La otra noche, tras mi habitual maratón de fútbol, llegó la hora de ver un poco de cine antes de reencontrarme con la almohada. Disfrute de una película sobre un lobo que aprende a cazar en el hogar de la bolsa de valores de Nueva York, en la que su ambición hace pensar.
Para esta semana, por lo que estamos viviendo, hemos vivido y espero que no vivamos, mezclar ambiciones de poder y dinero puede convertirse en una coctelera solo apta para cerebros bien hidratados, algo angosto si afirmamos que en esta vida alcanzar ese fin solo puede ser de forma intrínseca o extrínseca. Es decir, por aptitudes de uno mismo o por factores ajenos como, herencia, suerte, estar en el momento justo en el lugar indicado. Sin descartar una tercera vía, la interacción entre ambas.
Pero no es aquí donde quiero llegar, sino a la corrupción. Posiblemente la enfermedad que más daño este haciendo en este principio de siglo. Al último escándalo vivido en el fútbol, la condena a cárcel de José María del Nido, hay que sumarle "los contratos de precio variable".
Todo el mundo es inocente hasta que se demuestra lo contrario, pero a Sandro Rosell posible que le hayan pillado con "el carrito de los helados".