CONVENTO DE JESUS: UNA MAGNÍFICA JOYA EN EL TESORO QUE ES SETÚBAL
Moisés Cayetano Rosado
Ya sabía, cuando visité por primera vez la Igreja do Convento de Jesus de Setúbal, que iba a contemplar el monumento que sirvió de inspiración para la construcción interior de la admirable Iglesia de la Magdalena, de Olivenza. Fray Henrique de Coimbra, confesor del rey D. Manuel, nombrado obispo de Ceuta en 1506, había fijado su residencia en Olivenza (tierras del obispado de la ciudad norteafricana), tras pasar algún tiempo como confesor de las clarisas en el Convento de Jesús, del que admiraba su construcción tardo-gótica/manuelina, e impulsó esta monumental construcción.
Varias veces he vuelto a visitarla hasta que hace unos años acotaron el espacio entorno a ella para realizar una profunda restauración, aplicada fundamentalmente al Convento, cerrado al público y que nunca pude ver.
Esta envidiable población marinera que es Setúbal estuvo privada por un largo período de uno de sus principales atractivos, aunque siempre era y es más que digna de visitar: por su Mercado do Livramento, uno de los más bonitos del mundo; por su Forte de S. Felipe, construcción renacentista de soberbio porte y admirable presencia en alto desde el que admirar la península de Troya; por sus playas y paseo marítimo; por su hermoso Casco Antiguo, de rico patrimonio arqueológico, civil y religioso; por su apetitosa cocina de pescado y mariscos… ¡Por tantas cosas más!De nuevo ha reabierto al público (ya hace unos meses, en octubre de 2020, pero con las restricciones de la pandemia, como si fuera ahora), y no solamente nos ofrece el regalo de su explana exterior (con cruz al medio, de primera mitad del S. XVI, sobre columna y gradas) y el templo tantas veces admirado, sino que su Convento se presenta al visitante con todo su esplendor y un apreciable Museo en el interior.
El conjunto fue fundado hacia 1490, entonces a extramuros de la ciudad, encomendándole el rey D. Juan II de Portugal la construcción al arquitecto Diogo de Boitaca, que ahí comenzó sus trabajos en Portugal, siendo muy activo durante el reinado de D. Manuel, bajo cuyo reinado terminó la construcción.
La Iglesia (como la cruz exterior y buena parte de convento) tiene la particularidad de estar construida en cuanto a su portada y ventanal tardo-góticos, sus comunas interiores torcidas como soga marinera y bóveda de crucería y estrellada en el ábside, en piedra de la Serra de Arrábida: “brecha Arrábida”,una durísima piedra sedimentaria, conglomerado calizo y arenisco multicolorde gran dureza, que se asemeja al mármol, de una belleza única, rarísima en la naturaleza.
Exteriormente, la Iglesia parece una fortaleza, con recios contrafuertes rematados en pináculos, crestería superior y ábside poligonal más elevado, con los mismos elementos de sustentación y ornato. La portada, de arquivoltas apuntadas, presenta nichos vacíos para colocación de estatuas que, al parecer, nunca llegaron a instalarse. Las letras, en piedra, alfa y omega, decoran el tímpano. Un grueso parteluz divide la entrada en dos arcos compuestos gemelos.
El interior está distribuido entre una amplia nave y dos pasillos laterales, dividiéndolos columnas torcidas, tipo salomónico, muy airosas, pese a su grosor y altura, sosteniendo bóvedas de crucería ojivales en el centro y de cañón en los laterales. En las paredes laterales hay una hermosa azulejería de los siglos XVII y XVIII, con escenas de la vida de la Virgen, en colores azul y blanco, y ribetes dorados encuadrando los episodios, de leyendas latinas. La majestuosidad del altar, con su amplia bóveda estrellada, azulejos geométricos blancos y azules culminan el monumental conjunto.
El convento, de dos pisos, tiene un claustro que es todo un “festival de piedra de Arrábida”, de brecha endurecida tras elevarse del mar en la sierra frondosa de los alrededores. Sobre fustes cilíndricos, con basa y capitel de reminiscencias dóricas, se alzan arcos ojivales, mostrando al interior un amplio espacio abierto, con fuente central y lavatorio monumental esquinado, existiendo una generosa profusión de rostros labrados en la piedra, en esquinas y gárgolas.
Ya en el piso superior, se encuentra un amplio museo de arte sacro, en el que destacan pinturas renacentistas y barrocas de gran calidad, y especialmente, en el amplio coro, la sillería central, el revestimiento de azulejos geométricos en las paredes, y las columnas y arcadas de medio punto policromadas. Pero más especialmente, su amplio relicario, de diversos santos y santas, cubriendo la pared que da desde el coro a la iglesia, a ambos lados de los ventanales cerrados y cubiertos por retratos de religiosos y religiosas, con sus hábitos y símbolos distintivos.
Y como elementos curioso y asombroso, a la izquierda de la entrada a este coro, la momia yacente en ataúd de chapa y vidrio de una niña de entre 18 y 24 meses de edad, hija de D. Jorge de Lencastre (1481-155), Maestre de la Orden de Santiago, hijo ilegítimo del rey D. João II.
Variedad de gustos, estilos y concepciones, pureza en el arte de arranque de la Edad Moderna, que no solamente es de lo más valioso de esta ciudad-tesoro, sino toque inicial, referencia universal del patrimonio artístico manuelino. Hay que verlo, volver de nuevo una y otra vez, saborearlo en directo, para poder apreciarlo en todo su valor.