Revista Historia

Controversia del Adopcionismo hispánico

Por Ilustrado

El adopcionismo es la doctrina según la cual Jesús fue un ser humano, elevado a categoría divina por designio de Dios por su adopción, o bien al ser concebido, o en algún momento a lo largo de su vida, o tras su muerte.

Controversia del Adopcionismo hispánico

CRISTO DE OTERO (PALENCIA)

Antes del Cristianismo, ha habido al menos dos concepciones más o menos similares (no necesariamente excluyentes la una de la otra) de las cuales puede emanar esta idea:


Al mismo tiempo, el adopcionismo era psicológicamente interesante para los primeros cristianos, y era fácil identificarse con un héroe como Jesús, un ser humano como cualquiera que es elegido ("adoptado") por Dios y que en consecuencia daba esperanzas de salvación a los propios cristianos, tan humildes ante Dios como su héroe máximo.


A lo largo de las llamadas disputas cristológicas, el adopcionismo volvería a ser resucitado, en una versión más refinada, por Pablo de Samosata (en el Siglo III) y por su discípulo Arrio. También fue adopcionista el obispo Fotino de Sirmio, depuesto el año 351 por el Sínodo de Sirmio.

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Controversia del Adopcionismo hispánico

La querella del adopcionismo hispánico fue un debate que se desarrolló en el último cuarto del siglo VIII cuando la mayoría de la España visigoda había caído bajo el poder de los invasores musulmanes. La convivencia entre las dos religiones y sus correspondientes culturas atravesó períodos de especial virulencia. Los pactos iniciales firmados entre los conquistadores y los visigodos permitieron una cierta autonomía religiosa. Pero la situación fue cambiando a contextos de incomprensión y enfrentamiento. La comunidad cristiana se mantuvo fiel a la fe de sus mayores, lo que suponía una incomodidad para las creencias de los nuevos titulares del poder político en la península.


El rito mozárabe consiguió mantenerse en ciertos lugares de la ciudad de Toledo, era el llamado rito hispánico o visigótico. En la capilla del Corpus Christi de la catedral primada es obligatorio el uso de la liturgia mozárabe, permitida también en las iglesias mozárabes de la ciudad. Ciertos usos de la liturgia mozárabe pasaron de la romana en las reformas del Concilio Vaticano II. El detalle más significativo es el paso de las dos lecturas tradicionales romanas (Epístola y Evangelio) a las tres de la liturgia hispánica (Profecía, Apóstol y Evangelio).


La antigua liturgia hispánica (visigótica) poseía textos que se remontan a Isidoro de Sevilla y a otros grandes teólogos hispanos. Tenía una gran fuerza hasta que las reformas cluniacenses influyeron en su decadencia, a la que se resistieron los mozárabes toledanos y los de otros lugares. Desde mediados del siglo XI los dos ritos compitieron abiertamente. A pesar de las presiones, el rito hispánico no desapareció del todo, sino que pervivió unido a determinadas comunidades mozárabes.

Fue precisamente el recelo originado por ciertas expresiones de la liturgia lo que representó una dificultad grave a la hora de aceptar como ortodoxo el rito hispano-mozárabe. Daba la impresión de que no era clara la confesión de la filiación divina de Cristo por naturaleza, sino que su relación con el Padre se reducía a la mera adopción.

