Instantánea ganadora de la mejor fotografía del recién pasado año: La imagen recoge la inauguración de dos estatuas con los líderes de Corea del Norte. Curioso país, dividido en dos tras la segunda Guerra Mundial y repartido a través de un paralelo, entre las dos grandes potencias. La parte norte, la comunista, sigue viviendo bajo una dictadura faraónica que se dice popular. Un comunismo entendido como represión, falta de libertad y absoluta ausencia de democracia real. Como en Cuba. Como en la antigua URSS. Modelos políticos que vienen derrumbándose pese a que numerosos nostálgicos pseudoprogresistas con traje de Armani y Visa Platino, los añoren con la boca pequeña. Pese al antiimperialismo reinante entre nuestros representantes y simpatizantes populares de la izquierda, todos terminan en Estados Unidos, haciendo ejemplares ejercicios de amnesia. Carlos Cano o Javier Bardem son ejemplos de ello, especialmente el segundo, que se empeñó en traer al mundo a su vástago en el país de las oportunidades y en un hospital judío. Probablemente, todos serían mucho más felices bajo el régimen coreano, pleno de derechos y libertades, donde la igualdad es la norma básica que rige en esa sociedad, con el problema de casi todas las demás: Siempre son unos más iguales que otros.