Me van a permitir que este breve espacio haga un acto de
resistencia contra lo que la realidad o la actualidad, como quieran llamarla,
infunde en quienes estamos despiertos. Y digo de resistencia porque si a algo
me induce la mirada al circo patrio es a la tristeza ante la profunda decadencia
de ideas y principios en quienes deberían conducir la nación. Ahora toca el
estúpido anticlericalismo, con sus gotas de cainismo, para tapar las vergüenzas
de la corrupción y el transfuguismo. Es muy socorrido el garrotazo a la Iglesia
y a los creyentes para levantar polvareda y que la gente mire en otra
dirección. Decía S. Agustín que somos lo que amamos, nos definimos por aquello
que elegimos amar. En el caso que nos ocupa, en nuestro presente hay demasiada
gente que se define por lo que desprecia, los definen sus odios y los políticos
lo saben. Unos lo utilizan con más habilidad y menos escrúpulos que otros.
Pero, ¿qué hay si no tras el auge de los radicalismos extremistas más
recientes? Parece que es ahí donde quiere pescar el candidato socialista.
Y ante tal ausencia de grandeza, ante tan decadente regreso
a lo peor del pasado, uno se siente provocado a la tristeza. Y quiero resistirme a
ello, y encuentro en el portal Aleteia los cinco consejos de Santo Tomás de
Aquino para vencerla y así no dar ocasión al demonio.
Para el aquinate el
primer remedio es un placer cualquiera. Es como si el teólogo de hace siete
siglos hubiera ya intuido la idea hoy difundida de que el chocolate es
antidepresivo. Puede parecer una visión materialista, pero es evidente que una
jornada llena de amarguras recupera muchos puntos gracias a una cerveza en
buena compañía.
El segundo remedio
propuesto por santo Tomás es el llanto. Es una asignatura pendiente en
muchas personas aprender a llorar, saber concederse ese desahogo que rompe el
nudo de una melancolía aparentemente invencible.
El tercer remedio es
la compasión de los amigos. Ese momento de compartir la intimidad con quien
tal vez no diga mucho, pero hace el impagable favor de escucharte de corazón y
sin juicios. El daño se redimensiona y parece mucho más pequeño y solucionable.
El cuarto remedio
contra la tristeza es la contemplación de la verdad, del fulgor veritatis del que habla san
Agustín. Contemplar el esplendor de las cosas, la naturaleza, una obra de arte,
escuchar música, sorprenderse por la belleza de un paisaje puede ser un
eficacísimo bálsamo contra la tristeza.
El quinto remedio
propuesto por santo Tomás es tan accesible como dormir y darse un baño. Como
pueden ver, la sensatez del santo es evidente.
Voy a empezar por el principio de la lista este fin de
semana y durante la ducha matinal, pondré esa música que estremece el alma.
Se marcharon llorando y vuelven entre consuelos, dice
Jeremías, el profeta.