Revista Cultura y Ocio

Corocotta, ¿héroe o mito?

Por Historicon @elhistoricon

" Toda Hispania está ocupada. ¿Toda? No, al noroeste de la península, un pueblo indómito resiste aún al invasor ". Esta frase podría ser perfectamente el comienzo de una serie de cómics sobre las Guerras Cántabras, que se sucedieron durante 10 años en los territorios de lo que hoy son Galicia, Asturias y Cantabria. Durante ese periodo, los distintos pueblos que habitaban el territorio sostuvieron una guerra contra Roma que mantuvo ocupadas hasta siete legiones. Sólo tras derrotarlos en el año 19 a.C., los romanos pudieron decir que dominaban completamente la Península Ibérica.

Según la leyenda, uno de los personajes más importantes de esa guerra fue el caudillo cántabro Corocotta. Muchas veces denominado " El Astérix cántabro ", recientes estudios han puesto en duda no sólo que fuera un caudillo militar, sino también incluso que fuera cántabro. Conocido por una única cita sobre él que hizo el historiador romano Dion Casio, Corocotta constituye todo un cúmulo de enigmas que aún no ha sido desentrañado. Este artículo presenta las principales hipótesis sobre él.

Las distintas tribus cántabras

Lo primero que hay que decir es que los que conocemos genéricamente como cántabros no eran ni mucho menos un único pueblo. Existían al menos una docena de tribus distintas que pueden agruparse bajo ese nombre, entre los que destacan los concanos, los vadinienses, los vellicos o los orgenomescos. Sin embargo, todos tenían algo en común: eran indómitos y no les gustaba estar bajo el dominio de nadie, y además tenían como principal forma de vida la guerra. El poeta latino Horacio refería que:

"el cántabro, no (está) hecho a llevar nuestro yugo"

Y Silio Itálico decía de ellos, dando a entender que se dejaban morir cuando empezaban a sentirse viejos para la guerra:

"Cuando la edad estéril le encanece, no soportando la vida sin Marte, anticipa al destino sus años inútiles para la guerra. Su ideal está en las armas y no soporta vivir en paz"

Los romanos ya conocían de la valía de estas tribus, tanto luchando junto a ellos como contra ellos. Hay evidencias de que se enrolaron como tropas auxiliares romanas al servicio de Pompeyo y como mercenarios bajo el mando de los cartagineses. Por ejemplo, Aníbal disponía de guerreros cántabros en su ejército cuando emprendió su campaña en Italia. Asimismo, ayudaron a los vacceos en su lucha contra los romanos, estando presentes en el sitio de Numancia. No obstante, habían vivido relativamente al margen de la situación peninsular, manteniendo su independencia y sin tener que ver cómo las legiones de Roma marchaban sobre su territorio. Esta situación cambió radicalmente cuando Augusto se proclamó emperador después de derrotar a Marco Antonio en Actium. El nuevo gobernante supremo romano necesitaba una victoria que le permitiera afianzarse en el poder, y qué mejor que emprender una campaña que terminara de conquistar la Península Ibérica.

Las razones de las guerras cántabras no sólo hay que buscarlas en la necesidad de consolidar el prestigio de Augusto, sino que también debemos tener en cuenta que los romanos conocían la riqueza mineral de la región (de la que es claro ejemplo la mina de las Médulas, en León) y el hecho de que las distintas tribus cántabras emprendían periódicamente incursiones de pillaje al sur del Duero. En esas incursiones saqueaban cosechas, capturaban esclavos y destruían todo a su paso. Todas estas acciones resultaban sumamente molestas para unos romanos que, bien que mal, habían logrado apoderarse del resto de la península en una larga serie de conflictos a lo largo de 200 años. Así pues, sólo era cuestión de tiempo que Roma se lanzara hacia el norte, y el momento llegó en el año 29 a.C., dos años después de Actium.

En un primer momento la guerra fue dirigida por el legado del emperador en Hispania Statilio Tauro, e inicialmente implicó también a algunas tribus vacceas que aún no aceptaban el dominio romano (los vacceos eran las tribus celtas que habían luchado en Numancia). Existen evidencias arqueológicas de una gran batalla en Andagoste (la actual Álava) entre estos vacceos (apoyados por cántabros y astures) contra los romanos, y parece ser que los romanos consiguieron una costosa victoria (aunque refuerzos cántabros lograron hacer huir a una legión). El principal logro romano en estos años fue la conquista de Asturica (la actual Astorga), capital de los astures. Las distintas tribus se refugiaron en sus montañas dispuestos a continuar luchando en una guerra de guerrillas, y durante los siguientes dos años hostigaron incesantemente a las tropas romanas. A pesar de ello, Augusto concedió un triunfo a cada uno de los legados que fue mandando a la región.

