El arte, en general, es un concepto más que discutible, pero incluir a la arquitectura en ese concepto es ya delirante. (Esto merece una entrada aparte).
Siempre se ha entendido como arte lo artificial (de hecho, son palabras que vienen de la misma raíz). El arte vendría a ser eso: artificio (hecho con arte) realizado con inteligencia y habilidad. Siempre se ha hablado de "artes mecánicas" y de "artes liberales". En ese sentido sí quiero ser artista, como lo es un médico, un abogado o un fontanero: Alguien que ante un problema tiene que estudiar, pensar, calcular, inventar y actuar con eficacia y utilidad.
Lo malo es cuando el arte se sublimó, cuando la gente puso los ojos en blanco y cara de bobo, empezaron a sonar violines celestiales y todos se derritieron de emoción. Así nos va.
Diego Velázquez fue el pintor más famoso de su tiempo (tanto que el Rey de España lo mandó como regalo al Papa de Roma para que le pintara). Era el gran gran artista, pero no paró hasta que le hicieron Aposentador Real, sólo nueve años antes de morir, que eso sí que era un cargazo: Funcionario de alto rango y muchísima dignidad. ¿Qué era para Velázquez el arte entonces? Pues un oficio, y claramente inferior al de mayordomo o acomodador. (En su época los acomodadores estaban muy bien vistos).
No pretendo contar la historia de la evolución del concepto "arte" en dos páginas, pero sí me gustaría hacer notar el cambio del papel del artista y, sobre todo, el cambio de su propia conciencia de artista.
Esto ha ocasionado una mayor valoración tanto del arte como del artista, lo que, en principio, me parece muy bien, pero también ha ocasionado excesos y estupideces bochornosas.
En eso estaba más o menos cuando empecé a leer la recopilación de cartas de Saul Steinberg a su amigo Aldo Buzzi. (Media Vaca, Valencia, 2012)
Me ha llamado mucho la atención cómo se fustiga Steinberg cada vez que intuye que está haciendo arte, cada vez que descubre en su obra ramalazos artísticos. Eso, para él, es desviarse de su oficio, caer en el error, en la autocomplacencia y en la inutilidad.
Cito algunos fragmentos de sus cartas:
Una falta completa de juicio causada por el grosero deseo de ser Artístico. [...]
Vidas arruinadas por el Arte.
[...] Hablo también un poco de mí. (21-8-1989)
Se hace arte para evitar trabajar. (31-8-1987)
Quien trabaja para el Arte es pronto olvidado. (16-10-1985)
Considero el arte el enemigo Nº 1 del artista. El arte como intención, se entiende. (31-5-1982)
Igualmente, odia la personalidad del artista, la atención que se le presta y la importancia que se le da:
Le he encargado al fotógrafo una foto de pasaporte -tamaño un poco mayor del natural. He recortado la cara y se la he endosado a un modelo, de modo que he sido fotografiado para las revistas sin rastro de mí mismo. (23-10-1966)
Son también frecuentes sus apariciones al contrario: Él realmente, pero cubierto con una máscara o con una bolsa de papel en la que a su vez hay dibujada una cara.
Una critica feroz a la fama del artista, a la veneración que se le da a quien es un profesional con un trabajo duro, como cualquier otro.
Pero también le descubrimos en estas cartas como bastante pesetero, bastante satisfecho del dineral que le pagan por sus obras, y también muy interesado por las buenas opiniones y críticas que suscita en la gente que le interesa. No veo contradicción; entiendo perfectamente ese sentimiento. Dije que el artista es exactamente igual que un médico, un abogado o un fontanero. Mejor dicho: Lo que dije es que el médico, el abogado y el fontanero son artistas. Una cosa es que ellos mismos se abochornarían si se celebrase su trabajo como sublime, estético, divino, etc, y otra es que no quieran ser reconocidos y tan bien pagados como merecen.
El trabajo debe ser bien valorado, y se tiene que realizar tan estupendamente bien como se pueda. Otra cosa bien distinta es esa actitud estólida de "amante del arte", de groupie de los artistas, etc. Y lo afirmo en la medida en que me siento bastante groupie de vez en cuando.
En ese sentido, el concepto de arte nos hace mucho daño a todos.
Hay una cita que se atribuye a varios poetas, que dice más o menos que "poesía es el arte de juntar dos palabras que nunca estuvieron juntas antes". Esto, dicho así, es una mera parida, una chorrada que limita el arte a la mera novedad. ¿Han estado antes juntas alguna vez las palabras "salchichón" y "barandilla"? Igual sí; hay ya demasiado escrito sobre cualquier cosa; seguro que incluso sobre barandillas salchichoneadas y sobre salchichones barandilleros. Pero, si por casualidad no fuera así y esa relación estuviera libre todavía, me proclamo poeta al escribir
esa barandilla salchichón y politécnica
(lo de politécnica va de regalo).
Leo una variante de esa cita (no sé cuánto de fiable: es de google) atribuida a García Lorca: "Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio". Ah, amigo: Así sí: "Que forman algo así como un misterio". Porque formar ese misterio es el oficio de poeta (que diría Pavese). Un oficio, sí. Y para desempeñar ese oficio hace falta tener una técnica y unos conocimientos, y una inteligencia. Y trabajar mucho. ("Se hace arte para evitar trabajar").
Si no, todo queda como una mera originalidad: mostrar como obra artística los excrementos enlatados del autor, o una ampolla con su sangre, o cualquier otra chorrada.
Siempre me meto en temas muy ambiciosos, y siempre me quedo corto, incapaz de desarrollarlos. Espero tan sólo hacer oír mi protesta y mi perplejidad: Arte como investigación sí. Arte como trabajo sí. Arte como habilidad sí, naturalmente; claro que sí. Y todo ello significa Arte como servicio a la sociedad, como utilidad, como aprendizaje, etc. Pero Arte como cosa sublime, como exquisitez, como maravilla... Psché psché (porque luego nunca es maravilla, y acaba decepcionando bastante). Y Arte como originalidad y chisporroteo no. Para nada.
Si vamos así, de eso que se llama "artes y oficios" me quedo sólo con los segundos.