Que Smata llame a una asamblea general
Amenos de una semana de pasadas las elecciones, Fiat suspendió a parte de la planta en el sector de chapa, y Renault, este lunes 31, hizo efectivas sus amenazas suspendiendo a casi mil operarios de su planta.
En Volkswagen, al recorte de las horas extras en la planta MQ200 (que exporta principalmente a Brasil), ahora se agrega la posibilidad de anticipar las vacaciones en la MQ250, que produce cajas fundamentalmente para Europa.
El secretario de prensa del Smata local, Almada, declaró a Comercio y Justicia (1º/11) que “hay un efecto cascada que podría afectar al sector” -esto es lo que terminó reconociendo la cámara que agrupa a los autopartistas que proveen a las terminales locales, cuyos afiliados notificaron bajas en el nivel de producción respecto de los planes previstos.
El problema central está concentrado en la recesión brasileña, que los directivos de Renault eufemísticamente llaman “corrección de stock” (pero, como se ve en VW también, se ve afectada por la recesión europea). La baja en las ventas en Brasil, principal mercado de las exportaciones automotrices de la Argentina, está muy lejos de un hecho pasajero. El sobrestock de Brasil es una manifestación de una nueva recesión mundial. En este marco, las suspensiones son una antesala de los despidos.
Las multinacionales, sin embargo, insisten en que seguirán haciendo inversiones y creando nuevos puestos de trabajo. Ratazzi ratificó los planes para 2012 y 2013; lo mismo hizo GM. Suena a maniobra para preservar los beneficios fabulosos que reciben. Para empezar, son quienes más repatriaron beneficios a sus “empresas madres”, pero además mantienen intactos las eximiciones impositivas, los subsidios para pagar parte de los salarios, los descuentos descomunales en energía, etc. -y, sobre todo, la precarización laboral a través de las tercerizaciones y las consultoras.
Esto es avalado y sostenido por el gobierno nacional y por el provincial, cuyos funcionarios actúan además como celosos custodios de semejante expropiación de recursos a manos de las multinacionales.
La burocracia del Smata viene actuando como “anunciadora” de las malas nuevas. En su papel de vocero de los planes patronales, no plantea ninguna política que responda a los intereses de los trabajadores y de la propia Nación para intervenir. Su “programa” muere en que se pague el 75%. Esto es un engaño porque se trata del 75% del valor de la hora -cuando el ingreso del trabajador está compuesto además por otros ítems, pero también por las horas extras que son parte del ingreso regular, ya que las mismas son prácticamente obligatorias desde hace dos años. Por otro lado, existe una relación encubierta entre los pulpos automotrices y los trabajadores a través de las consultoras, y ahí hay despidos presentados como finalización de contratos. El Smata tampoco responde por los trabajadores de las tercerizadas que tienen otros convenios, y muchos menos por lo de las autopartistas que también trabajan por consultoras o con un gran nivel de trabajo en negro.
El costo de una baja en la producción lo están pagando los trabajadores, cuando debiera ser absorbido por las empresas, haciendo uso de las ganancias de estos últimos años.
Se impone la apertura de los libros, la publicidad de los convenios con los gobiernos, la prohibición de la repatriación y distribución de utilidades.
Repartir las horas de trabajo sin afectar el salario, incluidas las horas extras -incorporando en ello al conjunto de los trabajadores empleados en la planta, independientemente de quién sea el empleador- son las medidas para preservar los empleos e impedir que los trabajadores financien la crisis capitalista.
Ante la magnitud del ataque a los trabajadores, es necesaria una asamblea general, para votar un plan de lucha que quiebre lo que es el comienzo de un desmantelamiento de los planteles obreros.
Eduardo Salas