Una pregunta, ¿para qué quieres controlar?
Detrás del deseo de controlar, hay miedo. Mucho miedo. Da igual ‘a qué’. La raíz es la misma para todos. Queremos controlar las emociones, los orgasmos, las eyaculaciones, a nuestra familia, a nuestra pareja, a nuestros amigos, a nuestros animales (que no son de nadie…), a nuestros sueños, la alimentación, el peso, las arrugas, el tiempo. Y hasta a la mismísima Naturaleza.
Somos seres vivos muertos… de miedo. Miedo a que ‘vuelva a pasar’, a que nos abandonen, al dolor, al sufrimiento, a la muerte, a la vida, al amor, a la soledad. Miedo a ser como nuestro padre o como nuestra madre. A repetir patrones. A convertirnos en soñadores durmientes… A ser los herederos de una historia para olvidar. Miedo. Siempre miedo.
Pero, aunque pudiera parecerlo, el miedo no es el ‘problema’, sino la Inconsciencia que tenemos sobre él. Porque cuando SABES cuáles son tus miedos puedes elegir quitarles el poder que tienen sobre ti o seguir siendo su titiritero, con lo que te pasarás la vida REACCIONANDO a él (que se te presentará a través del otro). Cualquiera de las dos opciones es válida. Ninguna es mejor o peor que la otra. Hay libertad. No hay ignorancia. Lo de ‘bueno’ y ‘malo’ sólo es un juicio. No es la Verdad.
Yo me he pasado prácticamente todos mis 38 años queriendo ‘controlar’. Para evitar sorpresas. Para huir de los desconocido. De lo inestable. De la inseguridad. De la impermanencia. Para que nada se desbordara. Ni fuera ni dentro. Para que nada se me escapara de las manos. Y lo único que logré que se me escapara fue la Vida.
La Vida. Esa Eterna desconocida. A la que enjaulamos en un espacio y en un tiempo inexistente. La que vestimos de pasado y de futuro cuando sólo es Presente. La que nos está brindando cada segundo la paz, la belleza, el goce y el Amor que tanto anhelamos. Que tanto buscamos.
La que nunca se detiene. La que ni va lenta ni deprisa. La que nos habla a través del viento, de la lluvia, de los amaneceres y de las noches oscuras. La que nos abriga con sus latidos. La que nos hace danzar al son de sus días.
Y nosotros, los humanos, diciéndole, ordenándole a grito pelao cómo tiene que respirar. Cómo tiene que cantar. Cómo tiene que hablar. Cómo tiene que jugar. Cómo tiene que reír. Cómo tiene que llorar. Cómo tiene que escribir. Cómo tiene que fluir. Cómo tiene que observar. Cómo tiene que Ver. Cómo tiene que comer. Cómo tiene que beber. Cómo tiene que caminar. Cómo tiene que correr. Cómo tiene que volar. Cómo tiene que sanar. Cómo tiene que Sentir. Que Vivir. Que Amar. Que gemir. Y que follar.
Como si nos fuera a hacer caso. Como si ‘el control’ fuera su lenguaje universal. Como si fuésemos alguien a quien obedecer. A quien ‘seguir’. A quien admirar. Nosotros, los humanos. Los que ni siquiera sabemos que no sabemos nada. Los que vamos por el mundo dando lecciones de lo que aún no hemos aprendido. Los que no tenemos ni idea de escuchar. Los que no nos atrevemos ni a Abrazar.
LARGA VIDA a los orgasmos descontrolados. A las eyaculaciones precoces. A los besos no solicitados. A los ‘te quiero’ no planificados. A los polvos de cinco minutos en el sofá, en el coche o en el baño. A los sudores ardientes. A las caricias sin venir a cuento. A las masturbaciones, con pilas o sin ellas. Ácidas o alcalinas. A las risas que te parten el Alma. A las miradas impertinentes. Y a las lágrimas desbordadas.
LARGA VIDA a desaparecer…, a deshacerte Haciendo el Amor sin medida. Sin contratos. Sin compromisos o con todos ellos. Sin reclamos. Sin condiciones. Sin ropa. Ni en la piel ni en las entrañas. ‘A pelo’, sin condones en el Corazón. Sin preservar ni una gota de tu intimidad. Sin reglas y con ella. Sinvergüenzas… Desgarrando cada uno de tus jadeos. Para que nada ni nadie se quede a medias. Para que cuando eches la vista atrás, no te arrepientas. Para que cuando estés en la tumba, te sientas satisfecha.
LARGA VIDA a lo que está Siendo, a lo que estás Siendo, y no a lo que crees, a lo que Creemos que Debería y debemos SER.
LARGA VIDA A LA VIDA.
LARGA VIDA AL AMOR.
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