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El Adopcionismo español se sitúa en el intento de acercamiento interconfesional de la Iglesia mozárabe con la cultura árabe, desde el ámbito de la doctrina Cristológica.
El vocablo "adopción" fue importado de Oriente a Occidente por , obispo de Toledo y sucesor de San Isidoro de Sevilla. Teodisco fue depuesto por afirmar que Jesucristo no era Dios con el Padre y el Espíritu Santo (Santa Trinidad), sino adoptivo. Posteriormente, el vocablo pasó a los árabes.
El principal defensor del Adopcionismo fue el monje Elipando de Toledo . Nacido el año 717, se educó en una escuela monacal y pronto se dedicó al estudio y profesión monástica. Se cree que pudo haber recibido influencias de escuelas religiosas sirias. Los sirios habían llegado a la península procedentes del norte de África en la temprana juventud de Elipando, durante la invasión islámica. Entre el 754 y el 800 rigió la sede de Toledo. Combatió contra los intentos de Carlomagno de someter la Iglesia española a la franca.
Elipando, con un arzobispado cuyo vasto territorio estaba bajo el influjo de los árabes, intentó pactar con los mahometanos para quien Jesús era solo un profeta y por lo tanto mero hombre. La doctrina proclamada por el obispo de Toledo es que Cristo, según su naturaleza humana, es hijo adoptivo de Dios. Por lo tanto, en diálogo con los hijos de Mahoma convenía sostener la filiación adoptiva en cuanto hombre, y con los cristianos la filiación natural en virtud de su naturaleza divina.
Para los musulmanes había en el Cristianismo un motivo de escándalo en la Trinidad, ya que parecía incidir en el politeísmo, tres dioses, y así acusaban a los mozárabes. Elipando trató de hacer frente a la acusación acudiendo de algún modo a las raíces arrianas del goticismo. Más tarde, en el Sínodo celebrado en Sevilla el 784 propuso una modificación del Credo en el sentido de que no pudiera decirse que las dos naturalezas se identificaran en la segunda Persona de la Trinidad: Cristo habría "adoptado" la carne como una especie de revestimiento, nada más, sin quebrantar en modo alguno la unicidad divina que Muhammad con empeño había defendido y enseñado.

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La exposición de la doctrina de Elipando también aparece en relación a la refutación de Migencio, predicador que sembró ideas confusas en algunas regiones de la Bética. Su doctrina se conoce por una carta que le escribe Elipando, en contestación a una especie de carta circular, método propagandístico usado por Migencio. Decía el arzobispo de Toledo:

Leímos tu carta sin poder contener la risa. En ella aparece tu fatua e ignorante locura de tu corazón. Vimos la carta y la encontramos ridícula por la falta de consistencia de tus afirmaciones y no sólo nosotros, sino toda la catolicidad te desprecia por tu pútrida doctrina y te declara digno de anatema... No se puede curar tu enfermedad con fomentos de vino y aceite, sino con un cuchillo de doble filo ha de amputarse podredumbre tan Antigua.


Migencio afirmaba que la Trinidad estaba compuesta de tres personas: el padre David, el hijo Jesús de Nazaret y el Espíritu Santo que era el apóstol San Pablo. Decía también que los sacerdotes mienten cuando se confiesan pecadores siendo en realidad santos y si no lo son ¿porqué se atreven a celebrar los sagrados misterios? Roma, para Migencio, era el único lugar santo, ya que allí habitaba Cristo.

Dios Padre no engendró la carne [...] A la manera que ningún hombre engendra el alma de su hijo, sino la carne, a la que se une el alma, Dios Padre, que es espíritu, engendra el espíritu, no la carne. El Padre divino engendra la naturaleza y la persona; el padre humano la naturaleza, no la persona. En el Hijo de Dios subsistía la naturaleza divina antes que tomara la naturaleza humana. [...] En una sola persona hay dos substancias: una producida por generación, otra no engendrada. La carne nace de la carne; el alma es propagada por Dios. Si a alguien le place dividir a Cristo en hijo propio y adoptivo, divida de una manera semejante a todo hombre. Pero como repugna a la razón suponer ni en el Hijo de Dios ni en el hijo del hombre dos padres, reconozcamos en uno y otro unidad de personas.

