La mala iluminación se considera signo de poca capacidad económica, pues una ciudad (o zona rural) que quiera parecer próspera e importante difícilmente encajaría con una situación de poca luz en las calles. Además, la asociación entre grado de iluminación y seguridad vial ha creado un estado de opinión a favor de la sobre iluminación.
A esto se le debe añadir la iluminación adicional de temporada, como es el caso de las fiestas de Navidad. Evidentemente, desde aquí no entraremos a discutir la relación entre iluminación extra y buenos resultados comerciales, pero sí parece que algo se debería poner en cuestión.
La contaminación lumínica es la emisión de flujo luminoso de fuentes artificiales nocturnas en intensidades, direcciones o rangos espectrales innecesarios para la realización de las actividades previstas en la zona en la que se han instalado las luces.
Siempre se detecta por un aumento de brillo del cielo nocturno, causado por la dispersión de la luz artificial en los gases y partículas del aire a causa de un mal alumbrado.
La magnitud que permite cuantificar mejor la contaminación lumínica es la emisión de flujo superior (lumen) o flujo luminoso que emite hacia la bóveda celeste sin ninguna utilidad. Evidentemente esta emisión no es producto únicamente del alumbrado público, sino que puede incrementarlo en gran medida el alumbrado de gestión privada para fines publicitarios u ornamentales.
Este problema de la contaminación lumínica ha sido denunciado reiteradamente por los astrónomos. Ciertamente, desde una zona urbana media, hoy en día es casi imposible de hacer ninguna observación astronómica, algo que es reivindicado por la comunidad científica.
Cuando el alumbrado eléctrico envía, de forma directa o indirecta, luz hacia arriba y no hacia abajo, se está produciendo contaminación lumínica. Esta contaminación se traduce en una serie de problemas como las dificultades de observación astronómica, el derroche energético y económico, posibles molestias a los vecinos (intrusión lumínica), aumento de residuos tóxicos (lámparas de mercurio tirados) o disfunciones en la biodiversidad del entorno.
La contaminación lumínica es un problema global que, como ocurre a menudo, hay que resolver desde actuaciones locales. Los gobiernos municipales deberían de usar luminarias con orientación de flujo hacia abajo (los de tipo globo son inadecuados), eliminar las pantallas ineficientes, evitar o minimizar el alumbrado monumental y publicitario enfocado hacia arriba, reducción del flujo luminoso por la noche o sustitución de lámparas de mercurio por las de sodio de baja presión
Es cierto que en los últimos años los ayuntamientos han tenido mucho más cuidado en la eliminación de la emisión de flujo superior, que ha derivado en una reducción importante de la contaminación. Quizás no se puede decir lo mismo con respecto a la reducción del flujo de intrusión.
Como se ha dicho previamente, el alumbrado nocturno funciona durante 4300 horas anuales, cifra que nos lleva a un consumo innecesario de energía eléctrica (por contaminación lumínica) de 114 millones de kWh/año. Este derroche energético, indirectamente produce una huella en el medio ambiente derivado de la producción de esta energía eléctrica.
La vida nocturna es especialmente activa en el medio natural. La oscuridad es el condicionante principal del hábitat de muchas plantas y animales. En muy pocos años, este hábitat está desapareciendo, ya que en lugares antes en la oscuridad ya no existe y esto provoca mermas poblacionales de algunas especies, incluso su desaparición.
Existen especies de insectos, como los lepidópteros, encuentran en la oscuridad su medio más apropiado para encontrar comida o para aparearse, y todo ello al abrigo de los predadores que necesitan de luz para cazarlos.
Un problema que afecta fundamentalmente a los insectos puede parecer un problema menor, pero no es así si se tiene en cuenta que los insectos son la base de la alimentación de gran cantidad de animales, incluso de mamíferos.
Las longitudes de onda bajas (por debajo de 400 nm) azuladas y blancas, como las de mercurio son apreciadas por la inmensa mayoría de insectos, incluso cuando no las captamos los hombres. Los insectos pueden llegar a cambiar su ciclo circadiano y su comportamiento (como la reproducción, alimentación, vuelos, etc.) o daños en las retinas de los insectos por citar algunos ejemplos. Estas trampas lumínicas para los insectos, hacen que las ciudades se conviertan en sumideros donde los insectos terminaran muriendo. Una forma de mitigar estos efectos sería utilizar sólo la iluminación necesaria y optar por luces que tengan bajo componente ultra violeta (UV) o azul, tales como las luces cálidas.
Lejos nos encontramos de ese pasado en el que nuestros ancestros podían sobrecogerse por la contemplación del firmamento y disfrutar de él. El progreso no tiene que estar enfrentado con la hermosura de nuestro frágil planeta y debemos poder encontrar para ello el modo de no romper ese equilibrio con la naturaleza.