Se trata de aprovechar un ataque verbal de un alumno al profesor más allá de la causa del mismo, para esta situación son muy apropiados los papeles de alumnos que suelen tener enfrentamientos con todo tipo de autoridad. Imaginemos la escena:
El alumno se dirige al profesor subiendo su tono de voz, le recrimina una actitud o decisión tomada por él. El maestro, con su objetivo claro y con mirada pura, sin juicios, encarna el papel de autoritario, procurando excitar más al alumno. Éste fácilmente puede llegar al insulto, el docente empieza a alejarse de él sin dejar de mirarle, concentrándose no en juzgarle, sino en admirar el poder que está expresando enfrentándose a la autoridad en clase. Ha de contemplar a su alumno como un volcán en erupción en una isla, que es peligroso si estás cerca, pero un bello espectáculo a la distancia apropiada, a salvo en un barco en el mar desde el cual puede comprobar cómo la lava va aumentando el territorio de la isla, engrandeciéndola. Justo esa “falta de territorio” es la que muchas veces hace erupcionar a nuestros adolescentes, buscan un suelo propio, un reconocimiento en este caso en clase.
El "volcán" busca ampliar su territorio, el adolescente necesita su espacio
propio, sin los límites que el paternalismo pretende imponerle ....
la lava encuentra en el enfado su salida.
Al no saber encontrar el adolescente el reconocimiento en sí mismo, debido a no hallar el camino hacia la propia sabiduría de la adolescencia, suplica a la autoridad que lo haga por él, pero lo hace atacándola para disimular su propia impotencia y a la vez sentir su poder: es la contradicción típica del adolescente desempoderado. El educador despierto tiene entonces la oportunidad de ayudarle a conectar con su propia sabiduría.
(En la imagen un fotograma de "Al este del Edén, con el siempre adolescente James Dean")
Una vez el profesor ha terminado su discurso, ante una clase sorprendida ante una lección tan inesperada, puede preguntar a su alumno cuál fue la causa de su enfado. Es muy probable que éste no la recuerde o simplemente no le dé ninguna importancia. El maestro ha logrado convertir lo que podría haber derivado en un conflicto grave, con su correspondiente sanción, en una lección de vida, tan sólo ha precisado entender la necesidad esencial que había detrás de la actitud de su alumno, el desequilibrio adolescente que estaba expresando, y saber que el don correspondiente de la adolescencia es reconocerse como su propia autoridad.
Nuestro adolescente desempoderado sigue vivo en nosotros
esperando encontrar el camino hacia su reconocimiento