Nuestra sociedad está inmersa en una permanente y extrema contradicción.
Por un lado, consideramos y tratamos a los demás animales como objetos. Por otro lado, somos conscientes de que ellos en realidad no son objetos. Los demás animales sienten y tienen intereses. Y luego resulta que nos lamentamos por las consecuencias terribles e inherentes que conllevar considerar a los animales nohumanos como objetos - como simples medios para satisfacer nuestros fines (alimentación, vestimenta, ocio,...).
¿Acaso no es lo que sucede cuando consideramos como objetos a los seres humanos? Si ignoramos los intereses de otros humanos entonces es inevitable que les causemos daño, sufrimiento o muerte. ¿Cómo no va a suceder lo mismo cuando se trata de otros animales? Nos sorprendemos de algo que nosotros provocamos al ignorar el hecho de que los demás sienten, sufren y desean. Sabemos que son sujetos - individuos - pero los tratamos como objetos. No queremos que los demás animales sufran innecesariamente por nuestra culpa pero al mismo tiempo les causamos todo tipo de perjuicios constantemente y de forma innecesaria. Parece que sólo nos damos cuenta de las consecuencias de esa cosificación cuando vemos a alguien practicando la violencia directa contra otro animales (caza, tauromaquia,...) pero no nos paramos a pensar en que nosotros estamos haciendo lo mismo cuando cuando consumimos productos de origen animal (derivados de animales nohumanos): carne, lácteos, huevos, miel, lana,... Pues todos estos productos implican privación de libertad y agresión a la integridad física de los animales sometidos a explotación.
Decimos que está mal dañar o matar a otros animales "innecesariamente" (por mero placer o diversión) pero lo cierto es que no necesitamos utilizar a los demás animales. Podemos vivir sin usarlos como comida, vestimenta o entretenimiento.
El profesor Gary Francione analiza esta confusión de la siguiente manera:
1. Casi todos nosotros estamos de acuerdo en que está mal hacer daño a otros animales innecesariamente, por simple diversión o placer.
2. Pero resulta que que el 99% de los usos que hacemos de otros animales son innecesarios, y todos ellos implican dañar, hacer sufrir y matar a los demás animales.
3. Por tanto, si de verdad estamos en contra de matar o hacer sufrir innecesariamente a los demás animales, entonces, por simple coherencia, deberíamos dejar usarlos como comida, vestimenta o entretenimiento. Todos estos usos son innecesarios y causan daño, sufrimiento y/o muerte a los demás animales.Aparte, Francione también argumenta que es imposible proteger los intereses de los animales nohumanos mientras sigamos considerándolos como nuestra propiedad, porque la propiedad no puede tener derechos. Y además, sus intereses siempre estarán supeditados a los de sus propietarios. Con lo cual, siempre que eso beneficie los humanos, los intereses de los animales nohumanos (su interés en vivir, su interés en evitar el daño) serán vulnerados en beneficio humano. Por esto, no tiene sentido decir que queremos proteger a los animales al mismo tiempo que los usamos como objetos - como recursos para nuestro beneficio.
La única forma de salir de esta absurda contradicción es ser coherentes con el hecho de que en efecto los demás animales no son objetos y, por tanto, dejemos de tratarlos como si lo fueran. De lo contrario, estaremos incurriendo en hipocresía, y convirtiendo en víctimas inocentes a otros animales por simple diversión o por inercia de nuestros hábitos.
La cuestión moral del asesinato no reside en cómo se lleva a cabo sino en el hecho mismo de cometerlo. Los demás animales desean vivir y que no les hagan daño. ¿Por qué razón habría que respetar ese interés sólo en los humanos pero no también en los los otros animales, si es el mismo interés? Ninguna razón justifica discriminarlos simplemente por no ser humanos. Es algo arbitrario.
No necesitamos usar a otros animales como comida. Los humanos podemos vivir perfectamente con una dieta 100% vegetal. Así que no lo hacemos por necesidad, sino solamente por el placer que obtenemos al comer sus cadáveres o ingerir las secreciones de sus cuerpos. Lo hacemos por seguir la inercia de lo que aprendimos de niños. Heredamos una tradición en la que hemos sido inculcados y que repetimos de forma inconsciente. Lo mismo que hacen los que practican la tauromaquia, la caza o cualquier otra práctica de explotación sobre los animales nohumanos.Tampoco tenemos necesidad de utilizar a otros animales para vestimenta, entretenimiento o cualquier otra finalidad. El 99.99% de los usos de animales nohumanos son perfectamente prescindibles o intercambiables por opciones que no implican usarlos. No son necesarios en ningún sentido mínimamente razonable del término.Se puede vivir sin hacer daño deliberado a otros animales del mismo modo que podemos vivir sin hacer daño a otros humanos. No tiene nada de extraordinario ni de peculiar. Millones de personas vivimos sin utilizar a los demás animales, es decir, sin usarlos como comida, vestimenta, entretenimiento o cualquier otro fin que implica privarlos de libertad o matarlos. Esto no es una mera idea o propósito. Es un hecho.Aparte, no hay nada en nuestra naturaleza que nos obligue a usar a otros animales. Podemos vivir sin utilizarlos como comida u otros fines. Además de que la "naturaleza" no es ningún criterio ni referente moral. En la naturaleza hay enfermedades, hay canibalismo y hay muchos otros sucesos que no aprobamos éticamente. Señalar la naturaleza no es ningún razonamiento moral, sino una simple descripción de lo que sucede.En definitiva, resulta pues incoherente estar en contra de causar daño innecesario o injustificado a otros animales al mismo tiempo que se participa en su explotación, ya sea para comida o cualquier otro fin. Toda esa explotación es tan innecesaria como injustificada. Por tanto, si no cambiamos nuestra actitud estaríamos cayendo en la contradicción (o directamente en la hipocresía) de apoyar lo mismo que denunciamos y decimos estar en contra.
Y, en definitiva, respetar a los demás animales no suponer adoptar ninguna postura de "superioridad" moral, sino justo al contrario. Los humanos no estamos moralmente por encima de otros animales. Todos somos iguales en el hecho de sentir, y por eso merecemos igual respeto.