La convención del Partido Republicano (GOP) de este año, en la que se ha nominado el ticket presidencial formado por Romney-Ryan será recordado por haber sido pospuesta por un huracán, por haber descubierto el encanto de la mujer de Romney, Ann, y sobre todo por la actuación de Clint Eastwood que dio su discurso a una silla vacía, creando un fenómeno en twitter de más de siete mil mensajes por minuto.
Pero no será recordada por Mitt Romney. Este año no hubo el espectáculo que nos dio la guerra fratricida entre Obama-Clnton del 2008. No, esta convención puso fin al agónico proceso de primarias donde Romney se fue imponiendo de forma carísima y lastimosa a cualquier candidato no-soy-Romney que iba saliendo de las filas del GOP.Y al igual que hicieron sus muchos contrincantes en primarias, que usaron el tirón de no ser el descafeinado Mitt Romney, él hizo lo mismo en esta convención a nivel nacional. Dio un discurso normal donde su única virtud a resaltar fue la de no ser Obama. Se unió así a la ya larga lista de políticos que han tenido éxito por no tratarse de su contrincante en el poder como Hollande o Rajoy. Pero en Estados Unidos pude no ser suficiente. Romney ha resaltado sus cualidades como gestor económico en un tiempo de incertidumbre en Estados Unidos, pero ha de tener en cuenta que todos los candidatos que han ganado las elecciones tenían una conexión con el electorado por encima de sus cualidades gestoras. Pensemos en el carisma del ídolo republicano por excelencia, Ronald Reagan, que llegó a la casa blanca siendo un anciano actor de derechas. O el carisma del otro gran icono del Partido Demócrata actual como fue Bill Clinton. Los que han perdido siempre lo han hecho por tener el perfil que hoy muestra Romney, elitista y estirado tecnócrata de Nueva Inglaterra o de un estado industrial. Romney no representa los valores del GOP porque no representa a la familia media americana de pueblo o ciudad pequeña. Mormón de religión e hijo del gobernador de Michigan, gestor de un fondo de inversión de alto riesgo y gobernador de un elitista estado de Nueva Inglaterra. Es sin duda el mejor perfil de un candidato demócrata. Pero el GOP, inmerso en una batalla identitaria que ve como la médula espinal del partido -el WASP- se encuentra en franca retirada, no encuentra en Romney al romántico salvador que buscaba. De ahí que durante las primarias cualquier iluminado fuese coronado, aunque de forma efímera, como el salvador del conservadurismo americano. Cumplió con el guión de la convención, pero eso no fue suficiente. Si lo miramos en términos relativos, Romney ha desperdiciado la única gran ocasión que tiene el candidato de la oposición para iluminar su campaña. Un día después de la convención, los swing states siguen estando mayoritariamente a favor de Obama, lo que es sintomático. De ahí que se centrase en un discurso económico sin profundizar, sacando punta al hecho de no ser Obama e implorando que el público despierte del sueño del "yes, we can" de hace cuatro años.Pero tampoco ha querido profundizar mucho en la economía, porque es un arma de doble filo para Romney. Cómo conjugar el seguro médico obligatorio instaurado en Massachusetts en su etapa como gobernador con el odio al Obamacare de las bases republicanas será todo un reto. Cómo conjugar su campaña como buen gestor económico con el hecho de que su compañía fuese rescatada por un fondo del gobierno. Cómo conjugar el odio al gobierno de las bases republicanas con el hecho de que fue éste el que evitó la estrepitosa caída del poderoso sector automovilístico americano (y de su propia empresa). Cómo conjugar los valores rurales americanos y el odio a Wall Street de las bases republicanas con el hecho de que fuese un gestor de fondos de alto riesgo y tenga su dinero en paraísos fiscales. Todas estas contradicciones son las que lastran la campaña de Romney y pueden apartar el foco de la gestión de Obama para centrarlo en el dudoso conservadurismo de Romney.Pero para eso está su vicepresidente, a pesar de que los vicepresidentes no ganan elecciones. La gran esperanza del GOP se llama Paul Ryan, neoliberal hasta la médula, de familia humilde, católico (eso le falla) y blanco es la última gran esperanza de unos Estados Unidos tradicionales. Ha sido la convención de Paul Ryan. Su discurso ha sido el que más ha brillado -con la excepción del excéntrico Eastwood- y su mensaje ha sido el que más ha calado porque fue el más sincero. Sin los lastres ideológicos de Romney, Ryan encarna el valor del individualismo que ha levantado esa gran nación. "No ha sido el gran gobierno quien ha construido Estados Unidos, habéis sido vosotros" dijo entre los vítores extasiados del auditorio. Fue, en mi opinión, el despegar de la nueva estrella Republicana. Como sucedió con Obama en la convección demócrata del 2004 que debía aupar a John Kerry, ésta fue la convención de Paul Ryan, la esperanza del GOP para 2016.