Revista Opinión
Contestando a Lucía Lisístrata M. Mur y a bemsalgado sobre China
Publicado el 19 abril 2013 por RomanasLa Academia platónica, de Rafael
Es duro que tus mejores amigos, que aquellas personas con las que mejor te identificas se despeguen definitivamente de ti en un tema de la mayor importancia. Pero no me sorprende, es algo que viene sucediéndome con cierta frecuencia porque yo no soy un purista sino todo lo contrario, un relativista de cojones. Primero fue una comentarista del chat de Saco, Rossana, la mujer mejor preparada intelectualmente con la que he tenido la ocasión de discutir, una de las pocas que me ha enseñado algo. De ella recogí sugerencias tan interesantes como la de leer el “El malestar en la cultura”, de Sigmund Freud, y aprendí el nombre para designar mi teoría favorita, la revolución marxista desde arriba. Pero se peleó conmigo porque no fue capaz de soportar esa sinceridad rabiosa con la que yo cometo el error de ir por la vida, de manera que cuando le dije que se había encoñado de un imbécil, no lo soportó y dejó de discutir conmigo. Seguramente, tenía razón. Pero yo no lo habría hecho. El caso es que perdí una de las mejores "sparrings partners" que he conocido nunca. Luego, estuvo a punto de sucederme con bemsalgado porque no entendió, o yo no expliqué bien el concepto, que tengo de los gallegos. Luché duramente, como también lo hice con Rossana, por no perder esta amistad virtual que es, para mí, una de las más importantes. Después, vinieron mis disensiones con futbolín, que no es un amigo virtual, puesto que lo conozco en carne y hueso mortales, y lo quiero como al último miembro de mi escasa familia. Y Xavier Traité y Adrián Massanet, etc.,etc.. Es duro porque yo soy un estúpido esencialmente afectivo, suelo decir que le tomo cariño incluso a las piedras, no a las artísticas sino a las humildes piedras del camino, así que fíjate cuanto no habré querido a toda esta gente que se merece mucho más de lo que yo les di, y les doy. Hoy, dos de mis últimos amigos/as me han hecho llegar su disconformidad que mi post sobre China. Se unen a mi propia disconformidad sobre el tema, de modo que ya somos 3, por lo menos, en mi escasísimo reducto amistoso. Empiezo a creer firmemente 2 cosas, que soy un serio fracaso en la tarea de comunicarme y que tengo menos luces que un murciélago. Porque 2, por lo menos, de los temas más importantes en el mundo actual me separan de algunas de las personas con las que mejor suelo entenderme. Creo que he dicho ya por aquí varias veces que soy un jodido relativista. Un relativista es algo más que un asqueroso tipo que no cree en nada. Acabo de escribirlo ayer o anteayer, no creo en los sacerdotes, los sabios, los jueces, ni siquiera en mí, que ya es poco creer, que sólo lo hago en los jodidos poetas, porque creo que éstos no saben nunca lo que piensan que sólo escriben de lo que sienten y el sentimiento es una de las pocas cosas nobles de nuestra puñetera vida. Pero un relativista es algo más, un poco más que un absoluto descreído. Un relativista es un tipo que, como sistema, huye como de la muerte, de todas las opiniones de consenso. Si todo el mundo dice que China es una puñetera cárcel, una especie de gulag perverso, en el que reina la peor de todas las esclavitudes, yo, inmediatamente, no lo creo. ¿Por qué? Por la misma razón que no creo nada de lo que cuentan los periodicos usanianos y españoles, porque están creados, financiados, no ya por mis puñeteros enemigos sino por los peores enemigos de la Humanidad, es la famosa, la más famosa conjura no de los necios sino de los criminales, ¿cómo voy a creer yo en unos tíos que intentan engañarme en todo lo que leo, acaso soy el más estúpido de los gilipollas? El otro día escribía yo por aquí del poder para disentir del criterio del que, al respecto, es mi maestro, Foucault, que admite, como seguramente admiten todos ustedes, la existencia de poderes buenos como, por ejemplo, el de la madre Teresa de Calcuta, o qué sé yo, el de médicos sin fronteras, yo disiento de esto firmemente, si vamos hasta el fondo, si podemos analizarlo de verdad, comprobaremos que detrás de Teresa de Calcuta se halla una mentira tan esencial, tal dañina, tan universal, como la Iglesia católica, que prohíbe usar preservativos en Africa lo que favoreces una gigantesca propagación del sida, y, ahora, no lo sé, pero estoy completamente seguro de que si pudiéramos profundizar de alguna manera en lo de médicos sin fronteras, comprobaríamos que no es tan buena la cosa como la creemos. Casi estoy por no seguir, porque, si después de cargarme a la madre Teresa y a los médicos ésos, trato de defender a China, todos me tomarían, con toda razón, por loco. Y no es así porque, como decía, me muevo en el campo del relativismo. China es admisible para mí, sólo, sólo sólo, en relación con los Usa. Si no existieran los Usa, China sería, para mí, algo execrable, absolutamente despreciable. Entre otras cosas porque trata a sus ciudadanos únicamente como simples números, el cero y el infinito, y no como seres humanos. Pero..., coño, aquí, interviene otro de los sagrados conceptos para mí, seguramente equivocado, como todos los míos: el materialismo dialéctico, mi concepción esencialmente materialista de la historia. Es por eso por lo que soy marxista hasta las cencerretas. En las tribus primigenias, en aquéllas que surgieron cuando los jodidos peces se convirtieron en los cromagnón y los neardentales, frente al matón de turno, no hubo más remedio que organizarse como grupos sociales elementales que neutralizaran aquel jodido poder físico del macho alfa. Por supuesto, que el mismo materialismo dialéctico propició que el macho alfa evolucionara y se agrupara también. Y aquella puñetera lucha ha venido marcando el porvenir del ser humano a través de los tiempos. Por eso el universo ha avanzado tanto en lo técnico, pero, en lo esencial, seguimos siendo los mismos, coño. El macho alfa ahora son los Usa y China es el grupo social que utiliza todos los medios a su alcance para neutralizarlo. No hay otra solución, no existe otra manera de hacerlo que frente a una economía agresiva, totalitaria, fascista, se utilice otra de estos mismo signos porque, si no, no podría combatirla de alguna manera. Esto es lo que hay, así, yo, siguiendo a mis maestros, en este caso a Marx y el referido Foucault, creo que funciona este asqueroso mundo. No me gusta en absoluto, pero no tengo más remedio que aceptarlo porque no es sino esa realidad en la que consiste la verdad: “adaequatio rei et intellectus”, adecuación del pensamiento, de la razón a la jodida cosa, a la puñetera realidad, o al revés.