Desde que Corinna zu Sayn-Wittgenstein declaró a EL MUNDO que había prestado una «colaboración delicada y puntal» al Gobierno en «asuntos clasificados», los dos grandes partidos han eludido explicaciones con la coartada de proteger a la Corona. Rubalcaba y Margallo han dicho medias verdades. EL MUNDO revela que Corinna mantuvo relaciones con los ministros Montilla y Moratinos del anterior Gobierno y con el actual titular de Exteriores, con el que se reunió dos veces. Hace tres meses, le asesoró sobre la estrategia española ante la cumbre energética en Abu Dabi. Margallo debe explicar la naturaleza de sus encuentros con Corinna, al igual que seguro que lo hará Félix Sanz, director del CNI, en su comparecencia de mañana en el Congreso.
Por lo menos, de tener una espía, que sea bonita y con clase, y por bonita quiero decir atractiva, no con la belleza exuberante de algunas actrices, sino con la elegancia discreta de quien luce bonito y sale natural en los saraos de la política internacional. Uno, absolutamnete alejado de tales ambientes, va percatándose, poco a poco, de que no existe gran diferencia entre cerrar un negocio de cuatro duros y otro de cientos de millones de euros; el primero con una comida y, si se tercia, una excursión a cualquier lupanar; el segundo con otra distinción parece que viene a ser lo mismo. D. Juan Carlos cazaba elefantes en Africa acompañado por la atractiva princesa porque su negocio mueve a todo un país mientras que pintar mi apartamento no alcanza para más que dos chatos de vino en la tasca de la esquina. La diferencia sustancial, por tanto, no está en la forma, sino en el quantum: Es difícil salir de pobre y la buena vida, decididamente, es cara. Hay otra más barata, pero no es vida.