Revista Cultura y Ocio

Contra Calvino

Por Daniel Vicente Carrillo


Contra Calvino
Cuando la religión destruye la libertad de conciencia se convierte en enemiga del género humano, al que esclaviza en lugar de enseñar y servir. Una revelación pura en la que nuestra razón no tome parte y a la que debamos someternos como un pueblo vencido es contraria al espíritu, pues despoja al alma del deber de perseverar y de la búsqueda diligente de lo bueno.
Calvino y sus secuaces, para quienes la sola fe anula la eficacia moral de las obras, muestran el rostro descarnado y espantable del exclusivismo religioso, de la Iglesia invisible de predestinados, enervando el vigor ético de la convicción religiosa y reduciéndolo a su fantasma solipsista. No lo entendió así la sublime civilidad de los romanos, los cuales

Hicieron antiguamente el templo de la Virtud de frente del de la Honra, que no tenía más de una puerta, para mostrar que no se podía ni había más de una puerta abierta para ganar honra que era la de la Virtud.

Por el contrario, ¿qué significa ser salvo por fe y de una vez para siempre? O bien que, al recibir el don de Dios, será imposible que peques ulteriormente; o bien que por más que peques serás agradable a Dios y digno de ser tenido por salvo.
Lo primero no sólo no es una verdad de razón o imposibilidad lógica, sino que es algo negado por la experiencia y hasta por las propias Escrituras:

Porque el justo, aunque caiga siete veces, se levantará, mientras que los malvados se hunden en la desgracia.

Lo refutan las apostasías formales de Aarón y de Pedro, la dormición de los apóstoles, la pérdida del don de profecía en el Bautista, la desobediencia de Jonás.
Lo segundo es impío, al atribuir a Dios comunión necesaria con los malvados, aserto tan mostruoso como falto de toda base, pues el mismo David -el amado del Señor- se ve obligado a hacer penitencia mientras implora el perdón.
La sola fe sin el conocimiento adecuado de su objeto no vale nada, y aunque la gracia es capaz de mover el ánimo a la aceptación de Dios, con carácter ordinario no le infunde la ciencia debida para creer en el Dios verdadero. Por consiguiente, no hay garantía de estar exento de error por el hecho de creer por gracia, siendo la prueba el que no todos los patriarcas o profetas han percibido a Dios de la misma manera ni han conocido con pareja claridad sus atributos. Luego, no habiendo creído conforme a la ortodoxia, ¿qué los distinguió de los paganos si no el haber obedecido a Dios por su fe, esto es, el haber sido salvos por obras?
Así, desde el punto de vista de la soberana Providencia, la predestinación es un hecho del que no cabe dudar, aunque para el hombre resulte imposible saber si cree rectamente, si perseverará hasta el final o Dios lo abandonará. La ética sólo puede fundarse en la incertidumbre sobre nuestro destino, que es certeza de nuestra finitud.

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