Revista Opinión
Decía yo, el otro día, que nunca he iniciado una pelea pero que tampoco nunca, la había esquivado.“Anónimo dijo...Algo te debe ocurrir, Palazón, que tardas en colgar la vomitona. Ya toca.Será que la tienes escrita con esos insultos, que son descripciones, indiscriminados contra los/as participantes del blog de D. Manolo Saco.Eso te pone.No necesitas pastilla azul. Lo de Priapo, una broma. Lo tuyo se pone más alto y enhiesto que el Ciprés de Silos.24 de enero de 2011 20:20".Pues ¿sabes lo que te digo?, que tienes razón. “In illo tempore”, en aquel tiempo, ya habrían salido de mi teclado sapos y culebras, pero, hoy, me tenéis pasmado con vuestra frenética actividad insultante.Tan alucinado estoy con lo que hacéis todos allí, en el chat de Saco, que no acierto a reponerme del asombro que me produce contemplar cómo gentes que se consideran a sí mismos no ya sólo civilizados sino, además, progresistas, no sienten esta misma repugnancia que experimento yo ante la conducta de un señor que, ojalá fuera que hubiera perdido totalmente la razón porque, entonces, le ampararía la eximente completa del Código penal y de cualesquiera de las leyes morales, pero, desgraciadamente para él, no es así, todo lo contrario, en la sarta de todos esos soeces insultos que enfila uno tras de otro no se evidencia más que:1) que su desdichada infancia le privó de adquirir las normas indispensables para una adecuada convivencia fuera de las jaurías de perros salvajes, de las que siente tanta nostalgia que se intitula a sí mismo como un maldito bastardo,2) que su ciego intento de arremeter con la más criminal de todas las intenciones posibles en este mundo, como esa auténtica fiera salvaje y resentida que es, trata de que los demás paguen, de alguna manera, todo lo que él cree que la vida le debe por aquella tan triste infancia que tuvo, con una madre que renegaba de él, hecho absolutamente insólito, por cierto, pero seguramente muy fundamentado, vista su actual catadura moral, aparte de un padre que fue, según confesión propia, absolutamente desconocido,3) en estas circunstancias, no debe sorprendernos, en modo alguno, una conducta tan detestable que es seguro que abochornaría no sólo a su desconocido padre sino también a aquella madre que tan justamente lo rechazó, pero que asombrosamente no provoca la merecida reacción de esa extraordinaria caterva de antiéticos y descerebrados congéneres que, aún siendo de su misma condición y quién sabe si extracción, no sólo no se abochornan por lo que hace sino que le aplauden fervorosamente en un intento fructuoso de hacerse como él,4) ya que el hecho de que una actuación que va mucho más allá no ya de lo escatológico, con continuas referencias a lameduras del ano, sino del repertorio más soez en lo posible de la perversión sexual, no provoque la natural repulsa de todos los contertulios habituales de aquel chat, sino el más absoluto regocijo que no hace sino confirmar mi diagnóstico de que todos ellos son los frustrados congéneres de semejante individuo.Con su pan se lo coman todos ellos, porque se lo merecen de todas, todas.