Hace muchos años que alguien dijo, con sumo acierto, que la política era un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar en ella y aquellos que no quieren salir. Esto es algo que estamos viendo estos días, sobre todo en los ayuntamientos, pero que también iremos comprobando poco a poco en otras instituciones. Y lo que aún nos quedará por ver a partir del 23J.
Que ese cierto espíritu de consenso y buen rollo que reinó durante la Transición fue apenas un espejismo, lo comprobamos tan pronto como se celebraron las primeras elecciones municipales en 1979 y la izquierda sumó sus concejales para impedir a los alcaldes de UCD que gobernaran. Lo cierto es que el partido de Adolfo Suárez fue el más votado y que ganó aquellos comicios en muchos municipios, pero el acuerdo del PSOE con el PCE noqueó a sus candidatos. Entonces, los socialistas no tuvieron complejo alguno a la hora de pactar con los comunistas, los mismos que poco tiempo atrás aún eran considerados en este país como seres endiablados, hasta con cuernos y rabo.
Ahora la preocupación parece que pasa por la irrupción de Vox en las corporaciones locales e instituciones autonómicas. Que llega la extrema derecha, claman los unos. No, la ultraderecha, dicen los otros. Sin embargo, nadie acierta a plantear alternativas a que el PP tenga que pactar con esta formación para hacerse con esos gobiernos, a pesar de haber sido en muchos sitios la candidatura más votada. Es decir, y por contraste, que el PSOE se cogiera del brazo de Podemos en su día fue visto como algo tan lógico y normal para la vida democrática de este país. Podemos, una formación surgida de la movida del 15M, tan encandilada con esos regímenes de dudosa catadura a la hora de evaluar su termómetro democrático, caso de Cuba o Venezuela.
Hablando en plata: si al PP le faltan dos diputados en la Asamblea Regional de Murcia para tener mayoría y solo puede barajar la opción de acercarse a Vox, parecería lógico que quienes quieren impedir la llegada de la extrema derecha al Gobierno movieran ficha. Por ejemplo, el PSOE, absteniéndose en la investidura de Fernando López Miras y neutralizando que los de Abascal puedan exigir a los populares hacerse con el botín que entraña acceder a determinadas consejerías -véase lo ocurrido en la vecina Comunitat Valenciana-, como esta semana exigieron, sin éxito evidente, la presidencia de la cámara legislativa.
Antes de que arrancara la última campaña electoral, el codirector del CEMOP, Juan José García Escribano, dejó caer esta posibilidad en una entrevista emitida en RNE. Candidato del PSOE a la alcaldía de Molina de Segura en 2007, este sociólogo solo aplicó el sentido común ante los que braman por establecer un cordón sanitario a Vox, pero no hacen nada. No hay más que ver en las redes sociales algunos epítetos que recibió por parte de antiguos correligionarios por atreverse a formular tal propuesta. Allá se las componga la derecha con sus líos, fue la conclusión menos ofensiva y ultrajante entre una pléyade de expresiones enrabietadas.
En política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela. Lo dijo el poeta Antonio Machado. Él sí que lo vio venir. Como el presidente de la Unión Demócrata Cristiana alemana (CDU), Friedrich Merz, quien al preguntarle los periodistas el otro día si estaba dispuesto a llegar a acuerdos con la emergente formación ultra Alternativa para Alemania (AfD), respondió tajante: “No, no tenemos nada que ver con esa gente”. Allí, la CDU sí que no tiene complejos a la hora de pactar con los socialdemócratas del SPD. Pero eso es en Alemania, claro. Aquí, en estas y otras cuestiones, aún nos la cogemos con papel de fumar.
[eldiario.esMurcia 17-6-2023]