El error adopcionista de Elipando se encuentra en la refutación de la doctrina sobre la segunda persona de la Trinidad, que para Migencio era de la descendencia de David, pero no la engendrada por el Padre. Elipando enfurecido contestó que cómo puede ser el Hijo de Dios, nacido únicamente de la madre y no engendrado por el Padre sin principio. Y, si en la Trinidad nada puede haber que sea corpóreo ni mayor ni menor, cómo se atreven a decir que aquella forma servil es la segunda persona de la Trinidad, ya que el mismo Hijo de Dios, con relación a esta forma por la cual es criatura del Padre dice de sí mismo el "Padre es mayor que yo" (Jn.4,28).

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Los primeros en responder y poner en duda la doctrina del metropolitano de Toledo fueron En torno al 785 escribían a Elipando manifestando sus dudas por la doctrina expuesta. El escrito lleva el nombre de (792). Allí compareció Félix, quien expuso sus tesis. Habiendo sido convencido de sus errores, Félix marchó a Roma donde compuso una profesión de fe en la que condenaba la doctrina del hijo adoptivo y profesaba que Jesucristo Elipando y Félix no reconocieron el , donde después de haberle expuesto varios obispos la falsedad de su doctrina, con razones de la Beato de Liébana, abad de Santo Toribio de Liébana, y Eterio de Osma, obispo de Osma. Pertenecían al Reino de Asturias y, por tanto, a la Iglesia libre de la invasión musulmana. Por medio de su rey Alfonso II, acudieron al emperador Carlomagno para que condenase esta herejía. Y así, en un Concilio, presidido por legados del Papa, condenó el adopcionismo.
Apologeticus, más conocido como Los comentarios sobre el Apocalipsis de Beato
Sólo uno de los obispos hispanos, Félix de Urgel , se atrevió a defender la doctrina de Elipando. Félix era de carácter más razonador e inteligente que el primero y, de hecho, hubo de retractarse. Estando su diócesis en la Marca hispánica (condado de Urgel bajo el dominio de Carlomagno), la doctrina traspasó el territorio peninsular convirtiéndose en una disputa de toda la Iglesia universal. Félix estuvo muchas veces solo frente a escuelas de teólogos que discutían sus tesis y las clasificaban con la etiqueta de heréticas.
La herejía fue condenada solemnemente durante el II Concilio Ecuménico de Nicea
Entre los años 786 y 787, el papa dirigía una carta a , metropolitano de Braga, y a Elipando, llamándolos a que abandonen su doctrina. Al no lograrse ninguna retractación, el Papa convocó en unión con Carlomagno (temeroso éste por la ruptura de la unidad del Imperio) un concilio en
Vuelto Félix a su sede en Urgel, por invitación de Elipando, volvía a caer nuevamente en el adopcionismo, trasladándose a Toledo, donde tenía mayor apoyo.
est proprius et verus Filius Dei. Elipando replicó con menosprecio a sus adversarios del norte: "Cómo puede permitirse un monje de Liébana enseñar doctrina a un arzobispo de Toledo". Y a ello pudo Beato replicar con una noticia que desde la época de Dionisio el Exiguo venía circulando por Europa: "... lo mismo que Roma, España tenía un origen apostólico, ya que Jacobo (Santiago), hermano de Juan, había viajado hasta ella antes de su muerte para sembrar allí las primeras raíces cristianas".
En vista de la persistencia, y de las cartas que Elipando había dirigido a muchos obispos germanos y franceses, Carlomagno convocaba otro concilio general con el consentimiento del papa en en el 794. Asistieron unos 300 obispos y una representación pontificia. Elipando expuso en un magnífico discurso la fe en litigio. Al terminar preguntó "¿cuál es vuestra opinión?". Las conclusiones dicen que la frase "hijo adoptivo" no solo es desconocida en la antigüedad, sino falsa, porque induce a creer que Cristo no es propio hijo de Dios.
reunió un sínodo romano en el 799 que pronunció un anatema contra Félix. Este fue convocado nuevamente por Carlomagno en Libellus Sacrosyllabus compuesto por el concilio. Por ello el nuevo papa Sagrada Escritura, renunciaba a ellas. Elipando murió obstinado en sus doctrinas al parecer en Lyón, donde el emperador había mandado que permaneciera.

