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Copones, copas y copitas

Publicado el 07 noviembre 2012 por Carlos Romero @CarlosRomeroSFC

Ancestral es la fama victimista de nuestros vecinos y probablemente bien merecida, alimentada y engordada durante décadas por no ver más que la trasera de la camiseta nívea de los pupilos aventajados de la escuela sevillista. Ya lo contaba amargamente el primer presidente del ya fusionado Real Betis Balompié, Herbert Richard Jones públicamente –sobre 1914-  en un artículo de la prensa local sevillana, en el que añoraba una copa en toda regla puesta en juego por el Sevilla FC, que ganaron en dudosa lid y por lo que recibieron aquello que llamaron como “Copa violetero”, episodio épico que pueden leer aquí con todo lujo de detalles.

El Sevilla FC comenzó a forjar su leyenda inquebrantable hasta el día de hoy, y por muchos decenios más, como el ‘eterno campeón de Andalucía’ allá por la temporada 1916-1917, ganando su primer Campeonato de Andalucía puesto en juego por la Federación Regional Sur, cuyo primer puesto daba acceso a participar en el Campeonato de España. La copa en juego es un trofeo soberbio y realmente bello que lleva dormitando a la luz de los candiles de la casa blanquiroja cerca de una centena de años.

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Para poder conseguirla, los equipos participantes debían ganarla tres veces consecutivas o cinco alternas, siendo esta última opción por la que el Sevilla FC se la quedó en propiedad. Hemos de tener en cuenta que el Sevilla FC ganó diecisiete de los veinte campeonatos regionales disputados, siendo un torneo menospreciado por algunos de los equipos andaluces que pusieron en alguna que otra ocasión toda la carne en el asador para conseguirlo, pero rara vez llegaron a tener el nivel de juego del grande de Andalucía, quedando una y otra vez como eternos subcampeones, como fue el caso del Betis.

Cuando hablamos del eterno campeón andaluz de todos los tiempos, no nos referimos únicamente porque haya ganado grandes trofeos nacionales más que cualquier equipo andaluz, que también y que nunca fueron capaces de superar, sino que nos referimos a que en Al-andalus todos los equipos se estrellaron compitiendo con el equipo blanquirojo prácticamente siempre, salvo momentos de grandes carajas o cambios de ciclo, tal y como ocurrió en 1928, única vez que el Betis consiguió tan preciado trofeo.

Pues bien, la historia que hoy les contaremos es una historia que tiene mucho que ver con ese complejo de inferioridad que el Sevilla FC infligió siempre a sus eternos rivales, especialmente a los más directos, con los que se comportó de una manera dictatorial  en el terreno de juego, aunque algunos quieran confundirlo y trasladarlo a la vida social.

Una vez conseguido el magnífico trofeo por ganarlo cinco veces alternas, debía ponerse en juego un nuevo trofeo pues el anterior fue ganado en propiedad. Esto ocurrió en la temporada 1920-1921 concretamente en enero de 1921, cosa que coincidió pocos meses después con la llegada a la presidencia de la Federación Regional Sur del bético Carlos Alarcón de la Lastra, al que se le encomendó el preciado encargo. Y así fue como se diseñó la nueva copa que pasamos a presentarles.

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Sabiendo Alarcón de la superioridad sevillista, así como de la sempiterna crisis socio-económica del Real Betis por aquellos años, dando como seguro que la ganaría el Sevilla FC salvo catástrofe blanquiroja, no se le ocurrió otra cosa que encargar una copa que sería la mitad del tamaño de la anterior, y de una calidad bastante inferior como puede observarse en sus asas tal y como puede usted comprobar.

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El Sevilla FC iba a ganarla igualmente en propiedad, Carlos Alarcón de la Lastra no se equivocó. La agudeza que le faltó habitualmente para dirigir su equipo la tuvo de sobra con el equipo que sabía sería el campeón. Nosotros la queremos igualmente como a un hijo pues grandes hazañas logramos para conseguirla. La victoria real es la admiración de los demás como un premio, tal y como dijo José María Miró Trepat, presidente sevillista, en 1913.

Alarcón protagonizaría otros episodios que ya nos contó nuestro compañero Pepe Melero aquí en lo que denominamos como “una presidencia escandalosa” con “secuestros” de sellos incluidos. O aquel en el que el presidente bético recibió tortas hasta en el paladar.

Y después hablan de copas violetero…

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