Estamos a escasos días del inicio del nuevo curso escolar y, por lo que se ha ido comunicando, la totalidad de las Comunidades Autónomas tienen ya definido como se va a desarrollar el nuevo curso bajo la persistente amenaza del Covid-19, salvo algunos flecos por concretar en sus medidas. Entre todas ellas, el denominador común será el de buscar la máxima presencialidad en las aulas.
Indudablemente, la presencialidad en los centros educativos es un factor determinante en la correcta formación de los escolares y, en este sentido, resulta loable la determinación de las diferentes administraciones para conseguir la presencia física plena de los alumnos en las aulas. Sin embargo, de lo que no estoy tan seguro es de que se estén adoptando las medidas adecuadas para alcanzar este objetivo de la forma más segura posible.
A mi entender, la información que se nos transmite sobre la evolución del virus, los riesgos de contagio, las vacunaciones y las peculiaridades de la variante india, no está siendo muy tenida en cuenta para organizar una vuelta al cole segura. O, como mínimo veo ciertas contradicciones.
Se relajan las medidas sin vacunar a todos los alumnos
Por un lado, se nos transmite que la franja de edad entre 12 y 19 años es uno de los grupos prioritarios a vacunar y, sin embargo, se rebajará la distancia interpersonal entre los alumnos a partir de quinto de primaria pudiéndose flexibilizar la distancia entre 1,5 metros hasta 1,2. Pues bien, los escolares correspondientes a los cursos de quinto y sexto tienen entre 10 y 11 años ¿Qué pasa con ellos? Además, el aforo de las clases volverá a ser el habitual de 25 escolares por aula a partir de quinto de primaria, lo que redunda en lo anterior.
Tengamos también en cuenta que, por el momento, en la franja de edad entre 12 y 19 años tan sólo está vacunado el 14,8% y parece altamente improbable que de aquí al 8 de septiembre se haya alcanzado, como mínimo, la denominada 'inmunidad de rebaño' que limitaría ampliamente la transmisión del virus en las aulas.
Desde luego, no parece que las medidas anunciadas garanticen una vuelta al cole segura, saludable y sostenible, tal y como preconiza el Ministerio. La realidad de los datos es muy tozuda y lo que nos espera es simplemente que nuestros hijos van a iniciar el curso bajo unas medidas preventivas muy disminuidas con respecto al curso pasado y, por lo tanto, su exposición al virus y la de sus familiares va a ser muy superior en este curso.
Por otra parte, se está demonizando a los jóvenes como los principales culpables de la quinta ola de contagios por sus fiestas veraniegas y la práctica extendida de 'botellones' multitudinarios. No es que yo sea precisamente un defensor de los botellones, pero primero les echamos la culpa de la propagación del virus y posteriormente les juntamos a cientos en colegios e institutos relajando las medidas frente al Covid. Personalmente no me parece que se esté actuando de forma coherente.
Si el objetivo es que la presencialidad sea total en las aulas (algo con lo que estoy plenamente de acuerdo), más hubiera valido aprovechar el verano para adecuar los centros y que no fuera necesario reducir las distancias de seguridad interpersonales entre los alumnos.
No se trata sólo de vacunar
Para finalizar, no quiero pasar por alto la falsa sensación de seguridad que puede proporcionar la vacunación dado que, aunque se trate de una herramienta muy útil para prevenir los casos graves, no evita siempre el contagio. Por la tanto, se deben mantener las ya consabidas precauciones de no acudir a la escuela con síntomas, continuar con los grupos burbuja y las medidas de higiene y mantener las distancias interpersonales.
Espero equivocarme pero mucho me temo que, antes de que finalice el curso, es muy posible que volvamos como mínimo a la semipresencialidad y para ello deberíamos estar preparados con las herramientas telemáticas que tuvieron que utilizar nuestros hijos el curso pasado y que, por desgracia, muchos alumnos de origen social modesto no pudieron utilizar.