Revista Sociedad
Desde que me fui de Colombia -hace ya siete años- la gente y los lugares que he visto comparten un lugar muy especial en mi corazón. Los lugares en los que he vivido, a pesar de ser muy diferentes, han sido todos muy especiales para mí y la gente que he conocido a lo largo de mis andanzas siempre estará presente en mi mente. Todo ello hace parte de mí y de quien soy ahora.
Sin embargo, Colombia y los colombianos tienen un lugar distinto en mi mente y en mi corazón, en ellos Colombia es mi familia y siempre será mi casa, mi mundo, de alguna forma. Aunque los impulsos patrióticos exagerados me molesten, yo amo a mi país, lo quiero con ternura, con rabia, con la cabeza y con el corazón.. y tanto así que a veces, ¡ni yo misma lo entiendo!
Y fue por culpa de ese amor extraño que me metí en este rollo, trabajé sin parar toda la semana pasada, para que cuando llegara el buque Gloria a Martinica todo saliera perfecto.
Todo empezó con un tweet que recibí donde decía que el buque haría la última escala de su crucero 2011 en Fort-de-France, Martinica. Tras esto, empecé a buscar más información pero no encontré nada, nadie parecía estar a tanto de la llegada del navío. Dejé mensajes por todas partes, mandé mails, llamé a la escuela naval y cuando ya me iba a rendir se me ocurrió llamar a la embajada de Colombia en París.
Según la embajada, el Gloria venía para la isla, pero como aquí ya no había cónsul, pues no sabían que hacer, algo así como que yo les caía del cielo, ¡un contacto en la isla! Claro que yo, hace solo dos meses que vivo aquí y pues no sabía muy bien que hacer para ayudar.
Sobre todo que cuando empecé a intercambiar mails con el buque, ya iban casi llegando, les quedaba unos cuatro días de navegación y dos de fondeo frente a la isla. Eso no me daba mucho tiempo para organizar una llegada digna del Gloria: ceremonia de entrada al puerto, almuerzo a bordo con las autoridades militares y civiles de la isla, visitas diplomáticas, visita del público…
Glups..
Sea lo que sea, sentí que tenía que hacer algo, pues desde que salí del país no he dejado de quejarme de la mala imagen que todo el mundo tiene de Colombia, de la mala reputación y los estereotipos fastidiosos que persiguen a los colombianos, por eso no lo pensé tanto y cogí el teléfono, decidida a llamar al alcalde para invitarlo al almuerzo a bordo, luego de varias etapas de espera en el teléfono, su secretaria me responde:
-¿tiene una invitación oficial que pueda enviarnos por fax?-Pues este yo..-¿Usted es un representante diplomático?-mh como le explico señorita…
Continuará¡No te pierdas el resto de la historia y el álbum de fotos! ¡vuelve pronto!