Einstein (4º por la izquierda) y Ortega (2º) en Toledo, en 1923Y eso es precisamente lo que ocurrió en este caso y sobre lo que Ortega apercibe: “Mientras en Madrid los comunistas y sus afines obligaban, bajo las más graves amenazas, a escritores y profesores a firmar manifiestos, a hablar por radio, etc., cómodamente sentados en sus despachos o en sus clubs, exentos de toda presión, algunos de los principales escritores ingleses firmaban otro manifiesto donde se garantizaba que esos comunistas y sus afines eran los defensores de la libertad. Evitemos los aspavientos y las frases, pero déjeseme invitar al lector inglés a que imagine cuál pudo ser mi primer movimiento ante hecho semejante, que oscila entre lo grotesco y lo trágico (…) Desde hace muchos años me ocupo en hacer notar la frivolidad y la irresponsabilidad frecuentes en el intelectual europeo, que he denunciado como un factor de primera magnitud, entre las causas del presente desorden (…) Hace unos días, Alberto Einstein se ha creído con “derecho” a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Alberto Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglos y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel”. Y acto seguido resalta Ortega la incongruencia de esa opinión divulgada en Inglaterra cuando hacía poco que el Partido Laborista había rechazado por amplísima mayoría la formación de un Frente Popular en Inglaterra, y, sin embargo, pontificaban tales laboristas a favor de eso mismo en otros países como España. Frente a ese intervencionismo a la ligera que presupone que se está informado de lo que ocurre en otras naciones porque los medios de comunicación han acabado con las fronteras, hay que dejar claro que las naciones existen y que “eso que son las naciones constituye una formidable realidad situada en el mundo y con que hay que contar. Era un curioso internacionalismo aquel que en sus cuentas olvidaba siempre el detalle de que hay naciones”. De ese intervencionismo invasor que hoy se sigue produciendo en Europa somos víctimas cualificadas los españoles, que vemos cómo terroristas que han atentado en nuestro país o golpistas que atentan contra nuestro orden institucional encuentran acogida y amparo en otras naciones de Europa. Si hoy las naciones europeas sufren una grave crisis que las ha llevado a la desorientación y al declive de los valores que las han sostenido a lo largo de siglos, es que quien realmente es la depositaria de la crisis es Europa. Y eso acontece porque lo que ha entrado en crisis es la fe común, la fe europea, el conjunto de vigencias que han sustentado la sociedad europea. Lo cual es a su vez anuncio de que las naciones europeas han llegado a su tope como tales y que lo que institucionalmente ha de seguir es dar un paso adelante en la organización jurídica y política de una Europa integradora. Pero no se trataría de una internacionalización, porque entre las naciones no hay sociedad, solo vacío. “Europa será una ultra-nación”, porque no se trata “de laminar las naciones, sino de integrarlas, dejando al Occidente todo su rico relieve”.