La situación distaba de estar clara en la zona, de modo que Augusto tomó medidas excepcionales. Para empezar, abolió la antigua división de Hispania en Ulterior y Citerior para establecer una nueva división en tres provincias: Tarraconensis, Bética y Lusitania, pasando la zona cántabra a estar bajo su jurisdicción directa. En segundo lugar, abrió las puertas del templo de Jano (lo que indicaba que Roma estaba en guerra, y que esa guerra no era una simple campaña para dominar rebeldes). Finalmente, se presentó personalmente en la región al mando de siete legiones, junto a una importante intendencia para garantizar su abastecimiento. En total, entre 70.000 y 80.000 romanos estaban ahora combatiendo contra cántabros y astures.

Augusto dividió el frente de guerra en tres partes. Por un lado Segisamo, frente a los principales promotores de la guerra, los cántabros, y cuartel personal de Augusto. Asturica (Astorga), frente a los Astures y ubicado más al oeste, punto fuerte de Roma frente a la cornisa cantábrica. Y finalmente Bracara, frente a los galaicos y límite occidental del frente de guerra. Hizo venir también a la flota aquitana, que desembarcó en Portus Blendius (la actual Suances) a fin de cerrar el cerco contra los cántabros. Éstos, que seguían realizando una guerra de guerrillas y colándose entre las tropas romanas para arrasar las cosechas de la meseta, se vieron sorprendidos por este movimiento y tuvieron que regresar a sus tierras. Lo abrupto del terreno y la táctica de ataque y huida obligaba a los romanos a cazar a los cántabros casi hombre a hombre.

Con esta estrategia, Augusto conseguirá importantes victorias durante los dos años siguientes. Así, conquista las plazas de Aracillum, Monte Cildá y Monte Bernorio. En Galicia asedia Mons Medullius (al norte de Lugo), y tras su conquista, neutraliza completamente a los galaicos. Los autores clásicos resaltan el fanatismo de las distintas tribus, narrando que las madres matan a sus hijos antes de caer en manos romanas o que los hombres cantan himnos de victoria mientras son crucificados. No obstante, a pesar de todas estas victorias, la campaña no fue ningún camino de rosas y Augusto tuvo que retirarse a Tarraco muy presumiblemente enfermo. Poco después volverá a Roma, cerrará las puertas del templo de Jano (dando a entender que la guerra había terminado) y premiará a los veteranos con 400 sestercios. Hace erigir además un templo a Júpiter Tonante como agradecimiento por haberse librado de la muerte (en una marcha nocturna, un rayo cayó junto a su litera matando a un esclavo y dejándole a él ileso), pero rechaza el triunfo que le concede el Senado, señal de que él tampoco veía las cosas demasiado claras.

Y es que la guerra distaba mucho de estar concluida. La toma de sus ciudades no arredraba a los cántabros, que se refugiaban en los montes y desde allí seguían hostigando a los romanos. Además los astures, que se habían mantenido en relativa calma tras la caída de Asturica, volverán a coger las armas. No fue hasta el año 21 a.C. que los astures fueron definitivamente derrotados tras muchas crueldades de las tropas romanas (entre ellas, cortarle las manos a todos los prisioneros en edad de luchar). El colmo llegó cuando muchos cántabros tomados prisioneros y vendidos como esclavos en la Galia se sublevaron, mataron a sus amos y volvieron a su tierra a continuar la lucha.

Ante lo prolongado y costoso de la guerra, Augusto puso al mando de la contienda en el año 19 a.C. a Agripa, su mejor y más fiel general. Sus órdenes estaban claras: acabar con la guerra al precio que fuese, incluso llegando al genocidio si fuera preciso. Agripa, con fría determinación, fue cazando a los cántabros casi uno por uno hasta acabar con todos sus escondrijos y su resistencia. No faltaron los episodios de heroísmo por ambas partes ni las derrotas romanas (incluso la perdió su título tras ser derrotada y ver capturada su águila, una gran ofensa para las tropas romanas). Tras la victoria romana, quedaron estacionadas en el territorio nada menos que tres legiones para asegurar la paz. Agripa rechazó el triunfo que Augusto le ofreció por lo caro de la victoria, tan costosa que incluso declinó dar cuenta de ella al Senado. La guerra había concluido. Como detalle final, añadir que la táctica de caballería conocida como " Legio I AugustaCírculo cántabro" fue adoptada por los romanos a partir de ese momento.

