transformen en tradiciones? ¿Cuáles son tus recuerdos o tu experiencia al respecto?
"La memoria es la identidad. En la infancia se determina nuestro ADN".
Julio Llamazares