” la uva está hecha de vino ”
– Que genial ¿A quien se le habrá ocurrido? –
Pregunté maravillado por la idea etílica.
– ¿A quién no se le ocurriría? –
Dijo Eduardo mientras tomaba unos apuntes.
El mate estaba recién arrancado y yo armaba un cigarrito. Recordé por alguna razón la historia que Marcela Perez Silva le contó a Eduardo:
Un hombre de las viñas me habló, en agonía, al oído. Antes de morir, me reveló su secreto: – La uva está hecha de vino, me susurró.
– ¡Que maravilla! – volví a exclamar.
Eduardo que hasta el momento estaba ocupado en sus letras me miró y echó una mueca de sonrisa.
Y no es tan delirante la idea. ¿A ququién no se le ocurriría? Filosóficamente es un concepto de pleno esplendor: “la uva está hecha de vino” ¿De que otra cosa va a estar hecha? ¿Es normal que yo me ponga como loco con esta interpretación literaria? Claro que si, porque estamos criados lejos de la sencillez y nos adentramos al mundo queriendo conocer todas las recetas de las cosas que nos rodean, sin darnos cueta que hay otra ciencia mas exacta que la ciencia autorizada, la ciencia de las palabras.
Entonces, en ese mismísimo momento, llegué a una conclusión extraordinaria:
– Entonces… si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos – Dije desde el silencio absoluto.
Eduardo dejó de escribir, tomó el ultimo sorbo de mate y mientras me daba el porongo denunció entre sonrisas:
– Me estás robando propiedad intelectual –
A lo que yo sentencie’:
– Siempre lo hago conpañero –