Antes, cuando el mundo tenía un ritmo más sosegado, cuando todavía tenía algún sentido aquello de “Cuenta hasta 10 antes de hacer algo de lo que después puedas arrepentirte” eso de reaccionar a lo bestia en las redes, como un hooligan cualquiera, estaba mal visto. Más que nada porque si después tenías que envainártela sentías cierto bochorno. ¿Sorprendente, verdad?
Era un tiempo en el que se consideraba de buena educación eso de ser reflexivo, tomarse un tiempo y sopesar las cosas en su justa medida – no, no sucedía casi nunca pero estaba bien visto intentarlo- Ahora parece que estemos en el extremo contrario. Nos hemos instalado en el “Fast Food”, todo es para ya, sin pensar. Todos sabemos tanto de todo que no podemos tardar ni dos decimas en opinar de algo, como si se nos pasase el turno. Y así nos luce el pelo. Desde el vendedor que quiere que tomemos una decisión que nos mantendrá enredados durante años en segundos hasta los programas de la tele en el que se opina de todo sin contrastar, sin saber siquiera si es verdad o se parece lo que cuentan. Entre todos nos han metido el estilo “Sálvame” como el esquema a seguir en todo. Se han cargado el rigor, no les importa, saben que sólo nos quedaremos con el titular porque no nos da la vida para procesar tanta información, entenderla y si se tercia, comentarla. Nos han convertido en devoradores de información sesgada que después repetiremos de la manera más salvaje posible amparados en el anonimato que creemos que nos dan las redes. Somos como haters profesionales al servicio de terceros, pero sin sueldo.
¿Qué porqué te cuento ahora este rollo? Te parecerá una frivolidad pero resulta que el sábado me plante cara la tele para ver el BenidormFest y me quedé sorprendido por el triunfo de Chanel (Confieso que uno tenía predilección por Tanxuguerias) pero de ahí a tomárselo como una afrenta gravísima o como una cuestión de Estado en la que intervienen hasta los sindicatos que se quedan sentaditos en otros asuntos, va un mundo.
Los haters se pusieron manos a la obra desde el minuto 0 con una campaña de acoso y derribo desproporcionada que no se había visto desde tiempos de Maria Antonieta. Parece que de repente nos vaya la vida en un festival de canciones. Puede que otros trabajos fuesen más reivindicativos, con más fondo, o que simplemente te gustase más pero parece que nadie haya parado a pensar en el trabajo ingente que supone presentar una canción al festival sea o no la ganadora y que el esfuerzo debe ser reconocido. Pero eso ahora ya no se lleva, nos quedamos en lo superficial que permite a demasiados salir a las redes a zurrar a Chanel como a una piñata.
Lo peor es que esto no es más que un reflejo de la sociedad visceral e irreflexiva en la que hemos acabado en manos de vete a saber quienes. Pero lo que parece claro es que si esto ocurrió en un festival, no se que podría pasarnos en algo más serio pero seguro que nada bueno, por lo pronto no ha faltado demasiado para que se viese algún tío vestido de búfalo en el ayuntamiento de Lorca. Igual deberíamos tirar el freno y volver a aquello de contar hasta 10 antes de abrir fuego.