Fue este uno de los santos más venerados de la Bretaña rural durante siglos. Numerosos milagros, bendiciones y devociones estaban ligados a su persona. Después de la Revolución Francesa, el racionalismo del siglo XIX y la creciente descristianización de los siglos XX y XXI, su culto ha ido en picado, aunque aún se conserva fuerte en diversos puntos. Sus orígenes son oscuros y legendarios. La mayoría de hagiógrafos y estudiosos le hace oriundo de Gales, aunque leyendas bretonas le hacen descendiente de Conan Mériadec, el primer rey de la Armórica. Los que defienden su nacimiento en Gales, le relacionan con los testimonios de Cornualles, que le hacen compañero de San Guigner (14 de diciembre), aunque este santo habría muerto en 455 y nuestro Meriádec en 666, más de 100 años después.
Fue educado, según la leyenda, en la casa real (de Gales o Armórica), y luego abandonó todo para ser eremita en una celda cerca de Pontivy, donde por su predicación y estupendos milagros, logró tener discípulos y convertir a muchos a Cristo. Entre ellos a una feroz banda de asaltantes, que dejaron a la gente en paz, y no solo ello, sino que en adelante les ganó para asistir a los pobres. Mériadec vivía pobremente, en constante ayuno, oración y penitencia, y lo poco que recibía como limosna, lo daba a los pobres, no queriendo tener más que aquello que sus manos produjeran.
Por esta vida virtuosa fue ordenado presbítero por San Hinguetin (4 de junio y 17 de octubre), obispo de Vannes. A la muerte de Hinguetin, en 659, Mériadec fue elegido para sucederle, pero se negó, por lo que cuatro canónigos fueron a su ermita y le llevaron a la fuerza a la catedral, donde fue consagrado obispo. Esto dice la leyenda, pero al parecer Mériadec fue un obispo de los itinerantes, nada extraño en la iglesia celta y bretona. Eran monjes evangelizadores que, para que su labor fuera más fructífera y organizada, eran ordenados obispos, con lo cual podían establecer normas, disciplina, ordenar presbíteros y organizar las iglesias locales con más autoridad. Una vez que la iglesia local andaba, el obispo itinerante continuaba su labor evangelizadora donde se le llamara o le enviara el papa o algún arzobispo. Mériadec aparece como itinerante, por ello tantos lugares reclaman su presencia mediante milagros y capillas dedicadas a su memoria. Pero ciertamente, la diócesis de Vannes fue la que más gozó de su presencia. Voló al cielo en 666, luego de decir las palabras de Cristo "Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu". Fue sepultado en la catedral y pronto su tumba fue fuente de milagros a los devotos.
San Mériadec sana a una sorda.
En Pontivy, en su antigua ermita, es donde su culto es más fuerte aún. Se le invoca contra los dolores de oídos y la pérdida de la audición. Aún se usa un reloj que fue del santo para bendecir a los peregrinos. Igualmente se hace pasar a los devotos bajo una campana, la del santo, que se hace sonar, invocando la intercesión de Mériadec, contra la sordera. Una fuente de aguas milagrosas mana junto a la ermita e igualmente forma parte de su culto, pues de sus aguas se beben para hallar la salud.Fuentes:
-"Les Petits Bollandistes". Tomo VI. MGR PAUL GUÉRIN.
-"Les vies des saints de Bretagne". DOM GUI LOBINEAU. Rennes, 1725.
-"Dix mille saints: dictionnaire hagiographique". A. SIGIER. 1991.
A 7 de junio además se celebra a
Beata Ana de San Bartolomé, virgen carmelita.
San Deochar de Herrieden, abad.