Cuando hablamos de pop, hablamos del POP con mayúsculas: el de los Beatles, el de los Hollies. El pasado viernes asistimos a un curso intensivo de este arte. Cooper pasaba por una Sala El Sol abarrotada de sus antiguos (por tiempo y también en edad) seguidores. Alex, el último príncipe Mod de este país, saltaba al escenario como un pincel: chaqueta sesentera gris (a juego con su Gretsch plateada) y zapatos de bolera. Presentaban UHF (Elefant Records, 2014) su mini-LP de seis canciones que ya paladeábamos todos antes de empezar. Alex es fiel a su estilo, sus recursos compositivos y sus sonidos fetiche. Quizás el oído nos pidiera algo más de profundidad en las letras pero es innegable que UHF es un soplo de aire fresco en su discografía. Lo que algunos llaman repetitivo o machacón, otros lo llaman esencia, actitud o estilo. Me inclino más hacia los sustantivos.
Nosotros, canción que cierra el reciente mini-LP abría la noche. Siguieron El Sur, El círculo polar, Entre Girasoles y Saltos de Esquí. Con esta penúltima las primeras filas empezaron a enloquecer, y les duraría todo el concierto. Loco ya estaba un grupo de cincuentones alcoholizados que pasaron más tiempo llamando al camarero y saltando en corro que prestando atención: y casi consiguieron amargarnos la noche con sus bailes eróticos cortesía de Jack Daniels. Cooper siguieron con la cornucopia de hits que los caracteriza y que los nacidos antes del ´70 se saben de memoria. Terminaron su concierto sabiendo que lo habían conseguido. Fuerza y belleza a la par. Se marchan a camerinos. Nos vamos a casa comentando la jugada.
Cooper es un grupo que bien pudo haberse convertido en un referente comercial, y que siempre ganaba por goleada a grupos mucho más conocidos. Pero esos tiempos pasaron y estos leoneses lo tienen más que asumido. Ver a Cooper es acercarse a una esencia muy marcada, es asomarse a una época ilusionante de la música que ya pasó y que ha sido sustituida y prostituida por la dictadura del bombo a negras, los estudios de mercado y las malas artes. Cooper vuela por encima de todo eso: hace mucho que no veía disfrutar tan intensamente a gente sobre un escenario.