Revista Diario

Conversaciones con mi pequeño

Por Sandra @sandraferrerv
Conversaciones con mi pequeñoComo ya os conté el viernes, mi Bebé Gigante pasó su primera noche en casa de un amigo. Ni que decir tiene que yo lo pasé fatal. De hecho, sospechosamente, estuve con dolor de cabeza y me salió un constipado importante que me dejó chafadísima todo el fin de semana. Cuando fuimos a buscarlo a la mañana siguiente, estaba tan contento. Seguía jugando con su amigo y repitiendo que se lo había pasado la mar de bien. No me cabe la menor duda. Cuando marchamos a pasear y a hacer unos recados empecé a notar un comportamiento extraño en él: contestaciones fuera de lugar y caras largas. Llegamos a casa y un pequeño detalle (su hermana cogió sus gafas de sol) fue el detonante de una explosión de llorera impresionante. Tuvo exactamente la misma reacción que tuvo los primeros días de colegio cuando los nervios y el agotamiento hicieron mella en su pequeño cuerpo y en su aún débil cabecita. En aquel momento tenía varias opciones: dejar que siguiera llorando, quitarle las gafas a su hermana (con la segura consiguiente llorera de ésta) o reñirle y obligarlo a que dejara de llorar por semejante tontería. No hice nada de eso. Me cerré en su habitación con él y le dije que hasta que no me dijera qué era lo que realmente le pasaba, no saldríamos de allí.Conversamos un largo rato y le hice ver que tenía toda su confianza para explicarme lo que realmente le pasaba. Al fin dimos con la respuesta: al cerrarse las luces de la casa y de la calle, le entró mucho miedo y quería estar con su madre. Mi hijo es el alumno perfecto y el invitado perfecto, nunca se quejará ni pedirá nada que él sepa que no tiene que pedir. Pero es evidente que es un niño y que tiene sus sentimientos, sus miedos y sus opiniones. Raro hubiera sido que se hubiera quedado tan feliz sabiendo que, como la gran mayoría de los niños le tiene miedo a la noche y quieren estar con sus madres. Le tranquilicé y le expliqué que la próxima vez iría a jugar a casa de sus amigos pero a la hora de dormir volvería a casa con mamá y papá. Vale mama, me respondió aliviado.Hemos sacado algo muy positivo de todo esto. Cuando tenemos hijos nos encanta ver que empiezan a decir sus primeras palabras y que pronto articulan frases enteras pero no nos paramos a pensar que nos hablan de cosas objetivas, palpables, que pueden ver o experimentar con sus sentidos. Pero hemos de ayudarles en una etapa posterior a expresar también sus sentimientos, anhelos y frustraciones, algo que no pueden ver pero que poco a poco empieza a formar parte de su vida diaria. Ya tengo un pequeño adulto a mi lado, con el que quiero entablar no sólo una relación materno filial, sino que quiero que se gane mi confianza, que sepa que me puede explicar lo que siente y lo que le preocupa. Quizás todo se ha precipitado, quizás no debería haberle dejado ir pero dada la situación, creo que todos hemos aprendido algo. Todos nos hemos hecho un poco mayores. Y sé que he ganado un poquito más del corazón y la mente de mi hijo. 

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