Revista Economía
Cooperación o barbarie. una introducción a las cooperativas
Publicado el 13 noviembre 2011 por EleconomistahumildeHará ya más de un año, cuando mi buen amigo Miquel me contó que la ONU iba a declarar 2012 Año Internacional de las Cooperativas recuerdo que reaccioné con cierto escepticismo. Aún la semana pasada, al leer por casualidad el slogan del futuro acontecimiento: "Las empresas cooperativas ayudan a construir un mundo mejor", tampoco le presté demasiada atención. Incluso llegué a plantearme que, con una crisis económica global como la actual, dedicar un año a un ámbito tan minoritario como el de las cooperativas era un tanto frívolo. Ahora me avergüenzo de haber tenido ese pensamiento arrogante e ignorante. Aunque podría argumentar en mi defensa que más que un pensamiento fue un instinto, herencia de tantos años aplicando recetas sin reflexión en universidad, masters, trabajo…
Tras informarme un poco más y reflexionar otro tanto, he llegado al convencimiento de que el impulso que desde la ONU se pretende dar al movimiento cooperativo no sólo es conveniente, sino que también, por su potencial corrector de los factores detonantes de la actual crisis, necesario. Porque admitámoslo sin tapujos: el actual sistema económico se viene abajo. Pese a los parches desesperados que se le están aplicando para mantenerlo con vida (asistida), resulta a todas luces y en todos los sentidos insostenible.
Aunque si bien el cambio es inevitable, el destino es incierto, y existe el riesgo de que se abra un convulso periodo de involución. Históricamente, el progreso no es lineal ni continuo, baste recordar los siglos de oscuridad que ensombrecieron Europa tras la caída del imperio romano. Pero como la idea de revivir una segunda edad media (donde el dogma del cristianismo sería substituido por el del neoliberalismo), no es muy sugerente que digamos, será mejor que nos pongamos desde ya a trabajar en la construcción de alternativas para el futuro. Y en ese sentido, el auge de las cooperativas proporcionaría un “despedazamiento” racional del decadente sistema económico vigente. Con su impulso se lograría devolver a la economía a una escala local, colaborativa, socialmente vertebradora, en definitiva: más humana.
Pero será mejor no precipitarse y comenzar por la cuestión inicial: ¿Qué es una cooperativa?
Las cooperativas son sociedades de gestión democrática, que asocian personas con necesidades o intereses socioeconómicos comunes, para mejorar su situación económica y social y del entorno comunitario, haciendo una actividad empresarial de base colectiva, en la cual el servicio mutuo y la aportación pecuniaria de todos los miembros permitan de cumplir una función que tienda a mejorar las relaciones humanas y a anteponer los intereses colectivos al beneficio.
Contadas empresas convencionales superarían el filtro de esta definición. Aun suponiéndoles (que ya es mucho suponer) una contribución positiva en su entorno, la democracia en las estructuras internas de las empresas brilla por su ausencia (más bien constituyen jerarquías autoritarias, ilustradas en el mejor de los casos). Y por encima de todo, se rigen por la máxima del máximo (e inmediato) beneficio, subordinando a éste cualquier otro objetivo.
La Alianza Cooperativa Internacional (ACI) es una organización no gubernamental fundada en 1895 que reúne, representa y sirve a organizaciones cooperativas en todo el mundo. En el congreso celebrado en 1995, coincidiendo con el primer centenario de vida de la organización, se actualizó la clásica bandera del cooperativismo incorporando al arcoíris un grupo de palomas emprendiendo el vuelo. Vale, el logo ha quedado un tanto demodé. Pero es mucho más importante la ética que la estética ¿no?
¿Y a qué viene tanto colorido? La tradicional bandera del movimiento cooperativo estaba conformada por los 7 colores del arcoíris, simbolizando diversidad y esperanza. En concreto el color rojo representaba el fuego y el amor que une a las personas; el anaranjado recordaba a un amanecer glorioso; el amarillo por el color del sol que da luz, calor y vida; el verde representaba la esperanza; el azul celeste figuraba como reflejo de la ilusión; el Azul Marino o Índigo encarnaba el valor que nos impulsa a buscar nuevas rutas; y finalmente el Violeta significaba la humildad y la virtud.
En la actualidad, al ver una bandera multicolor es más probable que la identifiquemos con el colectivo gay que con el movimiento cooperativo. Pero en el fondo ambas iniciativas cuentan con un denominador común: la liberación. Sexual en el primer caso, y económica y social en el segundo.
