Revista Sociedad

Continuamos para bingo

Publicado el 17 diciembre 2013 por Bloggermam

bolas-bingo

El bingo es ese juego en el que la emoción se estira hasta límites insospechados. Cualquiera que haya jugado alguna vez ya sabe más o menos el momento en el que alguien va a cantar bingo. Aunque puede ser cualquiera, la tensión y el silencio que anteceden al canto de un sonoro bingo son de una intensidad tal que incluso si Arquímedes gritara “¡Eureka!”, todo el mundo le miraría con rabia y tiraría sus cartones al suelo, porque si los tirasen al agua todo el mundo sabe que por el principio de Arquímedes los cartones flotarían…

Perdón, por la gracieta, es que el bingo me inspira estas pequeñas maldades, porque para mí, un aliciente extra del bingo es engañar a aquel con el que juegas. Y esto me viene de lejos. Recuerdo que al poco de aprender a programar, cuando era un adolescente lleno de granos, hice un simple programa que generaba números al azar y los presentaba en un tamaño bien grande en el monitor, ahorrándonos el tedioso mecanismo de ir  extrayendo el numerito en cuestión (de un bombo, de una bolsa, de la boca de mi primo…) y de evitar las constantes preguntas de “qué ha dicho?”, “qué número ha salido?”, “qué hago para cenar?” “por el culo te la hinco”, que parecía que cantásemos los números en turco…

Pero tras el alarde tecnológico de principios de los ochenta, lo excitante era que mis dotes para la programación estaban encaminadas a fastidiar a mi encantador padrino, que siempre jugaba cartones con el número 90 – alias “el abuelo”, me refiero al número, a mi padrino le decían cosas mucho más ofensivas-. En mi programa nunca salía ese número; por lo que era muy divertido ver cómo el hombre una y otra vez se quedaba a un número de cantar bingo (evidentemente: el 90), pero sobre todo era divertido porque todos éramos cómplices, y estábamos pendientes de sus muecas de desesperación.

Una vez descubierto el engaño, nadie quería jugar al bingo con mi programa por si “el mamón del niño” había quitado algún número “del bombo ese que hay en el ordenador” -un magnífico spectrum 64 que aún conservo-.

Y eso que yo les dije que se podía mejorar para que una voz sintética dijera el número o que lo adornara con los motes que tenía cada guarismo:

  • 11 las banderillas
  • 15 la niña bonita
  • 22 los dos patitos
  • 33 la edad de cristo
  • 13 ni te cases ni te embarques
  • 25 por el … te la hinco, que también servía para el 35, 45, 55, rimas fáciles…y cuando había alguna copita de más servía también para cualquier otro número…17… por el culo…sí, parece que lo de dar por el saco lo llevamos en los genes.
  • 69 …silencio…los niños a dormir ya!! Si te ponías como un tomate es que ya no eras un niño.
  • 67 séis-siete, seguro? “cual ha dicho el 77?” No padrino el 17 (sí, con lo del 90 no nos quedábamos satisfechos)
  • 9 no será el seis? para dónde tiene el punto?, le cuelga para abajo o para arriba??

Unos recuerdos lejanos, pero menos que el bingo…yo todavía creo que dentro de poco encontrarán unas bolas de bingo en Atapuerca, aunque por aquel entonces la partida era rápida, porque sólo había unos pocos números: el gronf, el gruñs, y er-tré. Lo cierto es que el bingo es un juego muy antiguo , que durante siglos se ha ido adaptando a nuevos tiempos y costumbres, buscando nuevas formas de cautivar a la gente. Probablemente una de las claves de este juego es que se ha ido adaptando a los cambiantes tiempos y culturas, y hay gente lista como en ZITRO  que han decidido aprovechar la tecnología mucho mejor que lo que hacía yo con mi ZX Spectrum.

También he entrado a jugar en el bingo y he saboreado la suerte del novato cantando línea y bingo la primera vez que jugaba. Es una sensación increíble, aunque parezca sacada de la película “Los bingueros”, una clásica españolada setentera que me encanta, sobre todo cuando cantan “hilera” en lugar de línea.

Pero después de llevar un buen rato tachando números no podía resistir la tentación de susurrar números al azar a los compañeros de mesa: “37”, “12”, “-5″,  aunque estén cantando “17”, “42”…probad es muy divertido, se volvían locos. Y me libré de que me tragara los cartones porque soy un tío grandote. Eso sí, si no quieres que una abuela enfurecida te clave el bolígrafo de tachar números en el ojo, lo mejor que puedes hacer es jugar online como por ejemplo aquí,  y probar otras formas divertidas y novedosas de jugar al bingo.

Puedes ganar una pasta al bingo, o no. En realidad lo importante es pasar un rato entretenido jugando con la familia, con el ordenador o una máquina de videobingo. Eso sí, si el 90 no sale, ya te digo yo que esta vez la culpa no es mía. Tacha lo que te salga que continuamos para bingo.

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