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APOCALYPSIS DE BEATO DE LIÉBABA

Una discusión provinciana llegó a implicar a los grandes teólogos de la época como a Alcuino de York y a Paulino de Aquileya, y a turbar la paz del Imperio carolingio y de la Curia romana.


La serie de concilios convocados para abordar el problema planteado por los españoles, así como las cartas de los Papas que denunciaban el peligro demuestran con evidencia que no se trataba de un problema baladí: concilios de Ratisbona (791), de Francfort (por Carlomagno, 794), de Aquisgrán (799), de Roma (799), de Fréjus (799), etc. Los papas Adriano I y León III y los consejeros de Carlomagno comprendieron la magnitud del peligro y trabajaron para doblegar a los españoles que, con argumentos teológicos y con el acostumbrado recurso a la Sagrada Escritura, a los Santos Padres y a los textos litúrgicos, defendían con sus puntos de vista.
Pero todos pretendían purificar la fe y acomodarla a las exigencias del dogma. Tiene, por lo tanto, razón J. C. Cavadini cuando afirma que lejos de ser esta controversia una señal de la decadencia de la Iglesia visigoda, como algunos han insinuado, es una prueba de su vitalidad y de su apertura hacia el futuro. Es difícil aceptar la opinión del atraso de la teología española del siglo VIII.
En el último cuarto del siglo VII se habían celebrado en Toledo varios concilios entre los que destacaron el XI (675) con un preclaro Símbolo de la fe sobre la Trinidad y la Redención, el XV (688) con doctrinas sugestivas sobre la Trinidad y la Encarnación, y el XVI (693) en el que los padres conciliares abundan sobre la Trinidad. Del texto de este concilio son las palabras con las que Alcuino de York pretendía explicar su idea de la Trinidad en su carta a Elipando. Según aquel concilio, las personas de la Trinidad entre sí no son aliud, sino alius. No son distintas en naturaleza o sustancia, sino en las personas. Son una misma cosa, pero personas distintas. Los teólogos españoles del siglo VIII, sucesores de los grandes escritores eclesiásticos de siglos anteriores como Isidoro, Eugenio, Ildefonso, Julián, etc. contribuyeron positivamente al avance de la reflexión sobre la fe en los temas cristológicos.

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El
cisma hispano, que se pudo producir de haberse formado un colegio de obispos adopcionistas en Al-Ándalus, no llegó a materializarse: los sucesores de Elipando y sus adláteres fueron católicos y los mozárabes mantuvieron la fe ortodoxa, en comunión con el papa hasta el último momento. Aparentemente, las conversiones logradas lo habían sido únicamente por el ejemplo personal (en el caso de Félix) o la pura autoridad de un cargo (en el caso de Elipando), y desaparecieron con ellos. Otra consecuencia positiva fue la difusión de las obras de un teólogo hispano singular, Beato de Liébana, popularizado a partir de su refutación del adopcionismo y posteriormente admirado en toda la Cristiandad por su Apocalipsis.
En Hispania, la controversia sirvió como excusa para que el rey asturiano alejara a su iglesia de la influencia de la Iglesia mozárabe, ahora sospechosa de herejía y contagio de las enseñanzas mahometanas. Alfonso II el Casto (791-842) acercó a su reino la influencia franca del Imperio carolingio, al que envió tres embajadas. También la iglesia astur recibió las nuevas formas litúrgicas y teológicas romanas que se abrían paso en la Cristiandad latina, iniciando la ruptura con la Iglesia mozárabe mártir bajo el dominio de los emires de Córdoba. Elipando puede ser responsabilizado del inicio de este proceso que concluiría durante el reinado de Alfonso VI con la reconquista de Toledo, el fin de la iglesia mozárabe y el triunfo romano en la Iglesia española.


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