Así entré yo en la piscina, con cautela, entrando por los vestuarios y saliendo como una pardilla a preguntar ¿Por dónde se entra? Con tu cara de retarder intelectual que no sabe cómo entrar ¡Por Dios! Accedí con mi mejor cara y descubrí que en la parte donde estaban mis amigos era casi la única "hetero" y yo, oye, como Carmina, divinamente que conoce mejor Marruecos que el prospecto de la Dormidina. Eso sí, con cuerpos esculturales que hacen pensar que solo se han comido un rabanillo en toda su vida. Solo mirábamos desde la orilla de la piscina, mientras sonaba "Tu piel morena sobre la arena" de Viceversa, diciendo "Mira ese o tal otro que trabajados están". Nada, amigos, sin miedo porque allí yo en ningún momento fui el tipo de nadie, eso sí, a divina no me ganan. Disparé mis mejores miradas y mi mejor posado a lo Obregón, metiendo algo de barriga para que no crean que yo había comido un bocadillo de salchichón con una Coca Cola #NO Light
Pero un #drama apareció a nuestros ojos, la lluvia. Nos cayó una granizada que ni a Alejandro Sanz en el Ártico ha sufrido más. Como perros asustados nos levantamos del césped, pareo en mano y corrimos bajo una escalera. Allí hablamos de los guapa que era (y es) Julia Otero y de cómo las folclóricas se desmayaban en los espectáculos para no salir a cantar las primeras. Así somos de divas las copleras. Llegamos a la conclusión de que la Jurado y la Pantoja deberían haber cantado juntas y no con Paulina Rubio, que va vestida de adolescente chunga con patas de gallo.
También me enteré de que hay una app en los móviles donde los gays se localizan al instante y que si lo activas en Gran Vía ¡¡¡Boom!!! Te explota, como Rafaella Carrá. Y que si un tio tontea y sube a tu casa a las 2 de la madrugada es que quiere un revolcón. ¡No esperará un cortejo de 6 meses, por Dios! Palabra de gay, roguemos a Santa Drogaina.