El Convento de la Purísima Concepción, también conocido como de las Capuchinas por la congregación de religiosas que habitan entre sus muros, fue fundado originariamente por unas monjas de esta orden que llegaron desde Madrid, en marzo de 1632, a instancias de Doña Petronila Yáñez, viuda de Don Pedro Laso Coello y vecina muy acaudalada de Toledo.
Ella las instaló en su casa de manera provisional en la que habilitó también una Iglesia. En 1635, fueron trasladadas a otras casas y en 1655, el Cardenal Pascual de Aragón, quien está enterrado en su Iglesia, las llevó a otras casas que compró a Don Juan de Isasaga y Mendoza. Finalmente, este mismo Cardenal, siendo ya Arzobispo de Toledo, comenzó a construirles el convento y la Iglesia que hoy contemplamos, comenzando las obras en 1666 y acabando en 1671 las del templo y en 1673 las del convento.
Descripción
El edificio, construido en ladrillo por el arquitecto Bartolomé Zumbigo y Salcedo (quien se convertiría en maestro de obras de la Catedral), presenta una fachada que en la Iglesia cumple la función de retablo. La portada está rematada por un frontón6 en forma de triángulo con un óculo7 en el centro. En la hornacina que vemos, hay una Virgen Inmaculada cuya obra se atribuye al escultor madrileño Manuel Pereira.
Aunque el crucero de la iglesia, en su desarrollo lateral, sobresale ligeramente en planta, no puede hablarse de cruz latina; aquélla es rectangular, de una sola nave dividida en tres tramos: El mencionado crucero, la capilla mayor y el coro, en alto, a los pies, sobre amplio arco rebajado. Nave y capilla mayor tienen bóvedas de medio cañón fajeado y con lunetos; en el crucero, cúpula sobre pechinas, sin tambor y con linterna ciega. Sobre un zócalo de sillería se dispone el límpido y desornamentado alzado interior, todo jaharrado, articulado mediante pilastras toscanas que, prolongadas sobre el liso friso, alcanzan a los capiteles situados directamente bajo las cornisas. Cuatro machones sustentan la cúpula en el crucero.
Respecto a éste, queda ligeramente elevado el presbiterio, donde las pilastras de articulación aparecen sutilmente cajeadas; en su testero, el retablo mayor; del lado de la epístola, la reja que da al coro bajo de las monjas -amplia estancia rectangular y de escasa altura, cuyo cielo raso queda materialmente ocupado por un enorme escudo, pintado al fresco por Francisco Rizi, del Cardenal Pascual de Aragón-, y del lado del evangelio, la capilla del Cristo.
Interior de la iglesia de las Capuchinas.
Ya en el interior, su planta es rectangular y consta de una sola nave cubierta con una bóveda de medio cañón con lunetos. El retablo mayor es obra del italiano Virgilio Fanelli, mientras que las pinturas son de Francisco Rizzi. Por otro lado, los lienzos que hay en los laterales son armarios en cuyo interior se guardan numerosos relicarios.
Apurada sencillez y marcada desornamentación son los criterios manejados en todo el interior. La contrapartida está en la nobleza de los materiales -mármol, jaspes y bronces- utilizados para los retablos, los enmarques de cuadros y las placas con inscripciones.
Cada uno de los detalles que configuran este espacio arquitectónico está ejecutado con una ponderación, una exquisitez y un acabado final que sorprenden; fruto, todo ello, de una mesurada proporción y equilibrio.
El exterior es, en general, de ladrillo visto con rafas de piedra, de volúmenes cúbicos y perfiles rectilíneos, como es práctica habitual en la arquitectura seiscentista de Toledo.
Entre las dependencias conventuales es de reseñar el pequeño claustro, que actúa como elemento distribuidor de estancias, formado por dos pisos, de cuatro galerías cada uno, que, a través de arquerías de medio punto, se abren a un patio. Las paredes de la nave están decoradas con pinturas de Simón León Leal, la que representa a Fernando III el Santo ante san Hermenegildo, y de Giovanni Peruzzini la de Santa María Magdalena de Pazzis, ambas firmadas.
Fuentes: Wikipediahttp://www.unaventanadesdemadrid.com/toledo-vii.html
Revista Cultura y Ocio
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