Revista Filosofía

Contra el derrotismo

Por David Porcel

La cura contra el derrotismo también está en uno mismo. O es lo que aprendí de las lecturas juveniles de estoicos y rebeldes. También del Único de Stirner, tan denostado, pero que mete el dedo en la llaga cuando habla de señalar el origen de tantas banderas e idolatrismos. Diríamos que el combate se libra en el interior, no en la discusión del café o saliendo a gritos y palas. Nos va en juego el porvenir, que de tan poco lo es todo. Casi nada.

Contra el derrotismo

Un compañero me preguntaba esta mañana que por qué creo todavía en la filosofía. ¿Pero cómo no voy a creer en la filosofía? Me he dicho. ¿Cómo no voy a creer en lo que, por definición, nos vincula, nos ocupa, nos implora? Claro. La cura está en reparar en la filia. No en la del prójimo, que ya pasó aquello de mirarnos a través del otro, sino en la propia, la que nos une a las cosas, a las de cada día, como el pan de la mañana, la pizarra del aula 24, el gorrito azul del alumno de la esquina, o aquella ventana. Mírala. Ahora abierta.

La cura está en reparar que, aún dentro de nosotros, tan adentro que ya no se puede sacar, hay filia, deseo, ardor, algo de verdad. La cura está en sentir que todavía hay mucho por decir, y por hacer, y por amar. La cura es fijarse, también, en lo sempiterno de las cosas, y de los días.


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