En su " Historia Romana " (escrita en griego), Dion Casio escribió lo siguiente (en la traducción de Adolf Schulten):

"Irritóse tanto (Augusto) al principio contra un tal Corocotta, bandolero hispano muy poderoso, que hizo pregonar una recompensa de doscientos cincuenta mil sestercios para quien lo apresase; pero más tarde, como se le presentase espontáneamente, Augusto no sólo no le hizo ningún daño, sino que le regaló aquella suma y le dejó ir"

Para hacernos una idea de la enormidad de la recompensa, decir que con un sestercio se cenaba y dormía en una mansión.

Esta es la única mención escrita que aparece sobre Corocotta. Schulten, un experto en la Hispania romana, dedujo de esta cita que el personaje era un caudillo cántabro. Se basó en la costumbre de los autores latinos en llamar bandolero o bandido a todos aquellos líderes guerreros que plantaban cara a Roma. Como Corocotta se presentó a Augusto en persona, Schulten dedujo que este episodio debió suceder durante los dos años que Augusto estuvo en Hispania al mando de la guerra. Además, sostuvo que el nombre era un seudónimo de guerra y lo tradujo como " Jefe veterano" (de las palabras célticas " Coro", jefe o caudillo y " Cotta", viejo o veterano) o " el que invoca ", según una traducción posterior. Schulten afirmaba que un nombre similar se podía ver en otros caudillos militares de la época, siendo el más famoso Carataco (el líder de la resistencia britana contra la invasión de las islas por parte de Claudio).

El prestigio que Schulten tenía hizo que esta tesis se creyera a pies juntillas. Durante muchos años, los historiadores fueron repitiendo la historia del arrogante y valiente líder cántabro que tuvo los redaños suficientes para ir a cobrar la recompensa por su propia cabeza ante el mismo emperador romano en persona. Una tesis que fue palabra de ley durante más de un siglo.

En los años 2004 y 2005, la doctora Alicia M. Canto dio una serie de argumentos contra la tesis de Schulten. En primer lugar, tradujo de forma levemente diferente el texto de Dion Casio, y donde Schulten había leído " un bandido hispano" ella leyó " un bandido en Hispania ", lo que sugiere un origen extranjero del personaje. En segundo lugar, llamó la atención sobre el hecho de que la cita del historiador romano no estaba en la narración que hizo sobre las Guerras Cántabras sino en una parte posterior, escrita con ocasión de la muerte de Augusto y para glosar su misericordia. En tercer lugar, Augusto se pasó casi todo el tiempo que estuvo en Hispania al frente del ejército no en en primera línea, sino en Tarraco debido a su mala salud. Resulta poco creíble que un líder guerrillero cántabro cruzara de parte a parte toda una provincia enemiga sólo para dar muestra de su arrogancia, como tampoco resulta lógico que los romanos dejaran irse así como así al líder de un bando que se las estaba haciendo pasar canutas, por mucho que admiraran su gesto (y más teniendo en cuenta que este episodio debió pasar hacia el año 24 a.C., según Schulten, y la guerra continuaría aún otros cinco años).

El argumento definitivo a favor de esta teoría estaría en el propio nombre del protagonista. Así, Canto defiende que Corocotta no es céltico ni significa " Jefe veterano", sino que es la latinización de la palabra griega krókottas, que es el nombre que se le da a una hiena que puebla el norte de África. Para apoyar su tesis aportó un documento llamado Testamentum Porcelli ("El testamento del cerdito"). Esta composición anónima data de alrededor del año 350 y fue muy popular en su época. Narra en clave humorística la redacción de un testamento por parte de un cerdo llamado Grunnius Corocotta (lo que podría traducirse como "gruñido de la hiena"), y el propio protagonista habla de su origen en la ciudad de Thebeste, próxima a Cartago. Así pues, el nombre de Corocotta sugiere un origen norteafricano en lugar de céltico. La tesis de Canto, que deja entrever también que Corocotta no era más que lo que Dion Casio dijo que era (un bandolero), está ampliamente aceptada en la actualidad.

Finalmente, hay que decir que la tesis cántabra de Schulten y la tesis norteafricana de Canto no son las únicas teorías sobre Corocotta. Hay autores que defienden que la anécdota narrada por Dion Casio esconde en realidad un pacto secreto entre los romanos y la facción cántabra liderada por Corocotta (El historiador Ángel Ocejo Herrera dedicó su libro " Augusto y Corocotta" a tratar de demostrar esta teoría). Otros historiadores hacen hincapié en lo antes mencionado que los romanos llamaban " bandido" a cualquiera que se les opusiera (como hicieron por ejemplo con Viriato), y resaltan que Dion Casio utilizara la palabra " poderoso " para calificarle. En cualquier caso, es difícil establecer una verdad sobre la base de una cita tan breve. Es muy posible que nunca sepamos quién fue en realidad Corocotta.


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