Contingencias, fondos de reserva y la familia Plómez
Ya lo decía Hannibal, me gusta que los planes salgan bien. Claro que realmente no lo decía el personaje, sino un actor, y encima no era la vida real sino un guión. Lo más habitual es que por mucho que tengas unos planes perfectamente preparados, doscientas hojas excels con variaciones y veinticuatro escenarios diferentes para todo tipo de posibles situaciones, la vida hace lo que le sale de los caprichos y siempre encuentra una manera de hacerse la interesante.
Es que como dicen los feligreses de Chus, Dios escribe recto en renglones torcidos y nosotros no tenemos las gafas adecuadas para leer con la nuca torcida. Con lo que solemos reaccionar poniendo todo tipo de caras raras, desde disgusto hasta sorpresa pasando por las clásicas Dios mío, que he hecho yo para merecer esto. Pero es el día a día de la gestión, ir apagando fuegos que la vida, en su faceta más pirómana, le ha dado por encender.
¿Que hacemos cuando nuestro día a día consiste en emular al hombre de Coca-Cola Light, pero si esas abdominales que tiene encandilada a la Puri de recepción, y también a Antonio, que es conocido por sus visitas al bar La Ostra Azul? Pues más allá de comer pollo rebozado con bicarbonato e intentar respirar hondo, lo primero es darse cuenta que hay dos cosas que haces mal, bueno, o tú o la gente que te rodea que no estamos aquí para deprimirte más de lo que ya estás. Se que tienes todavía cuarenta correos fundamentales, importantísimos y que sino te los lees el mundo podría dejar de existir tal y como lo conocemos ahora.
Ahora imagínate que te invitan a una partida de póker, son gente más o menos como tu, con su corbata, sus ojeras y su corbata a juego con la americana. Intentas descubrir quién puede ser el más peligroso por la forma en la que se comportan, quién puede ser el pardillo y al que todos vais a desplumar sin que el pobrecito se de cuenta, y que encima le culpe a la mala suerte. Lo más normal, sobretodo si es la primera vez que te invitan, es que no encuentres a nadie con esas características con lo que lo más probable es que el pardillo seas tú.
¿Qué puedes hacer para evitar ser el pardillo en tu empresa?, desplaza las responsabilidades. No has de ser tu la última persona que decide sobre todo los temas, y si tu equipo no tiene nivel para hacerlo, despídelo y contrata a gente que si puede. Y si da la casualidad de que no encuentras a nadie, despídete a ti mismo porque esa excusa ya no funciona.
Otra opción que puedes tener en cuenta es dejar margenes de maniobra en tus operaciones, no sabría decirte exactamente la cantidad, pero si lo suficiente como para gestionar un pedido. Va un poco contra la lógica financiera el tener los recursos no rindiendo en toda su capacidad, pero la lógica humana indica que si todos estamos rindiendo al cien por cien todo el rato nos quemamos, y al final, el trabajo nos importa tres pepinos porque lo único que queremos es que nos despidan y encontrar otro trabajo.
Con lo que ya lo sabes, no me seas pardillo.
Película: The A-Team
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