VIAJE A CÓRCEGA (DIA 13)
EL RESTO DE LAS ENTRADAS DE ESTE VIAJE LAS PODEIS VER AQUÍ
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Hoy toca un día de bastante relax con la visita a las islas Lavezzi.
Para ello nos dirigimos al puerto de Bonifacio donde por 35 EUR por persona te llevan en barco a las Lavezzi y luego tienes barcos de regreso cada hora hasta las 17:50-18:30 en verano. En el regreso incluyen algunas atracciones turistas como entrar con el mismo barco en un par de grutas y pasearte por las islas privadas cercanas a las Lavezzi.
Como la isla es un paraje protegido no hay vendedores ni restaurantes ni incluso servicios higiénicos. Se recomienda por tanto llevar agua, alimento pero sobre todo gafas y tubos para el snorkel.
Y es que para mi las islas si no tienes intención de hacer snorkel pierden mucho atractivo, ya que son pequeñas y aunque las playas son espectaculares, pueden no gustar tanto como para pasar todo el día, teniendo en cuenta sobre todo la falta de servicios. Pero cuando haces snorkel la cosa cambia y os puedo decir que en años que llevo haciéndolo, nunca he nadado rodeado de tantos peces. Es un autentico acuario en el que tu estás en medio de el.
Llegamos al embarcadero situado en la esquina suroccidental de la isla. Ya podemos apreciar desde aquí mismo la belleza de las aguas que disfrutaremos en esta isla
Pero nada más superar un recodo vemos las primeras calas y aún nos sorprende más la belleza de estas.
El archipiélago de las Lavezzi está formado por cientos de islotes, a 10 km al sur de Bonifacio, y una parte pertenece a Italia. Es una de las dos reservas marinas corsas protegida desde 1982, y por suerte no ha sido colonizada por ricos propietarios como su vecina Cavallo, “la isla de los millonarios”. El paisaje es único, dominado por las rocas graníticas redondeadas y numerosas calas de aguas de un azul turquesa similar al del Caribe, y de arena fina.
No podemos resisitirnos y en la primera de las calas (la Cala di u Giancu) nos damos el primer chapuzón y nos encontramos con la gran pega de la isla: que desembarcan demasiado número de personas (quizá deberían limitar un poco el número de visitas). No quiero saber como será esto en los meses de julio y agosto.
Para escapar de la multitud que se agolpa en las primeras calas, nos dirigimos al extremo noroccidental de la isla (el punto más alejado del embarcadero) y encontramos la cala di la Chiesa. Para mi la más bonita de las islas, donde las formas del granito y el color turquesa de las aguas nos hacen soñar con que estamos en el paraíso.
Por último nos dirigimos a la playa de mayor tamaño de la isla. La cala Lazarina. Junto a la playa encontramos uno de los dos cementerios de la isla: el Cimetiére de L'Acharino y es que
la noche del 15 de Julio de 1855, donde tuvo lugar el peor naufragio de la marina francesa al estrellarse contra las rocas la fragata Sémillante durante una violenta tormenta. A bordo llevaba 380 marineros y 393 soldados que partían para la guerra de Crimea. Todos perecieron en la tragedia. Los cuerpos de los náufragos reposan en dos cementerios de la isla.
La cala Lazarina es sencillamente preciosa pero tiene la pega de ser la más masificada. No obstante tenemos espacio bastante para disfrutar de su arena y sus transparentes aguas.
Aprovechamos casi hasta coger uno de los últimos barcos de la tarde. Hay que tener en cuenta que de Lazarina al embarcadero tenemos cerca de media hora de caminata.
Tomamos el barco (es fácil tener que soportar colas en los meses de mayor afluencia) que antes de dejarnos en Bonifacio nos hará un tour por las proximidades de las Lavezzi y Bonifacio.
Lo primero que pasamos es junto a la isla Cavallo.
Desde el barco se aprecian las lujosas mansiones de esta privada isla, la única habitada, un paraíso reservado a millonarios donde disfrutar del Mediterráneo en un entorno privilegiado. La megafonía va identificando las casas de los famosos que han construido aquí sus residencias de verano, con puerto privado donde amarrar sus yates y hasta un pequeño aeródromo.
Luego nuestra embarcación se acerca a las calanques:los magníficos acantilados blancos sobre los que cuelga la ciudad. Pequeñas playas inaccesibles aparecen entre las grietas y las cuevas que el mar va socavando en las paredes calcáreas, donde solo los barcos más pequeños y los kayaks pueden llegar.
Vemos el Cabo Pertusato que visitamos el día anterior.
El muy pintoresco Grain de sable de Bonifacio, grueso peñasco aislado que se levanta a algunas decenas de metros en el mar.
Así se veía desde Bonifacio el Grain de sable
Bonifacio desde el mar es más impresionante aún si cabe.
La Escalera del Rey Aragón
Nos dirigimos a una enorme cavidad se trata de la Gruta de Saint Antoine también conocida como el sombrero de Napoleón porque la forma de su contorno es una reminiscencia del sombrero del emperador.
Dentro de la cueva.
Dejamos atrás la enorme gruta como se ve en comparación a la embarcación que se dirige a su interior.
A la izquierda de la cavidad se encuentra la batería Saint Antoine que da nombre a la gruta.
bordeamos el faro y nos acercarnos a la cueva marina de Sdragonato, si hemos tenido la suerte de coger una embarcación pequeña podremos entrar en su interior
Las aguas interiores son espectaculares.
La mayor curiosidad de esta gruta es una apertura en su parte superior, que dicen que tiene un parecido con la forma de la isla de Córcega.
Regresamos a Bonifacio a última hora de la tarde. Tomamos el coche y nos dirigimos hacia el centro de la isla, concretamente a Corte, quizá el desplazamiento más largo de todo nuestro viaje. Aunque por suerte la carretera de la costa este es bastante mejor que la de la oeste y no nos lleva tanto tiempo. Mañana nos espera un día de monte.