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Coronavirus y crisis de salud

Publicado el 27 julio 2020 por ArÍstides

La mejor almohada es una conciencia tranquila. Proverbio alemán

CORONAVIRUS  Y CRISIS DE SALUD Nos ha tocado vivir una situación extraña: un virus desconocido nos ataca y pone en jaque el orden establecido; cambia nuestra forma de actuar y modifica nuestras ideas; la sociedad, con sus normas y pactos, pone en duda el estado de bienestar que nos hemos dado.

Con esta realidad es hora de pensar, repensar y ver lo que ha pasado. Sólo la duda puede ser la certeza de cómo actuar a futuro. Se nos ha dicho que es una crisis sanitaria, que estamos en guerra contra un virus. Son afirmaciones repetidas machaconamente que las convierten en verdad.¿Pero de verdad estamos en guerra?, ¿qué hay detrás de esta afirmación pronunciada en una rueda de prensa por un militar? ¿Realmente es una crisis sanitaria? El término salud engloba el desarrollo de capacidades de autonomía, de cuidar, de vivir gozosamente, de desarrollar proyectos personales.... El concepto salud supera a la concepción médica de enfermo.

Mientras mirábamos a las UCIs y veíamos estupefactos que nuestro sistema sanitario colapsaba, obviábamos que algo se estaba quebrando en nuestra sociedad. El miedo campaba y poníamos a su servicio la libertad, la autonomía, el abandono de seres queridos y proyectos de vida. La supervivencia por encima de todo, el confinamiento -¿por qué no lo llamamos encarcelamiento en la propia vivienda?- como solución total. No, no ha sido una crisis sanitaria, ha sido una crisis de salud social, que es mucho peor.

Al lenguaje bélico le salió una canción: "resistiré", porque estábamos en lucha contra un virus que nos ataca. Toda guerra tiene sus héroes. Los creamos, se lo creyeron y les aplaudimos en un intento desesperado de sálvese quien pueda y por el camino cercenamos libertades y dejamos abandonadas a personas mayores; a colectivos de minusválidos físicos, síquicos, sensoriales y con parálisis cerebral; a los presos y sus derechos, que los tienen; a personas con enfermedades crónicas que precisan tratamientos prolongados; recurrimos a la educación en remoto en perjuicio de los que menos tienen; hicimos uso del confinamiento prolongado en la vivienda de personas que viven solas; abandonamos a su suerte a personas con violencia de género viviendo con su maltratador; a los niños y adolescentes aislados en domicilios los tratamos como si fueran adultos...

No seré yo quien niegue la utilidad del confinamiento, pero el próximo no puede ser igual. No podemos dejar en el camino, como un daño colateral, los derechos y libertades de colectivos vulnerables que merecen una especial atención.

Uno tiene la sensación de que ha sido un confinamiento creado por una clase acomodada, que ha sentido miedo, y dirigido a una clase social con posibilidades. En esta crisis de salud ¿qué cobertura se ha dado a las personas sin hogar?, ¿es posible que por habernos olvidado de ellas ahora surjan focos entre emigrantes en la recogida de la fruta?, ¿no ha sido la misma clase acomodada la que una vez finalizado el confinamiento ha corrido al ocio nocturno y a las fiestas? Quien tomaba la decisión ¿tenía presente que mucha gente vive en pisos pequeños, sin vistas o en habitaciones alquiladas sin ventanas?

Por encima de todas las leyes de este país está la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que ampara la libertad y la autonomía para la libre circulación de las personas. Se ha insultado, tratado de energúmenos e irresponsables a personas que en pleno confinamiento ejercían dicho derecho en soledad, sin ocasionar ningún daño ni riesgo para nadie. La izquierda, tan beligerante con la Ley Mordaza, así la llamaban, ha callado ante multas que la inmensa mayoría de los juristas ponían en duda.

No, no ha sido una guerra, ni una crisis sanitaria. Ha sido una crisis de salud social y de miedo.


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