Ahí estabas, mirándome como si de el primer día se tratara.
Tu cara tenía la expresión de misterio, de nerviosismo. Era como si no nos conociéramos de nada pero eramos extraños a punto de volver a conocernos, con muchos recuerdos en común que permanecían ocultos, pero no había manera de disimularlo.
Nos dijimos hola, otra vez el sonido de aquella voz retumbaba en mi cabeza, recreando mil momentos y de repente parecía que el tiempo no hubiese pasado. No tardamos mucho tiempo en volver a estar como siempre, bueno, como cuando todo no llego a ser infierno.
Recuerdo el fuego expandiéndose, sin retorno, la abrasión del alma, la herida que tardaría en sanar. El agua nunca fue suficiente para calmar tal incendio, nunca fue suficiente hasta que todo se redujo a cenizas, cuando terminó todo en el plano físico pues en el plano mental los recuerdos se encargaban de recrear los momentos que podían llegar a quemar como si fuera real. Debe ser por eso que decidimos guardar en el fondo de nuestra mente todo lo que vivimos, guardar en el fondo del armario todo aquello que nos recordaría el uno al otro, como si se pudiera borrar lo que se ha vivido.
Siempre evitándonos, tratando de huir aún sabiendo que no había salida.
Tarde tanto tiempo en darme cuenta de que nunca te iba a dejar de querer, tarde tanto tiempo en aprender que querer a alguien era alegrarse por su felicidad, contigo o sin ti. Tarde tanto tiempo en darme cuenta de que incluso de las cenizas se puede llegar a formar algo, que además el fuego se puede reavivar, que nada está acabado mientras se sienta. ¿Qué seríamos sin sentimientos?
Que hay cosas que no se olvidan aunque nos empeñemos, que esas mismas cosas nos enseñaron, por ellas somos quienes somos.
Las personas que mas te enseñan son las mas difíciles de olvidar, aquellas que dejaron una huella en tu camino.
Aquellas personas a las que estarle agradecidas, aquellas personas que darías cualquier cosa por una sonrisa.
Eso debe de ser el amor, el verdadero. El que no se busca, se construye e incluso se aprende lo que significa realmente.
Empeñados en las posesiones, las discusiones, el mal rollo, el egoísmo. ¿Por qué se aprende siempre tarde sobre lo que es valorar de verdad a una persona? Quizá debe ser porque tardamos el mismo tiempo en darnos cuenta de lo que valemos nosotros. ¿Cómo íbamos a querer a alguien si no nos queríamos a nosotros? Si tan solo reflejábamos nuestras inseguridades en el otro. Sin saber que la mayoría de veces que una relación se acaba suele ser por culpa de ambos; la falta de confianza, de comprensión, de complicidad… Tampoco se trata de culpas, se trata de desconocimiento, pues nunca fuimos perfectos. Lo seguro era que una persona no era un objeto al que tener, a la que se podía tratar de cualquier manera, más bien era una flor a la que regar para que no se marchitara.
Ante todo aquella persona elegida era una amiga, una persona que aprendía y se equivocaba en el transcurso de su vida, aquella persona con la que ser.
Aquellas personas que conformarían una parte de tu ser desde que se adentraron en tu vida, las que minuto a minuto se lo ganaron a pulso, aquellas personas inolvidables.