Revista Comunicación

Contra la resignación

Publicado el 25 julio 2010 por Nafuente
Escribe Santiago Rey Fernández-Latorre:
«Despojados de toda confianza en los políticos, muchos españoles viven hoy amargas horas, presas de una difícil situación que ni han creado ni se merecen. Por todas partes aumenta la desafección colectiva, al tiempo que sube cada día el número de ciudadanos que sufren de manera real y directa en sus propias casas y en sus propias cuentas los efectos de una grave situación económica de la que no son causantes, aunque se vean obligados a pagar la factura.
No es ya solo ineptitud lo que puede reprocharse a los responsables -unos y otros- de haber vuelto del revés el futuro del pueblo español, sino también vicios imperdonables, como la deslealtad que se oculta en el continuo enmascaramiento de la angustiosa situación real, o la bajeza que practican cada día a la vista de todos, cuando dan prioridad a sus intereses partidistas -embriagados en las luchas de poder- y desatienden el deber de cooperación al que están obligados.
Son estos tres defectos -ineptitud, deslealtad con los ciudadanos y bajeza partidista- los que han generado la brecha más enorme que se recuerda en democracia entre el poder y la población civil. La desconfianza es tan grande que difícilmente se podrá reparar si la sociedad se resigna. Por eso es hora de llamar a las cosas por su nombre y exigir responsabilidades a quienes, en su locura, nos han conducido hasta aquí.
El descrédito internacional que hoy abruma a España tiene, desde luego, responsables. Son aquellos que hace solo siete meses, cuando iba a comenzar la presidencia de turno de la Unión Europea, pretendían engañarnos hablándonos de deslumbrantes conjunciones planetarias, pese a saber que la propia supervivencia económica del país estaba en peligro. El elevado déficit público y la multimillonaria deuda con terceros nos colocaban cerca de la bancarrota colectiva, pero desde los Gobiernos proseguía el despilfarro y se seguía denostando como antipatriotas a los que advertíamos del abismo.
A pie de calle, la situación era y es todavía más dramática, con el pulso económico prácticamente detenido. Tocada ya la bárbara cifra de cuatro millones de desempleados, el país camina inexorablemente hacia un aumento más preocupante del paro; la economía productiva se desangra día a día con recortes, quiebras y suspensiones de pagos; empresas antes bien sólidas entran en pérdidas por la drástica retracción del consumo, y en todas las ciudades millares de pequeños negocios echan el cierre hasta dejar desolados barrios enteros.
Mientras todo esto sucede a la vista de la España real, la llamada España oficial se esfuerza en negarlo y en vender una imagen ilusoria de país rico, hecho para codearse con los grandes del mundo. Tuvieron que surgir advertencias desde primeras instancias internacionales para que, en menos de veinticuatro horas, el Gobierno diese un vuelco de 180 grados a su discurso. Y así lo hemos visto pasar del funambulismo irresponsable a inútiles palos de ciego»...
[+] La Voz de Galicia

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