Las raíces del movimiento cooperativo se remontan a la primera mitad del s.XIX, de la mano de los denominados “socialistas utópicos” (Robert Owen, Charles Fourier…). Existe cierta tendencia a desprestigiar e incluso ridiculizar a esta corriente de pensadores, pese a que el tiempo ha dado la razón a muchas de sus adelantadas ideas. Aparte del cooperativismo, cabe destacar por ejemplo su contribución a la socialdemocracia, al feminismo y al ecologismo. Ahí es nada, por lo que es de justicia que algún día la ciencia económica reconozca en su justa medida el valor de sus aportaciones. Como apunte final de este humilde homenaje a estos visionarios, no puedo resistirme a mencionar al menos la propuesta de Saint-Simon de suprimir las herencias, de manera que la acumulación que cada uno logre sea producto de su esfuerzo y no se reproduzcan las enormes acumulaciones intergeneracionales.
Volviendo al terreno estricto de las cooperativas y a fechas más recientes, a continuación haremos un repaso somero a la normativa legal que regula estas sociedades. La Constitución española reconoce explícitamente la importancia de las cooperativas en su artículo 129.2, declarando:
“Los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas”.
El mandato de la carta magna se plasma en la Ley de Sociedades Cooperativas de España (Ley 27/1999). Esta ley estatal define el marco general a desarrollar por cada Comunidad Autónoma, al asumir la competencia exclusiva en esta materia. Por ejemplo en Catalunya las cooperativas se rigen por la Ley 18/2002.
Sin ánimo de entrar al detalle de las ventajas de las cooperativas a continuación me limitaré a enunciar algunas de las más destacadas: responsabilidad limitada a la participación social, ausencia de un capital mínimo para su creación, acceso a subvenciones para empresas de Economía Social, tributación al 20% en el I.S y exención de I.T.P.A.J.D, en su constitución y ampliación de capital, posibilidad de elección del régimen de Seguridad Social de los socios, ventajas en la capitalización del subsidio de desempleo…
Pero más allá de privilegios regulatorios, la principal ventaja que posiciona a las cooperativas como el modelo de empresa de futuro, es su enfoque basado en las personas y en su conocimiento. Este planteamiento propicia una mayor implicación de sus empleados y que den lo mejor de si mismos.
Hasta aquí la teoría. Y como siempre ahora llega lo más complicado; pasar de las ideas a la práctica. Por fortuna, en este caso existen múltiples vías de participación:
La más sencilla y con un impacto inmediato en nuestro entorno: utilizando sus servicios. A poco que abramos los ojos veremos que existen a nuestro alrededor muchas más cooperativas de las que imaginábamos. Algunos ejemplos: no es lo mismo comprar un lápiz en un bazar chino o en El Corte Inglés, que en la cooperativa Abacus. Ni es lo mismo tener la nómina domiciliada en “La Caixa” que en la Caixa d’Enginyers o en una Caja Rural. Tampoco es indiferente llevar un hijo a estudiar al Xaloc (Opus Dei) o a l’Escola El Puig. Y ya por último, no tiene nada que ver la fruta comprada en el Carrefour con la adquirida en una cooperativa agrícola de la comarca.
No sería justo obviar que con frecuencia el precio de los bienes y servicios de las cooperativas se sitúa por encima de los de las empresas convencionales, y especialmente de las compañías multinacionales. Pero solo faltaría; con sus economías de escala, deslocalizaciones productivas y fiscales, prácticas oligopolistas… que su precio no fuese competitivo. No obstante, en términos de calidad la balanza en muchas ocasiones se decanta hacia la cooperativa. Para muestra un botón, o mejor un tomate: es incomparable el sabor (por no hablar del valor nutricional) de un tomate cultivado a pequeña escala en un huerto relativamente cercano a tu domicilio, con otro comprado en una gran superficie probablemente recolectado sin madurar a miles de kilómetros de distancia.
Además, y aunque casi lo hayamos olvidado por falta de práctica, no todo consiste en consumir. Otra forma de participar en las cooperativas es formando parte de ellas como voluntario o trabajador asociado. E incluso, porqué no, a la hora de emprender a partir de 3 socios, la fórmula de la cooperativa es una de las opciones más factibles y atractivas.
¿Fácil? No, pero tampoco imposible. ¿Necesario? Sin duda. ¿Cuándo? 2012 es el año que la ONU se ha propuesto para su despegue a nivel global (pero sin perder su ámbito local). Y la iniciativa no puede ser más oportuna, porqué el tiempo se acaba: o despegamos ya o nos hundimos.
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