Revista Cocina

Control integral

Por Dolega @blogdedolega
Control integral

Cierra la llave de contacto y baja del coche. Sus botas hacen crujir el hielo del camino e indiferente a las ráfagas de viento gélido, aparece el enorme mastín leonés echando grandes bocanadas de vaho y moviendo el rabo desacompasadamente. Noventa y cinco kilos de perro le dan la bienvenida en esta noche de invierno.

Pone la bolsa en la mesa de la cocina y sale a colgar su pesada chaqueta de pana al perchero de la entrada. Mientras saca los papeles de los bolsillos escucha un ruido conocido. Se asoma y comprueba que ya no hay nada. Su amigo se relame la enorme trufa y si no fuera por el color vivamente rojizo de su lengua, nadie hubiera dicho que se acababa de tragar un kilo de fresas con bolsa de papel incorporada. Se ha convertido en su juego favorito, al uno le encanta robar fresas y al otro le gusta comprarlas para que se las roben. Está todo dicho y con el tiempo ha llegado a ser el ritual que pone el broche final a un día completo sin amo, la recompensa.

Entra en el salón, que tiene una temperatura muy confortable pero echa una mirada nostálgica a la chimenea, seguro que son las fechas siempre le pasa lo mismo al volver a casa después de la visita anual a la gran ciudad.

Vuelve a la cocina, saca una sartén, le pone un generoso fondo de aceite y enciende el gas al mínimo. Mientras se dirige a la nevera, recuerda las luces, los adornos de las calles, la gente presurosa por las aceras, siempre le ha hecho ilusión bajar y pasear por la ciudad en estas fechas, lástima que este haya sido el último año; después de lo ocurrido, cada vez es más peligroso el viaje y salir de allí podría costarle caro.

Coge dos huevos, los abre y los pone en un plato. Mientras los desliza suavemente en la sartén vuelve a ver las enormes flechas centelleando intermitentes que anuncian un control policial en la autopista y sabe que es una presa fácil.

Mira fijamente la espumadera con la que baña cuidadosamente los huevos con el aceite caliente y siente un estremecimiento al recordar la silueta del policía acercándose a su coche. No debía de haber bajado, no tenía que haber salido, pero era tan bonito pasear por las calles bulliciosas en esta época y sobre todo, le traía tantos recuerdos agradables. Los saca, los pone en un plato y comprueba con disgusto que le han quedado con las yemas duras. Ya no podrá mojar pan en ellos. Ya no volverá a bajar a la ciudad en las fiestas...ni nunca.

Abre la nevera, saca un paquete envuelto en celofán y vuelve a escuchar la voz del policía - Buenas noches señor, su documentación - y se ve alargando la mano, abriendo la guantera para sacar su antigua cartera de piel, tira el film transparente al cubo de la basura mientras retumba en sus oídos el - Por favor sople aquí para el control de alcoholemia - y empieza a quitarle la primera capa de papel de aluminio al paquete mientras el otro mira la pantalla de su máquina portátil y le devuelve los documentos - muchas gracias caballero - y él hace una bola plateada que rueda por la encimera de la cocina y escucha con claridad -lo siento señor, da positivo por 0,05 miligramos- y empieza a quitarle la segunda capa de papel de aluminio al paquete y susurra sin quitar la manos del volante - solo he tomado media cerveza - pero sabe que aquello es imparable, no habrá multa pero sabe las consecuencias - Procedo a restarle 150 puntos de su carnet de ciudadanía, señor. Lo siento - y él no hace ningún gesto mientras dobla con cuidado el papel de aluminio de la segunda capa del paquete. Un suspiro apenas perceptible lo ayuda a quitarle la tercera capa al envoltorio mientras asiente resignado a las instrucciones para pasar el test de drogas y como ya sabe los resultados escucha sin sorpresa -lo siento señor da positivo por nicotina y como no tiene menores a cargo solo serán 50 puntos menos en su carnet de ciudadanía. Esta vez mira fijamente el cuadrado de papel metálico y vuelca en él el contenido de una bolsa de congelación. Coge una pequeña tabla de madera y un cuchillo, pero se queda sentado en el coche -me lo tendrá que pedir por favor - piensa tozudo aún sabiendo que es una pataleta inútil, así que ya tiene la mano en la puerta cuando escucha -Baje del automóvil por favor, señor- Y piensa que educación no le falta al uniformado mientras lo ve trastear dentro del coche, mirar debajo de los asientos y pasar sin decir palabra a husmear en el maletero. Siente que el aire le da de lleno en la cara y se entretiene viendo pasar a los buenos ciudadanos que llevan sus chips en el techo de sus coches con los datos actualizados.

Va cortando con cuidado rodajas finas de su tesoro comprado de contrabando a un amigo mientras asiente con la cabeza -Señor, lleva dentro del coche desperdicios que no han sido debidamente reciclados... - Se agacha y abre el mueble de las sartenes para sacar una - ... procedo a restarle los puntos y le sugiero que mantenga sus datos actualizados, de esta forma le será más fácil saber su situación real en todo momento - y pone la sartén al fuego, pero se da cuenta de que no ha pelado unas patatas y quiere patatas y le empiezan a sudar las manos a pesar del frío mientras está parado allí en el lateral de la autopista en plena noche y se rebusca los bolsillos de su chaqueta de pana meneando la cabeza y mira al policía que está perdiendo la paciencia y siente que un intenso calor se apodera de su estómago y -¡Aquí está! - Exclama triunfal y le tiende veloz el teléfono móvil al agente y coge una patata de las grandes del cesto y empieza a pelarla. En redondo, siempre en redondo como le enseñó su madre y escucha como un eco lejano - Señor, su actividad en redes sociales es casi inexistente, carece de amigos y no tenemos registrado ningún selfie sonriendo, ningún comentario jocoso, ni siquiera un meme deportivo... - y parte rodajas gorditas como le enseñó su madre - ... y todavía tiene 500 puntos del verano pasado que no han sido condonados así que su test de felicidad es realmente preocupante caballero... - y parte las rodajas en bastoncitos finos como le enseñó su madre - ...Debo comunicarle que su carnet de ciudadanía ha entrado en proceso de desactivación. Deberá personarse en las oficinas de su sector para un curso de readaptación. Tiene dos horas y treinta minutos para llegar a su casa - y ya no siente frío, ni el aire, simplemente pone el aceite de los huevos a calentar, echa las patatas y cuando están visiblemente doradas las saca con la espumadera y las vuelca encima de los huevos ya apenas templados.

¿Cómo hemos llegado a esto? Se pregunta. Despacio, muy despacio y sin darnos cuenta se contesta él mismo. Levanta la vista y allí está sentado mirándolo fijamente, con la lengua fuera y produciendo babas a toda máquina. Mira las rebanadas y sonríe.

-¿Quieres, Nerón? - El perro hace amago de adelantarse pero se queda petrificado en el sitio, mueve su enorme cabeza y se relame repetidas veces a la vez que mueve el rabo de forma desacompasada. Le tira una rodaja de chorizo a su amigo que la caza al vuelo y apenas le dura en la boca una fracción de segundo antes de ser disparada a su estómago. No puede menos de soltar una enorme carcajada al recordar a aquel joven policía tratando de animarlo ante su desgracia dándole la única buena noticia en su carnet de ciudadanía - Por lo menos lleva una alimentación adecuada. No tiene registros de consumos de grasas trans ni derivados animales.

En ese momento, empieza a disfrutar de su cena.

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