Tacaño, gorrón, pajillero compulsivo, cínico, egoísta a ultranza, vago hasta guardar una botella de meados en el armario por no salir al water… La verdad es que la ristra de calificativos que se le pueden endosar al señor Joe Matt no es precisamente un rosario de halagos, pero lo cierto es que todos salen de él mismo. Toda su obra es un ejemplo de exhibicionismo voyeurista casi masoquista, componiendo un retrato de sí mismo atroz y autodestructivo. Alumno aventajado de Robert Crumb, Justin Green o Harvey Pekar en la exposición de sus miserias, Matt lleva el ejercicio de ostentación impúdica a tal extremo que se reconvierte en un anómalo e incongruente síntoma de honestidad. Quizás la única que es capaz de reflejar, un único espacio de integridad que paradójicamente se vuelve contra él en ese mejunje entre existencia real y ficcionada que es Peepshow, la vida de Joe Matt, perdiendo amigos y relaciones por su supuesto compromiso con el desconocido que lee sus peripecias vitales. Por todo esto ya valdría la pena leer a Joe Matt, aunque sólo fuera como contrapunto en quien ver a alguien que siempre estará peor que nosotros. Sin embargo, para el aficionado a los cómics, los tebeos de Joe Matt presentan un añadido sorprendente, un extra que transforma su lectura en un ejercicio casi metalingüístico: su relación con Chester Brown y Seth. Extraño trío de amigos que aparece de forma repetida en sus obras (lógicamente) y que convierten la lectura de Peepshow o este Consumido que edita Fulgencio Pimentel en el reflejo de las bambalinas del creador, el testimonio de lo que ocurre en el otro lado del papel. Un trío que además complemente a la perfección sus obsesiones, pero en el que Matt actúa de extraña argamasa que cimenta y da sentido: frente a la reflexión angustiada ante la propia existencia de Brown, siempre en círculos alrededor del sentimiento de culpa cristiano o la huída espantada de la realidad circundante hacía un mundo ficticio del pasado de Seth, Matt aporta no sólo la realidad, la de verdad, la que se toca y se siente, sino un componente de reflexión sobre la obras de los tres autores que es imposible de obtener en solitario de cada uno. Una aproximación distinta que relaciona autor con obra de una manera muy diferente a la habitual, que no busca la morbosa anécdota, sino que consigue entender esas neuras vitales desde lo cotidiano (por desgracia, en nuestro país queda inédito ese extraño experimento que es Joe Matt’s ‘Jam’ Sketchbook, donde los tres autores interactúan en un cadáver exquisito -junto a amigos de la talla de Max, Julie Doucet, Gilbert Shelton o incluso ¡Will Eisner!- dando todavía más sentido a ese trío particular de creadores cohesionado por Matt).
La virtuosa edición de Fulgencio Pimentel (¡un premio ya a la mejor edición para este hombre!) de Consumido es un excelente momento para acercarse a la obra de Joe Matt y, de paso, recuperar a Chester Brown y Seth. (3)